POLÍTICA

Efectividad gubernamental o crisis institucional

Efectividad gubernamental o crisis institucional

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El problema no es ganar las elecciones, sino gobernar efectiva y eficazmente

Llegados a una institución recién creada, el director instruyó a un subalterno a organizar dinámicas que generaran en el nivel ejecutivo un espíritu de equipo y sinergias.

Así, se tuvieron reuniones con los diseñadores del nuevo organismo, con los legisladores que procesaron su creación, con analistas especializados y con profesionales del ámbito motivacional.

Uno de éstos, tras interactuar con los involucrados, les dijo al final que los veía bien como equipo, pero que no les auguraba éxito alguno.

"Su problema, sostuvo, no es de cuerpo, sino de cabeza". El director no había participado en ninguna de las reuniones.

"En tanto la cabeza del equipo no se asuma como tal y no se comprometa con Ustedes en los objetivos y en los riesgos, sentenció, poco será lo que puedan lograr. Los manda a organizarse, pero no se compromete con Ustedes. Cuando algo salga mal se les irá encima, totalmente ajeno a su esfuerzo y coordinación. Construye culpables, no corresponsables."

Ahora que el Gobernador de Guerrero removió de un solo golpe a 17 miembros de su gabinete, aquella añeja reunión asaltó mi memoria.

Quizás los removidos eran las personas más indicadas para enfrentar la crisis que agobia al lacerado Guerrero. Nunca lo sabremos. Lo que sí es dable suponer es que Aguirre podrá cambiar cuantas veces quiera a su equipo, que mientras no cambie él, no habrá gabinete que le funcione.

El problema, sin embargo, es de mayor calado que las capacidades del devaluado gobernante. Se inserta en una cosmovisión política con valores extraviados.

Por años he escuchado: "éste sí gana"; aunque nadie se pregunte si puede gobernar. O peor aún: "el gobernador puede poner a quien le venga en gana, todo es cuestión de lana y control". Y en los dos casos el problema es el mismo: no se trata de quién pueda ganar una elección o de si el gobernante en turno tiene el poder de imponer a su candidato a billetazos; sino de si el que llega está debidamente capacitado para gobernar.

Los partidos y sus políticos calibran popularidad y fondeo económico para lanzar a sus candidatos; no aptitudes, capacidades y experiencias.

En el caso de Michoacán, ni la debilitada salud del candidato tuvieron a bien considerar. Hoy no saben qué hacer, cuando un niño de pecho pudo habérselos advertido.

Gobierno, no me cansaré de repetirlo, viene de gobernalle, timón. Llevar la nave demanda destreza, experiencia, dedicación, arrojo, prudencia y capacidad de mando.

El problema no es ganar las elecciones, sino gobernar efectiva y eficazmente.

En no pocos casos, los que llegan lo único que saben es ser populares y creen que gobernar es controlar su imagen en los medios a través de pingües contratos, tras los que se ocultan extorsión y complicidad.

Los gobernadores creen que gobiernan y gobiernan bien en tanto los medios estén bajo control (presupuesto). Hasta que la realidad los alcanza. Ninguna campaña de relaciones públicas podrá jamás acallar los hechos y menos las omisiones, errores, excesos e incapacidades. La realidad, decía el viejo Reyes Heroles, es muy necia, y termina siempre por imponerse.

Lo mismo pasa con algunos nombramientos que responden a compromisos o cuotas y no atienden los retos de la institución que los sufre, ni a la ciudadanía que los padece.

No es pues un problema de equipos, ni de popularidades, ni de recursos para comprar imagen, ni de cuotas o compromisos políticos. Es de capacidad real y efectiva para gobernar.

No es ganar elecciones, o ser nombrado en un cargo, es convertir el triunfo electoral o el nombramiento al cargo en efectividad gubernamental y no en crisis institucional.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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