POLÍTICA

Pueblo Globero

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Nos distraernos en cuanta cosa baladí nos lanzan e ignoramos todo lo sustantivo

"Pueblo globero", decía del nuestro el Arq. Hilario Galguera IV cada vez que la picaresca política hacía de las suyas; o sea, a cada rato.

En el Porfiriato algún iluso pretendiendo la candidatura presidencial convocó a un mitin en la Alameda Central y tan pronto inició su arenga un conspicuo Globo de Cantoya elevó su vuelo por los cielos de la región, entonces, más transparente; los pocos curiosos que lo acompañaban voltearon a ver el objeto aéreo, compartiendo entre su asombro la ignorancia del orador que para entonces se desgañitaba en un "pinche pueblo globero".

Y, si bien vemos, seguimos siéndolo: nos distraernos en cuanta cosa baladí nos lanzan e ignoramos todo lo sustantivo.

Nada sabemos de los problemas nacionales y nuestro acercamiento a ellos es epitelial, desinformado y evasivo, pero del fútbol sabemos los detalles más inútiles y prosaicos de cada jugador, árbitro, directivo y partido.

Nos siguen deslumbrando las cuentas verdes con las que Colón maravilló a los Tainos en el Caribe, sean éstas objetos consumistas innecesarios o candidatos.

Lo malo es que hasta el aliento democratizador de los setentas terminó siendo un distractor más entre tantos que surcan los cielos nacionales.

Nuestros partidos se aprestan a una nueva reforma electoral que, sin duda, será aún más mala que la última y que no servirá para maldita sea la cosa.

Desde ahora podemos estar seguros que no tocarán las causales de nulidad ni los delitos electorales. Sin duda harán más complicadas las regulaciones y más caras las campañas y más jugoso el financiamiento público del que viven; al IFE lo cargarán de mayores responsabilidades y de tareas de imposible realización para culparlo de cualquier derrota y ocultar, tras el desgarre de sus vestiduras y el reparto de culpas, sus trapacerías electorales, cada vez más obvias, más impúdicas y más multimillonarias.

Aún no toma posesión el próximo presidente y ya tenemos dos loquitos en abiertas precampañas para el ¡2018! Y que conste que están prohibidas por ley.

Así, nuestra democracia y su desiderátum constitucional pasó de ser un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento del pueblo, a un sistema de partidos parasitario del erario público, fundado en el constante envilecimiento y embrutecimiento del pueblo.

La democracia pasó de ser un sistema para elegir gobiernos y representación política a un pretexto para el conflicto permanente, para la victimización, para el cinismo y para la corrupción.

Desde 1977 estamos inmersos en reformas políticas, electorales y electoreras y cada vez tenemos una democracia menos creíble, más cara y de mayores conflictos.

Nuestra representación política es lastimosa, nuestra clase política de grima, nuestros partidos de vergüenza, nuestros logros inexistentes.

Pero el fenómeno no se agota en las reformas electorales, sino que se reproduce en toda iniciativa para impulsar algún cambio de fondo. Basta que la propuesta tenga cierto calado para que nuestros vividores de la política quieran sacar raja de ella y terminen por anularla en el mercadeo de sus intereses. No existe asunto en México que se discuta en sus méritos ni tema que se analice en su estricta densidad, todo se negocia en función de los intereses de los partidos o factores reales de poder y en la superficialidad mediática e ignorante que caracteriza a la intelectualidad orgánica de nuestras televisoras.

Hago votos por que el cambio de gobierno y la crisis que nos agobia sean acicate suficiente para que nos dejemos de hacer tontos. México requiere de un cambio profundo y de a de veras. Claro, para ello se demanda estadistas que no se observan hoy en el horizonte nacional, pero tarde o temprano terminarán por surgir y de seguro no lo harán de la escoria que hoy detenta las mieses del poder político.

¿Dejaremos algún día de ser un pueblo globero?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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