Autodefensa
Para ser poeta debiera cuidar más las palabras, pero los dioses suelen cegar a quienes quieren perder.
Para el tristemente célebre Sicilia la solución es regresar al estado de naturaleza. Si el Estado no puede cumplir su función primigenia de brindar seguridad, armémonos en grupos de autodefensa. ¡Massiosares, a la armas! y todos contra todos, hasta que impere el más fuerte, el mejor armado, el más sanguinario.
Para ser un hombre de paz, Sicilia es un tanto belicoso.
Difícil alcanzar la paz con justicia y dignidad donde impera el homo homini lupus.
La razón de ser del monopolio del uso legítimo de la fuerza responde a que cuando ésta es utilizada por todos, termina imperando el más fuerte, no la justicia.
El poeta quizás sueña con Robin Hoods en la Sierra de Guerrero o en las costas michoacanas: ‘‘estos grupos (de autodefensa) son legítimos y hay que cuidarlos, dice, pues pueden trabajar juntos’’. Lo que puede ser es que Sicilia despierte a una realidad de Zetas y Templarios trabajando de la mano con narcotraficantes y guerrilleros.
Para haber perdido un hijo en manos de secuestradores, el Señor Sicilia es un poco magnánimo con grupos que utilizan armas reservadas para el uso del ejército, privan de su libertad a terceros, los sujetan a la justicia de su facción, no rinden cuentas a nadie y no están sujetos a nada. Ambos grupos, secuestradores y de autodefensa, les asiste el mismo derecho: ninguno.
Ya quiero ver al poeta sentado con estos grupos de autodefensa, exigiéndoles justicia para sus víctimas.
Lo quiero ver en caravanas televisivas por los territorios bajo su control.
Lo imagino recibiendo la respuesta a sus besuqueos mediáticos.
Los grupos de autodefensa no ejercen un derecho constitucional, como mal han aconsejado al poeta, violan la ley, usurpan funciones, violentan derechos de terceros que, aun siendo posibles delincuentes, tienen derechos y rompen el tejido social que según Sicilia protegen.
Nadie puede hacerse justicia por su propia mano, a riesgo de generalizar la injusticia y la violencia.
La justicia popular construye guillotinas, no naciones.
Los grupos de choque del partido Nazi fueron originalmente de autodefensa; la persecución de brujas en Nueva Inglaterra fue expresión de autodefensa; los Ku Klux Klan alegan autodefensa y la muerte de estudiantes en San Miguel Canoa en 1968 fue una expresión fanática de autodefensa. ¿Es ése el México al que aspira el poeta?
Mañana, cuando en cada camino, cada barrio y cada pueblo impere la fuerza, que no la ley, de grupos de autodefensa, sin más contención y unidad que la arbitrariedad de su propia violencia, el poeta aprenderá la razón del Estado. Estado que no supo defender a su hijo de la sevicia de los malvados, pero defensa que no encontrará fuera de él.
Ahora bien, el monopolio del uso legítimo de la fuerza no es una graciosa concesión; es un instrumento de la ley para hacerse cumplir, en tanto obligación a cargo del Estado de garantizar seguridad a nuestras personas, bienes y derechos. Si el Estado no la ejerce para brindar seguridad, incluso a los que dicen autodefenderse, el tristemente célebre poeta no será un nesciente insolado por el reflector de su triste fama, sino un profeta del Apocalipsis.
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