POLÍTICA

De locos

De locos

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¡Ah, aquellos tiempos de la disciplina de partido! ¡Quién hubiese llegado a pensar que fueran desplazados por la disciplina del esfínter!

"En el Senado seguimos construyendo el México que todos queremos"… aunque sea bajo el nuevo protocolo legislativo de control de esfínteres de los senadores de Acción Nacional. Al menos tal es la preocupación de la vergüenza llamada Layda Sansores, quien ahora aporta sus probadas dotes verdularias a la Cámara alta, en esta ocasión, por el PRD. Por algo lo dirá, ya ve usted que en la Cámara baja los esfínteres descontrolados los pusieron los diputados de su partido, dejando pasar la Reforma que hoy su colegisladora combate con tan puntual y anatómica enjundia.
Tan solo espero que las discusiones en el pleno no tengan el nivel de la senadora y que las orienten partes del cuerpo más reflexivas y asociadas a la inteligencia y al conocimiento que las que reclama la representante popular.

¡Ah, aquellos tiempos de la disciplina de partido! ¡Quién hubiese llegado a pensar que fueran desplazados por la disciplina del esfínter!

En el otro extremo tampoco cantan mal las rancheras. El insufrible Senador Cordero escribe en La Razón (18.10.12): "no hay lugar para (…) dobles discursos. Abrir las puertas a la democracia, la transparencia y la rendición de cuentas en los sindicatos mexicanos es una necesidad que va más allá de cualquier ideología." ¿Cuál ideología, preguntaría yo, si el ejercicio del poder acabó con la que algún día fue del PAN? ¿Y en dónde radica el doble discurso, en quien únicamente impulsó la democracia y transparencia sindical en el apartado A del artículo 123 Constitucional, exceptuando al sindicalismo oficial; o en quienes, como Cordero y Lozano, quieren a fuerzas cargarle al PRI el fracaso de lo que su Presidente nunca propuso?

Y las momias sindicales, perdón, los líderes, más montados en el pánico que en la cólera, desnudan el pacto que hoy, afirman, quieren romper los panistas: abaratamiento del mercado laboral a cambio de conservar privilegios sindicales. Pobres trabajadores creyendo que sus líderes y representantes populares defienden las causas obreras.

Y todavía hay quien se espanta que Napito haya robado a los mineros de Cananea 55 millones de dólares y lo defienda con honestidad valiente.

Y de nuestros jóvenes ni hablar. Un oficial gringo mata a balazos y por la espalda desde el atalaya de su muro fronterizo a un joven connacional y como si la Virgen les hablara, igualitos que el gobierno mexicano, al menos en su silencio; pero que nadie se atreva a proponer inglés y computación en la preparación de normalistas porque entonces sí arde el País y anexas. ¡A quién diablos se le puede ocurrir la barbaridad de maestros preparados!

El buen Fayo Cordera se murió con la duda de si el mal era viral. Hoy hechos científicamente comprobados demuestran que sí. La ciudadanización, eso que dice Sánchez Rebolledo permite a cualquiera asumirse como representante de todos sin consultar y rendirle cuentas a nadie, es un virus que ha llegado, incluso, a nuestra sedicente intelectualidad. Si Fayo hubiese tenido que leer a los abajofirmantes en defensa del plagiario Bryce, se volvería a morir.

Oiga Usted, es que hay cosas que nomás no. Eso de que recordar al respetable de los plagios del galardonado to be constituye una "peligrosa persecución moral en decisiones de tipo artístico, algo sin duda ajeno a los ciudadanos de la cultura", comprueba que la locura de la ciudadanización, además de ser viral, es pandémica.

No sé de dónde les salió eso de que las decisiones de tipo artístico estén exentas de comportamiento ético y, menos aún, que ahora haya cultura a secas y cultura ciudadanizada, donde sus sacerdotes están por arriba de toda norma, lógica, razón y decoro. No sé qué pecado cometimos para que Dios nos castigue con esta plaga, pero es preferible el Apocalipsis a un ciudadanizado más.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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