POLÍTICA

Oportunidad

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La oportunidad la pintan calva y solo frente a ella se mide el gran político

Hay tiempos para echar cohetes y tiempos para recoger varas. Eso lo sabe el buen político.

Es como el viento al navegante; le puede ser propicio o llevarlo a la más oscura profundidad.

La oportunidad en política, además de breve, jamás regresa. El verdadero político lo sabe: lo único que jamás se recupera es el tiempo perdido. Pregunten, si no, al PAN.

Peña Nieto ha demostrado estar consciente de ello. Con orden, coordinación, rumbo y paso de largo aliento viene aprovechando sus tiempos de echar cohetes y los vientos propicios para navegar las aguas procelosas de las reformas de gran calado, sin desperdiciar el fuego en infiernillos.

Cuando Fox andaba en campaña pateando ataúdes de cartón e ilustrando el destino de su proyecto con tepocatas y víboras prietas, nada restañaba su ascenso. Mientras más certero fuese el golpe que se le propinaba, menos lo disminuía y más se consolidaba. Caminaba invencible y los astros en su conjunto alineaban a su favor. Pero creyó que ello le era inherente, innato y duradero. Llegó al gobierno y desperdició su capital político en chabacanerías, romance de pasquín y corruptelas. Las oportunidades que México le puso en su camino una y otra vez las desperdició inmisericorde y estúpidamente.

Por igual, cuando Madrazo se hundía en la necedad de su imposición y la soberbia de su Corte, nada que hiciera, así fuese genial, lograba detener su caída. Mientras más se movía, más profunda cavaba su sepultura y más aceleraba su estertor. Quiso imponer, como su candidatura, su oportunidad, cuando la realidad se la negaba.

Tales son los signos de los tiempos en política. O te cobijan o te masacran. En ambos casos hay que saber leerlos y aprovecharlos.

Hoy los tiempos son propicios a Peña Nieto y los está aprovechando con un manejo inteligente de su oportunidad y circunstancia.

Lo mismo, pero al revés, podemos decir de la Maestra. Los tiempos le son contrarios. Nada de lo que diga o haga podrá abonar a su favor. Sus tiempos han acabado y todo en su camino va en picada. Hay palabras que el viento se lleva y hay otras que nos las estrella en la cara. Quién hubiese pensado que el maleficio que la Maestra invocó contra Madrazo le regresase en traje hecho a la medida: "¿Tú le crees a Gordillo? Yo tampoco". Como a él, el desprestigio de la Maestra le precede y sus enemigos forman legión.

Peña Nieto ha sabido leer y aprovechar los tiempos a su favor, pero deberá prepararse para cuando esa ventana de oportunidad se cierre y su buen fario toque a su fin. Los intereses que viene afectando pronto habrán de reaccionar y lo harán con virulencia y en asociación del agua y el aceite; su equipo podrá acusar cansancio, desdoro, incapacidad e, incluso, traición. Los apetitos por el poder reñirán con la lealtad al proyecto peñista y los egos pelearán por sus fueros. Agendas y agentes extraños habrán de incidir interesada o desinteresadamente en nuestro exclusivo devenir y la naturaleza, como lo hace periódicamente, habrá de cobrarnos las afrentas en su contra cometidas. Los atavismos y mezquindades de nuestro sistema político, de partidos y económico pronto habrán de recrudecer y llevarnos al estercolero que le es natural y propicio.

Serán los tiempos de vacas flacas que ningún gobernante puede evitar y que pondrán a prueba el temple y carácter del Presidente Peña y su equipo. Pero mientras llegan, bien hace Peña Nieto en aprovechar la ola que le es favorable y avanzar en las reformas que México reclama con urgencia. Son muchos años perdidos en pleitos de lavadero, ruindades electoreras y particularismos monopólicos. Los tiempos pueden ser de estadista, si, como hasta ahora, se saben aprovechar.

La oportunidad la pintan calva y solo frente a ella se mide el gran político.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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