POLÍTICA

El Rey desnudo

El Rey desnudo

Foto Copyright: lfmopinion.com

Una imagen creada; una popularidad, como todas, efímera, vana y vacua

Los que viven de la política -que no políticos- en estos desastrados tiempos, suelen obsequiarnos de mañana, tarde y noche con cualquier temeridad de despropósitos, ocurrencias y sandeces.

Como viven de y en los medios, requieren estar en las redes y en la nota a como dé lugar. Para nosotros no son más que ruido y sombra. Parte de un paisaje molesto e ignorado, estática, juego de abalorios que ni quienes lo juegan entienden e interesa.

Ellos lo saben y nos entretienen con pan y circo mediático. Hoy es Granier, ayer Raúl Salinas, los Generales o Pemexgate; mañana será la Selección Mexicana y así nos tienen y nos llevan: alienados y embrutecidos, distraídos en asuntos baladíes y rabiosos contra otros que no sean ellos.

Por eso, nuestros vividores de la política hacen y deshacen sin que nada les pase. No hablo de hacer cosas relativas a su responsabilidad pública, sino de sus desfiguros mediáticos que los mantienen visibles ante la opinión pública sin importar su naturaleza y ridiculez: diputados y senadores en las redes sociales saludando de mañana y despidiéndose de noche, felicitándose por sus cumpleaños, avisándonos cuando entran y salen de juntas y compartiendo sus horarios, lugares, compañeros y viandas en desayunos, comidas y cenas. Gobernadores y líderes senatoriales mencionados o fotografiados todos los días en la prensa escrita con notas intrascendentes, pero muy bien pagadas.

Antes la consigna era no moverse en la foto. Hoy es estar en la foto a como dé lugar. Quien no está en los medios no es.

Margarita Arellanes a ello se atuvo cuando regaló Monterrey. ¿Qué importaba semejante aberración si por doquier cosas más graves, serias y de trascendencia social se repiten cotidianamente sin que nadie repare en ellas?

Sin duda logró su cometido, ha sido el centro del análisis y comentario político por más de una semana. Sin embargo, algo viene sucediendo en la sociedad mexicana, ya que estos desplantes no solo son exponencialmente multiplicados, sino que empiezan a ser objeto de una condena sin fisuras.

El público abuchea a los payasos, los prestidigitadores reciben el reclamo del apreciable, el domador de tigres despierta bostezos y trapecistas dan vergüenza.

Los abucheos y reclamos no se orientan solo a personajes del ámbito político –que no políticos-, se enderezan por igual a intocables del mundo empresarial, intelectual, religioso y, principalmente, mediático.

La rabia social, por más que pretenda encausarse por la ruta de los villanos favoritos, se desborda y toma consciencia de estar siendo manipulada.

Arellanes, como antes las "ladies", tuvo su semana de fama mediática, pero estar en los medios es ya un arma de dos filos. Arellanes es un cadáver en vida. Con su demagogia religiosa, obviamente, no entregó nada. Además no podía hacerlo jurídica ni materialmente. Pero perdió el ropaje del poder con que hasta entonces deslumbraba a un pueblo urgido de gobierno y hoy muestra la desnudez de su insignificancia política.

El mexicano pareciera estar despertando de un largo sueño y darse cuenta que sus gobernantes se achicaron. No solo eso, que no son más que una imagen creada, una popularidad, como todas, efímera, vana y vacua.

Sin duda la publicidad ha mostrado la eficacia de sus artes llevadas a la política. Nos mueve y manipula. Lleva al poder al mejor cliente. Bien por la publicidad y para el negocio. Mal para la Cosa Pública.

La sociedad requiere gobierno y un gobierno solo vive por su eficacia, no de popularidad, ni de publicidad, ni de distracciones.

Arellanes y "ladies" son una manifestación del reclamo por políticos que sean algo más que ruido y por gobiernos eficaces y no de fuegos de artificio.

Pero la historia de Arellanes empieza a ser pléyade en gobernadores papanatas que jamás debieron pasar de cargadores de portafolio, en exgobernadores cuyas deudas estatales empiezan a reventar como pompas de jabón -Granier es solo el principio de la historia de una generación política de latrocinio-, en políticos que jamás lo fueron, aunque tengan décadas trepados en el guayabo y paguen fortunas por protección mediática.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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