POLÍTICA

Cuando la riqueza genera pobreza

Cuando la riqueza genera pobreza

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Algo anda mal en el mundo cuando la riqueza no genera bienestar y ahonda la pobreza de las naciones

La riqueza sólo puede ser social. No hay riqueza ajena a la sociedad.

Los ricos, en la desnudez de su individualidad, son más miserables que el que más. Pero no se trata de hablar del desmedro de su fuero interno, de sus desdichas personales o de su inopia moral, sino de que solo hay riqueza en y por la sociedad. Se podrán argumentar capacidades personales, incluso genialidades, pero ninguna genera riqueza por sí sola; ésta es en sociedad o no es.

Es el trabajo el gran generador de la riqueza, y debiera ser su principal distribuidor. El capitalismo salvaje lo ha olvidado; vive del ensueño que la riqueza crece de la nada, se reproduce en ruleta y puede concentrarse ad infinitum.

Pero la riqueza no es obra de heroicidad, capacidad o suerte individual alguna. Es hija del concierto y debiera regresar a la sociedad que la hace posible, así como ser solo en su beneficio.

La demencia de nuestra época es creer que se puede ser rico en sociedades depauperadas. Y mientras más miserables éstas, más ricos aquéllos.

¿Y qué cuando la miseria sea global? ¿A dónde irán los ricos?

Gérard Depardieu estrena patria y se va con su fortuna a donde le cobran menos impuestos. Se compró una propiedad con lago donde piensa pescar y pasear por el bosquecillo de abedules que reflejan sus aguas al atardecer. ¡Liberté, égalité, fraternité! Sabrá Dios con quién hable, ya que el ruso no es su fuerte y si cuando la temperatura alcance decenas de grados bajo cero, queme sus euros para calentar su gran trasero. Pero su apátrida fortuna, ¿pudo ser sin el concierto de la sociedad a la que hoy da la espalda?

¿Qué tanto es la sociedad francesa cogeneradora de la riqueza que hoy emigra entre los calzones, calcetines y cañas de pescar de Don Gérard? ¿Hasta dónde llega el derecho del actor de privar de ella a la sociedad en que se generó? ¿Es cien por ciento de Depardieu o alguna parte importante es de la sociedad francesa, que debiera usufructuarla en su beneficio?

El capitalismo suicida somete a las naciones a una salvaje e internacional competencia por los recursos; las azota cual plaga de langosta y continúa su marcha fúnebre por tierras y sociedades devastadas. Algo anda mal en el mundo cuando la riqueza no genera bienestar y ahonda la pobreza de las naciones que la generan.

No es un problema de migración de capitales, cuanto de propiedad social de la riqueza creada. ¿Cuánto de ella es del capitalista y cuánto de la sociedad que la hace posible? ¿La concentración individual de la riqueza no tiene límites? ¿Qué tanto de la riqueza de Slim es de los mexicanos esclavizados a sus pésimos bienes y servicios; qué de la de Azcárraga a cambio de taras nacionales, qué de la Maestra por enseñar ignorancia?

¿Riqueza y miseria, no son caras de una misma moneda y productos de una sociedad determinada en el tiempo y el espacio?

Cuando la riqueza cumple su función social, nadie tiene que emigrar porque ésta no alcanza niveles ominosos de concentración. Cuando no lo hace y se socializa en miseria, la mayoría migra por hambre y falta de oportunidades, en tanto que unos cuantos lo hacen para no pagar impuestos o huir del olor a pobreza y resentimiento social.

Doña Belem dejó en agosto pasado de cocinar con gas. Los costos de los energéticos suben sin cesar y los salarios son menores a hace décadas, pero la macroeconomía está estable. ¿Desde cuándo la economía adquirió vida propia y su salud importa más que la de las sociedades que sangran por mantenerla sana? Doña Belem no es la única en su rumbo que ha dejado de usar gas y los arbolitos de la zona han empezado a dar cuenta de que ¡en pleno siglo XXI! se cocina con leña. Doña Belem no puede, como Depardieu, migrar con sus miserias, edad y nietos. Sus hijos, sobrinos y esposo lo hicieron hace tiempo. La sociedad que debiera garantizarles los mínimos de una vida digna no puede hacerlo, como tampoco puede contra la concentración absurda de riqueza en unos cuantos. Una sociedad cuya riqueza se expresa en miseria de los más no es justa, ni es duradera.

Si todos en México fuéramos pobres no habría nada qué decir, pero somos una sociedad mayoritariamente en extrema miseria con unos cuantos ricachones que compiten en fortuna a nivel global. El problema es de sentido común antes que de justicia social. La sociedad debe ver por todos sus miembros, no solamente por unos cuantos. Y la riqueza que en ella se genere debe ser para beneficio de todos y no solo de unos cuantos.

Los Depardieu podrán migrar con sus afrentosas fortunas, pero la miseria que con ellas han generado los alcanzará más temprano que tarde.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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