POLÍTICA

La democracia chantaje

La democracia chantaje

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Las elecciones no son ya instrumento para la construcción del mandato popular, sino carta de cambio en las mesas de negociación de una partidocracia en crisis, donde se merca la voluntad ciudadana peor que meretriz de arrabal

Desvirtuar es el nombre del juego.

Para Chucho Zambrano las elecciones del próximo domingo son aduana del Pacto.

Chantaje más impúdico, jamás habrá.

No meto la mano al fuego por gobernador alguno, partido cualesquiera y candidato que sea. Pero el problema no es la democracia como sistema político, sino nuestros partidos, sus usos y sus personeros.

Partamos de que los sistemas electorales son mecanismos para integrar gobiernos y representación política de manera democrática. Nada más.

Pedirle a las democracias desarrollo, justicia, seguridad, gobiernos efectivos y, sobre todo, partidos responsables, políticos dignos y triunfos electorales es desvirtuarla, porque democracia no da quo sociedad non presta.

Exigir que gane mi partido, sin importar mandato popular alguno, como moneda de cambio para permanecer en pactos políticos, es chantaje y desvergüenza.

En México nada se valora en sus méritos.

El Pacto por las reformas estructurales está secuestrado, por un lado, por la agenda electorera y chantajista de partidos en declive -el PAN en franca mortandad, el PRD en laberinto de su conflicto irreductible-, y, por otro, por la estulticia de un PRI sin estadistas, políticos, operadores y vergüenza.

Peña Nieto debe darle gracias al santísimo que lleguen a su término las primeras elecciones en su sexenio con la camada de gobernadores priistas que carga sobre su espalda. Sin duda habrá aprendido que no es lo mismo tener y disfrutar el cargo de Gobernador, que gobernar efectiva, prudente y eficientemente.

No sé qué haya sido para Peña Nieto más difícil, si transitar los chantajes y guerras sucias de sus aliados en el pacto; si los conflictos intestinales (quizás aún más bajos) de éstos, o las tropelías y torpezas en las filas de su partido y de su gobierno. Solo él lo sabe.

El hecho es que en este triste y desangrado País, no hay nada que se valore en sus méritos. Las elecciones no son asunto de voluntad popular, sino de la compra y coacción del voto en un primer momento, del conflicto post-electoral en una segunda instancia y de las marrullerías jurídicas y mediáticas en una última.

Hoy, sin embargo, la coacción ya no es subterfugio en la oscuridad y contra el elector menesteroso, sino un chantaje impúdico y mediático a un gobierno aún más débil.

Los partidos que siempre denunciaron la indebida intervención de los gobiernos en los procesos electores, hoy la demandan a voz en cuello para que esa intervención sea en su favor, sin importar electorado alguno, a cambio de su lealtad y permanencia en el Pacto. ¡Viva nuestra democracia!

Las elecciones no son ya instrumento para la construcción del mandato popular, sino carta de cambio en las mesas de negociación de una partidocracia en crisis, donde se merca la voluntad ciudadana peor que meretriz de arrabal.

Lo que nunca creyeron los partidos es que los usos y costumbres orientados a destruir a sus adversarios se aplicaran en casa para dirimir sus conflictos domésticos. El PAN forjó una generación de dirigentes avezados en la guerra sucia, que hoy, para dirimir sus conflictos internos, no conocen más expediente que el que dominan.

El PRD paga el costo de sus caudillismos pragmáticos, de su clientelismo cleptócrata, de sus alianzas inconfesables, de sus coaliciones sin columna vertebral y de sus Ladies y Gentlemen advenedizos y afrentosos.

El PRI, por su lado, vive en el espejismo de que sí sabe cómo hacer las cosas, cuando sus gobernadores y no pocos Secretarios de Estado, sin mencionar Senadores y Diputados, demuestran día con día que no tienen la más mínima idea de lo que es gobernar.

Mientras, el País va a la deriva, nuestra partidocracia se encierra en el castillo de la pureza del autismo que llama "democracia".

El Pacto ya no es para procesar las reformas que requiere el País. Es rehén de los chantajes de una partidocracia voraz, ramplona y suicida.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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