POLÍTICA

Enanos del tapanco

Enanos del tapanco

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Si el problema fuera de egos y reformas constitucionales, hace mucho que se hubiese zanjado

No se equivoca Peña Nieto al poner frente a la Maestra a un personaje tan insignificante –mito genial, dicen de él sus más generosos panegíricos- como Chuayffet.

Porque si el problema fuera de egos y reformas constitucionales, hace mucho que se hubiese zanjado.

No resto calado a la reforma educativa y le auguro el más indulgente de los puertos. Pero nuestra realidad rebasa por mucho a nuestra circunstancia y personajes de política bufa.

Nadie duda del poder de facto de nuestros parásitos institucionales, privados y públicos. Pero quizás estemos a punto de descubrir que frente a la cruda realidad nacional, éstos no son más que unos (perdón por el mexicanismo) pinches enanos del tapanco.

No se me malinterprete. Aplaudo la reforma educativa. Es un primer gran paso. Pero el problema se enraíza en algo más que en reformas de ley y en personajes de pompa y circunstancia.

Pablo Hiriart (La Razón 13/12/2012) nos recuerda que en el Concurso Nacional para Plaza Docentes del 2012, el 70% de los aspirantes no alcanzó un promedio de seis, y que la autoridad tuvo que bajar el umbral de contratación a 3.1; de otra suerte, el sistema escolar se hubiese quedado sin maestros para el presente ciclo escolar.

De la Evaluación Universal de Docentes -seguimos citando a Hiriart- de un universo supuesto de 503 mil maestros, (hoy sabemos que nadie a ciencia cierta sabe cuántas escuelas, maestros y alumnos tenemos en México), solo 264 mil sometieron sus conocimientos a justipreciación, y este grupúsculo alcanzó en su conjunto un promedio de 5.8 de calificación.

Lo cual nos lleva a que podemos quemar a la Maestra en leña verde durante mil años, hacer del artículo Tercero Constitucional el himno nacional y a Chuayffet a un Rosseau toluqueño, sin que se mueva un ápice nuestro fracaso educativo.

Pongamos que mañana el 70% de nuestros maestros, cifra de lo más halagüeña, no aprueba los exámenes de calidad educativa. ¿Qué procede? ¿Su despido fulminante? ¿Arrojar a esa pléyade de luchadores sociales en ciernes a la CNTE o al cártel de los Bejarano? ¿Capacitarlos? ¿En qué normal; con qué maestros; por cuánto tiempo? ¿Cerramos las escuelas públicas en tanto el Estado recupera el control de la educación y la calidad mínima docente? ¿Nos amurallamos en nuestras casas frente la furia de los bárbaros magisteriales; entregamos a nuestros hijos a su pira de ignorancia, mediocridad y odio; invernamos en el oscurantismo hasta que Dios nos salve en un segundo renacimiento?

La gran debilidad de la Maestra Gordillo ha quedado evidenciada ante la magnitud del desastre educativo nacional. Su control es político. Quizás por eso apostó hace tiempo a un partido y al ámbito electoral.

Podrá tener el control de las prestaciones sindicales, pero no es factor en la solución del problema educativo de México.

Quienes venden a Chuayffet como cazador de dragones que habrá de matar en heroico combate a una Elba Esther de tres cabezas, aliento en llamas y vuelo sin consumación, nos venden dos patraña y una con sal. Héroe y villana, vistos en su real dimensión, no son más que unas pastillas de clorato de cara a la debacle educativa nacional.

El problema rebasa ad infinitum a ambos personajes. No son óbice, tampoco solución. Cuantimás son rémoras, cuya existencia y poder en nada inciden ya, salvo como lastre y vergüenza, en nuestro desastre educativo.

Como sea, hay que celebrar poner sobre la mesa el problema. Más no esperemos mucho.

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#ElbaEstherGordillo

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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