¡Qué vivan los montajes!
Qué será más lamentable, que la putrefacción de nuestro sistema force la libertad de la Cassez, o que la del galo la encumbre en heroína.
No cabe duda que la señora fue víctima de la venalidad y dramatización mediática mexicanas, pero tampoco que participó en graves conductas delictivas. Colgarse de su cuestionable popularidad no es más que otro montaje, éste del Presidente de Francia.
¡Qué vivan los montajes! Hollande se encarama en el montaje mexicano y echa las campanas al vuelo por quien, de no interponerse la necedad de Calderón de no entregarla bajo un tratado internacional ¡por él firmado!, estaría hoy en Francia purgando una pena y no libre en infamantes recepciones.
¡Qué vivan los montajes! ¿Qué podemos esperar cuando en Venezuela gobierna un montaje de Presidente; qué, cuando una sesión de la Primera Sala de la Corte sirve de celosía de otra –controvertible- en el IFE; qué, cuando al transparentarse la realidad de la ciudadanización (IFAI) los gigantes resultan inocuos, los arcángeles mercenarios y los garantes de la imparcialidad y la ley solo garantizan los particularismos de sus compromisos?
El caso Cassez ofende a los mexicanos por la impunidad resultante, más no por el montaje que la causó. Los montajes son aceptados en México porque preferimos las apariencias a la realidad. Ante la certeza del dato duro, apostamos al más temerario de los rumores; no hay verdad que valga frente a la más disparatada patraña. De ello vive López Obrador, Monreal y fauna varia de nuestro escenario político.
En mis años de juventud, México discutió por meses sobre los huesos de Cuauhtémoc. El país se nos iba de las manos como agua entre los dedos. Pero la inteligencia nacional solo tenía tiempo para debatir sobre una osamenta. Menor fue el tiempo que dedicamos al chupacabras, pero no es un asunto de duración sino de engaño.
¿Y qué me dicen del montaje de la Quina con todo y muertito a la puerta? ¿Y el de la caída del sistema, universalmente aceptado? ¿Y el de la transición democrática, pactado por Zedillo con Clinton, que le abrió las puertas a un bulto como Presidente y a una arpía como su pareja? ¿Y la ciudadanización del IFE, develada por el partidismo de los creeles, molinares y demás desvergüenzas "ciudadanizadas"?
De los años de Zedillo fue el montaje de "La Paca", una bruja de Policía Ministerial, con la que Lozano Gracia nos anunciaba el talante de la procuración de justicia panista, marcada por los "peces gordos", los Bribiesca, el michoacanazo, el hankazo, los Generales y, por supuesto, Cassez.
¿Y el montaje de "Vamos México", la corrupción enmascarada de filantropía, y el de "La República Amorosa" que desinflada regresó al caldero de odios y mentiras de donde quiere revivir en "Morena"?
¿Y los innúmeros montajes del nuevo PRI con las mismas caras y taras?
Con el mayor de los respetos a su dolor, ¿hasta dónde la lucha de los Martí, Miranda, Morera y Sicílias no han terminado en otros tantos montajes, de buena o de mala fe?
Tlacaélel quemó los códices que acreditaban el origen chichimeca de los Mexicas para asumirlos como descendientes de los Toltecas, Cortez se montó en el mito de Quetzalcóatl, los misioneros construyeron el sincretismo religioso sobre los templos autóctonos y el primer gran montaje de identidad continental, la Virgen de Guadalupe sobre Tonatzn; el Porfiriato y los científicos negaron nuestra realidad mestiza y vivieron un México afrancesado.
¿Qué podemos esperar de un pueblo que cree que las elecciones se roban con pollitos y chivos, que las brujas pueden dirigir la investigación de un crimen, que la pantalla substituye la realidad y las apariencias la verdad?
La Señora Cassez es hoy heroína en Francia. Se pitorrea de nosotros y de sus víctimas. De seguro escribirá un libro denostándonos y harán de su historia una película.
La culpa de Cassez es innegable, pero nuestra adicción a la mentira facilita que broten estos personajes e historias.
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