POLÍTICA

Poder, no deber

Poder, no deber

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Pudieron contra su norma interna, pero ¿debían, fue lo correcto?

"Las sociedades no mueren víctimas de sus contradicciones, sino de su incapacidad para resolverlas", lo dijo Paz y se aplica hoy al PAN.

Pero antes que él, Cicerón apuntó: "El poder y la ley no son sinónimos. La verdad es que con frecuencia se encuentran en irreductible oposición".

Lo que hicieron los senadores calderonistas fue un acto de poder contra su propia ley; sin duda pudieron contra su norma interna, pero ¿debían, fue lo correcto?

Para Aristóteles la ley es superior al más sabio de los gobernantes por su calidad impersonal, toda vez que es "la razón desprovista de la pasión".

Pero los senadores calderonistas no buscaron una mejor ley, sino un acto de poder y fuerza, una imposición irracional, una legislación ad hominem; el orgasmo onanístico de sus más bajas pasiones.

Su triste coordinador dijo que no se valía, pero para ellos no era una cosa de valer, sino de poder. Sin embargo, sobre valer y poder prevalece el "deber ser".

Con independencia de sus miserias, ridículos y entretelas, los senadores calderonistas han mostrado el valor que le otorgan a su propia ley. Imagine usted el que le conceden a la Ley nacional.

La conducta humana puede ser de innumerables maneras, pero solo debe ser de una. El "deber ser" lleva implícitos un fin y un valor. Decía López Portillo: porque un fin vale, debe ser.

La ley que rige la vida de la fracción parlamentaria de Acción Nacional en el Senado no puede ser cambiada según quién ocupe su liderazgo. Las atribuciones, funciones y responsabilidades que su ley dispone no pueden estar supeditadas a si Cordero preside la fracción o no: "Si estoy yo, atribuciones plenas, si no, acotadas".

Las leyes no pueden responder a una persona en específico, porque por su naturaleza deben ser genéricas, imputables a todo hombre, no solo a Cordero o al enemigo de Cordero.

¿Qué van a hacer los calderonistas cuando terminen de desayunarse a su nuevo líder senatorial? ¿Volverán a cambiar su Estatuto?

El diseño normativo de su régimen interno debe responder a supuesto jurídicos, no a personas. "Las leyes, para San Isidoro, se establecen no para provecho del individuo, sino para ventaja y utilidad de los ciudadanos", es decir, no pueden ser establecidas para el "fomento de intereses privados".

"Las leyes, continua San Isidoro, has sido hechas para refrenar la audacia de los malos", no para su sevicia.

Los senadores panistas y el propio PAN manda una señal desastrosa a la ciudadanía nacional: la ley para los panistas no es instrumento de convivencia y superación, tampoco garantía de orden, libertad, legalidad y justicia; es herramienta de control personalizado. No construimos Nación, edificamos feudos, fortalecemos caprichos y sembramos enconos.

Con independencia a sus pleitos de lavadero, los senadores son hacedores de leyes. Lo primero que se requiere para hacer una ley es estar comprometido con el imperio y el valor de la ley como instrumento de convivencia. Cuando, como en este caso ha quedado demostrado, la ley es trapeador de sus vómitos, no se puede esperar de ellos buenas leyes.

Toda ley tiene una teleología; cuando ésta se reduce a ajuste de cuentas de facciones, la ley pierde su valor y sus hacedores cuantimás.

Una vez me dijo un verdadero hombre de Estado: "El derecho es derecho o no es derecho". Los senadores calderonistas modificaron su norma por rencor y cálculo faccioso, pero su ley no es ley porque no busca el "deber ser", sino el poder a como dé lugar. Olvidan que por sobre la potestas está la autoritas.

Ni modo, no aprendieron, siguen en el "Haiga sido como haiga sido".

Pero la ley, finalmente, trabaja sobre la realidad. Jugar con ella a capricho y rencor es jugar con fuego. Pronto lo veremos. Pero eso solo lo sabe un verdadero legislador. Calderón lo fue, como fue Presidente, pero le gana el rencor y otras artes.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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