POLÍTICA

Nada a prueba de partidos

Nada a prueba de partidos

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Nada hemos hecho mal, salvo tener estos partidos

Toda ley, institución, proceso, instrumento y garantía que nos hemos dado en materia electoral se convierte en elemento de desconfianza, denuncia y encono.

Las elecciones tenían sus tiempos. La gente votaba, se hacían los cómputos en casillas, las sábanas con los resultados se publicaban afuera de ellas para que la gente supiera quién había ganado en su terreno y el miércoles siguiente se llevaban a cabo los cómputos distritales y se sabía quién había ganado en un distrito, estado o país entero.

Los partidos y la autoridad tenían sus sistemas internos de información para sacar conclusiones, pero ninguno jurídicamente vinculatorio.

Llegamos a 1988, las elecciones se desarrollaban y Bartlett tenía un sistema de comunicación cuyos datos se capturaban en un pequeño centro de cómputo instalado ex profeso. El sistemita era del Secretario de Gobernación, entonces Presidente de la Comisión Federal Electoral, ancestro del IFE, y estaba diseñado para su consumo personal, sin validez jurídica, ni regulación alguna.

Si Bartlett en ese entonces hubiese salido a decir que había ganado Salinas porque así lo mostraban unas computadoras en su oficina, los partidos se lo hubieran comido vivo, la prensa hubiese quemado sus huesos en leña verde y nuestra pseudo intelectualidad todavía viviría de ello.

No fue así por lo que hace a la primera parte, aunque sí por la segunda. En mala hora los partidos supieron que las computadoras instaladas en uno de los patios de Gobernación tenían problemas para accesar los datos de casillas. Era un problema de comunicación, nada más. Pero el ingenio y malicia partidista dieron pie al mito genial de la caída del sistema. Nada pasaba si esa noche se hubiese incendiado Gobernación entera, los paquetes estaban ya en los Consejos Distritales y sus cómputos se hubiesen llevado sin sobresalto, como sucedió, el siguiente miércoles.

Pero privó el mito genial, ello nos llevó a obligar al órgano electoral a dar la noche de las elecciones Resultados Preliminares que, no tienen valor jurídico alguno, ni suplantan a los cómputos distritales, pero sí cuestan y una fortuna.

Se nos dijo entonces que ello brindaría certeza en los comicios y sus resultados.

Pregunto: ¿las encuestas de salida, los PREPs y todas sus parafernalias han aportado un ápice a la certeza de los procesos electorales? No, por el contrario, hoy son la piedra de toque de todo desencuentro electoral. Tan pronto dan las seis de la tarde empieza el conflicto postelectoral y nadie sabe cuándo termina. Pregunten si no a AMLO, que sigue peleando dos acumulados, más lo que se les sume.

¿Qué hicimos mal? ¿Por qué lo que en otras latitudes da certeza, aquí siembra tempestades? Nada hemos hecho mal, salvo tener estos partidos.

El problema no son los sistemas e instrumentos que utilizamos, son que los partidos utilizan todo lo que se les ponga a su alcance para descalificar las elecciones que les son adversas.

Por supuesto que en torno a las elecciones hay toda una industria de la simulación y una pléyade de charlatanes electorales, que han hecho de Ali Baba y sus cuarenta ladrones una sombra de su caricatura y que manchan con su plumaje el peor de los pantanos.

Pero aun haciéndolos a un lado (industria y charlatanes), no hay sistema electoral ni nada a prueba de nuestros partidos.

Definamos si nos conviene seguir tirando la riqueza nacional al basurero, pretendiendo construir una de las democracias más caras y sofisticadas del mundo para que los partidos, al final del camino, destruyan todo a su paso; o si nos sale más barato tirarlos a ellos a la letrina y nos dedicamos a resolver de una vez por todas los verdaderos problemas de México.

Al menos nos vamos a ahorrar dinero y corajes.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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