POLÍTICA

¿Senadora?

¿Senadora?

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Ofende la "Lady Senado" y esa fauna política que cual cáncer se apodera inmisericorde de la Cosa Pública.

Las preguntas son: ¿cómo un personaje así es Senadora? ¿Cuántos más como ella alinean en su liga?

¿Sabe Usted lo que son los Senadores de Primera Minoría?

Empecemos por el principio. Antes de 1976 en México solo existía el sistema de Mayoría Relativa, que en los órganos colegiados sobrerrepresenta al partido mayoritario. Para paliar esas deformaciones, se introdujo en 1977, en un sistema mixto con predominancia mayoritaria, la Representación Proporcional.

Con independencia a que algún día hablemos de sus méritos, la Representación Proporcional disparó la voracidad política. Pronto los espacios que la reforma abrió fueron insuficientes y empezó el batidillo que es hoy nuestro sistema de representación política.

Pues bien, en 91, después de la creación del COFIPE y las cuestionadas elecciones del 88, el PRI se alzó con la mayoría en el Congreso. Salinas iba entonces por las reformas al 27 Constitucional y el Tratado de Libre Comercio, el triunfo avasallador era, a su vez, un reconocimiento a su liderazgo y un gran inconveniente de cara a las acusaciones de partido hegemónico y régimen antidemocrático que privaban en el ámbito internacional. Lo primero fue entregar Guanajuato para acallar al New York Times. En lugar de anular la elección y convocar a una extraordinaria, se impuso un gobernador por seis años a través de un pacto. Por cierto, el demócrata Muñoz Ledo fue parte de la imposición y, seguramente, de los jugosos beneficios de las negociaciones.

Pero no fue suficiente, había muchos opositores sin curul y sin dieta. La desesperación en las filas de las oposiciones hacía imposible cualquier concertacesión.

Vinieron entonces los Senadores de Primera Minoría. En 1992 se aumentó el número de Senadores de dos a cuatro por entidad federativa. Tres electos por Mayoría Relativa y uno por Primera Minoría. Cada partido inscribía una lista de tres candidatos, el que ganara la mayoría metía a sus tres prospectos y el que quedara en segundo lugar al primero de su lista.

Pero como en las entidades priva el bipartidismo (PRI-PAN o PRI-PRD), la morralla no alcanzó pastel senatorial en 1994 y en 1996 crearon los Senadores de Representación Proporcional. Cada partido inscribe una lista de dos candidatos, el que gana la mayoría de votos mete a sus dos gallos, el que queda en segundo lugar al primero de su lista y los 32 senadores restantes se reparten entre todos los partidos en proporción al porcentaje de la votación que hayan recibido en las boletas de Senadores.

La figura de los Senadores de Primera Minoría, ha llevado a que hacia dentro de los dos partidos que predominan en cada entidad se maten por encabezar las listas de candidatos; quien la encabece ya aseguró su acceso al Senado. Basta estar inscrito y no hacer nada para llegar. No importa ganar, para qué, si perdiendo ganan.

Los Senadores de Representación Proporcional, además de ser una aberración constitucional y un escupitajo a nuestro modelo federal, también privilegian los arreglos intrapartidarios.

El daño que ambas figuras han hecho en los partidos es desastroso. Generan una dinámica cínica, desalmada y voraz que privilegia los arreglos, la corrupción y el chantaje por sobre el mérito, los retos del partido y las demandas ciudadanas. El perjuicio que ello ha significado para la calidad de la integración y del trabajo legislativo es inaudito, imperdonable y, sabe Dios, si salvable.

En nuestro sistema de presentación política priva la representación de las élites partidistas, no de la ciudadanía.

Puede que tengamos una mejor organización electoral, pero no un sistema de representación sano. Nuestros Diputados y Senadores, salvo contadas excepciones, dan grima.

Ahora bien, ¿cómo es posible que "Lady Senado" sea senadora? Porque tenemos un sistema de representación de partidos, no de ciudadanos. Ergo, la "Lady Senado" es la más digna, acertada y viable representante del PRD, pero jamás podrá serlo de Quintana Roo en el Senado ni en ningún otro lado.

Pero dé Usted por hecho que nada de esto va a ser tocado por los partidos en su nueva reforma política.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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