Hasta los ciegos las ven

Hacen unas tonterías
que hasta los ciegos las ven.
Refrán

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Si Rocío Nahle, la otrora poderosísima secretaria de Energía, tuviera un gramo de vergüenza, ya hubiera renunciado a su intentona de apoderarse del gobierno de Veracruz, pero no.

A la zacatecana le valió una pura y dos con sal la abucheada que le propinaron en el Café la Parroquia, templo en el que los políticos populares jarochos tienen que ir a comulgar y a tomar café con leche.

También por lo visto le importan un bledo las publicaciones que revelan su presunto enriquecimiento a la sombra del poder público.

¿A qué se atiene la zacatecana que quiere ser veracruzana no más por sus puros…?

Y me explica un amigo que sabe mucho más que yo de los hilos y el tejemaneje de la política nacional: a Nahle y a sus allegados los protege el manto sacrosanto de Palacio Nacional.

¿Por qué?

Porque información es poder, y Nahle sabe demasiado.

Caso muy parecido a la gobernadora de Guerrero, la también impresentable Evelyn Salgado Pineda, quien no ha resuelto un café mientras su estado se debate entre tragedias naturales y embates diarios del crimen organizado.

Como todo el mundo sabe, Evelyn está en el cargo porque así lo dispuso su padre, el infumable Félix Salgado Macedonio, quien, al ver que le rechazaban su intentona de ser candidato a la gubernatura, dijo “de aquí soy” y mandó a su niña para ostentar el poder, no seis sino doce años al menos.

Como en el caso de Veracruz, Salgado sabe mucho y tiene comprometido al poder superior.

Este es el México caciquil que nos ofrece la Transformación de Cuarta.


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