POLÍTICA

Supremo Poder Conservador

Supremo Poder Conservador

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De aceptar su argumento, tendríamos que centralizar toda acción de gobierno local, en lugar de regularla, vigilarla y exigir rendición de cuentas

Cada vez que a los dirigentes de nuestros partidos se les ocurre algo, dan ganas de salir corriendo.

Ahora quieren desaparecer al IFE y a los 32 Institutos Electorales estatales, para crear el Instituto Nacional Electoral que organice las elecciones federales y locales.

Dicen que con ello nos vamos a ahorrar un 50% de gasto electoral. ¡Ni la burla perdonan! ¡Los partidos hablando de ahorro electoral! Reformas van y reformas vienen y los partidos siempre reciben y gastan más dinero. Se tragaron completitos los tiempos oficiales en radio y televisión, supuestamente para no gastar más, y erogaron como nunca en el 2012. Así que no es dinero lo que quieren ahorrar, sino el régimen federal y Constitución misma de paso que, según parece, les estorban. Entre la piochita de Madero y el patetismo de Cordero, se cuela un rancio tufo a Supremo Poder Conservador y Siete Leyes Centralistas.

Alegan que los gobernadores controlan los organismos electorales y hay que quitárselos. De aceptar su argumento, tendríamos que centralizar toda acción de gobierno local, en lugar de regularla, vigilarla y exigir rendición de cuentas.

Desaparecer la federación, ¡gran solución decimonónica en pleno siglo XXI!

¡Vaya transición democrática!

He tratado y estudiado por muchos años las dirigencias partidistas nacionales y puedo sostener que jamás han buscado resolver problema alguno; su único propósito es acumular mayor poder hacia fuera y más control hacia adentro.

Mudar la organización de las elecciones locales a un órgano centralista y centralizador no resuelve absolutamente nada, pero sí empodera a las dirigencias nacionales por sobre sus estructuras territoriales, liderazgos locales y la propia autoridad electoral centralista. Ése, y no otro, es el meollo del asunto.

Si ya desplazaron al Poder Legislativo con el Pacto, por qué no desahuciar también a la autonomía de las entidades federativas, a las estructuras partidistas territoriales, a la soberanía organizativa de ciudadanía estatal y a la mismísima Constitución federal, en aras de un cómodo triunvirato partidista. En vez de Estados Unidos Mexicanos, seremos Dirigencias Partidistas Unidas Mexicanas.

Pretenden quitarle el control de la organización de las elecciones a los Gobernadores, pero no para institucionalizarlo, reglamentarlo a la rendición de cuentas, sino para apropiarse de él a través del sistema de cuotas partidistas en la integración del nuevo Instituto Centralista Electoral.

¿Qué tal les suena Molinar como Consejero Presidente del nuevo Supremo Poder Electoral Conservador?

Las elecciones locales obedecen a circunstancias propias y disímbolas. No todo, fuera de la Ciudad de México, es Cuatitlán, aunque Madero no lo sepa. Por ello las elecciones locales deben ser procesadas por órganos locales debidamente regulados y controlados por su propia ciudadanía.

Lo peor de todo es que habremos de gastar billones de pesos en un nuevo Instituto que será desacreditado por sus propios progenitores, tan pronto pierdan su primera elección.

Lo más curioso es que la compra y coacción del voto, así como los tipos delictivos, conductas todas imputables a los partidos, sus dirigentes y candidatos, verdaderos lastres y problemas electorales, brillan por su ausencia, una vez más, en la agenda de esta nueva reforma electoral, cuya vida útil, si bien nos va no verá el 2018. ¿Alguien desea apostar?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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