Al estilo Tigre de Santa Julia
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Hay en el mexicano cierto atavismo inconsciente que hace prevalecer en él al aguzado que trae dentro de sí por sobre todo intento de sana convivencia. No existe, por ejemplo, fila posible de contener las ansias mexicanas por violentar su orden y brincar a los formados.
No hay legislación, por blindada que sea, que no sufra del abuso leguleyo que nos viene del "obsérvese pero no se cumpla". Somos especialistas en hacer de los derechos prebendas y explotación; en cumplir la letra de la ley, pero en violentar su espíritu; en abusar y trastocar sus propósitos.
Tal es el atropello que hoy se hace de la figura de la iniciativa preferente, en detrimento de la calidad legislativa y en busca de salirse con la suya sea como sea.
Puedo entender la despedida desesperada y derrotada de Calderón, pero la utilización de la iniciativa preferente en esta primera ocasión se acerca más al albazo legislativo que al debido y eficaz proceso parlamentario.
Bajo esta figura, "el día de la apertura del periodo ordinario de sesiones, el Presidente podrá presentar hasta dos iniciativas para trámite preferente, que deberán ser discutidas y votadas, en un máximo de 30 días naturales".
Lo anterior busca romper el círculo vicioso de la congeladora parlamentaria. Sin embargo, su buena intención es objeto hoy de abuso presidencial, según mi parecer.
Creo que la iniciativa preferente debe tener por excepción el primer periodo ordinario de sesiones de una legislatura. No es posible que a un órgano colegiado que apenas se instala se le exija estudiar, dictaminar y votar hasta dos iniciativas preferentes en 30 días naturales.
En el primer periodo ordinario de sesiones de una legislatura, o no procede la iniciativa preferente, o su presentación debe hacerse dilatada.
Manlio argumenta conocer hasta 500 iniciativas laborales que duermen el juicio de los santos en comisiones, pero no todos los diputados son Manlio, ni vienen de seis años en el Senado. La gran mayoría de los diputados llegan por primera vez al Congreso, no deciden aún la integración de las comisiones dictaminadoras y menos saben los pendientes que éstas puedan tener; difícilmente saben llegar de sus oficinas al salón de sesiones, o distinguir pasillos de puertas de cristal.
¿Qué se puede esperar, que no sea un albazo legislativo, del trabajo de un órgano colegiado de 500 miembros que apenas se está instalando, que es imberbe en el proceso legislativo, que aún no está organizado en las comisiones que permitan dividir y procesar sus trabajos y que tiene los problemas propios de todo inicio?
Habría que preguntarnos qué es lo que se pretende: sacar a como dé lugar lo que mande el Presidente en una maniobra "aguzada" de la iniciativa preferente, o priorizar el procesamiento de ciertas iniciativas sin demérito del trabajo y la calidad legislativa.
La actitud presidencial parece más encaminada a agarrar al Congreso como al Tigre de Santa Julia que en buscar la excelencia legislativa.
Para la transmisión del Ejecutivo Federal no solo se disponen de importantes fondos, sino que desde ahora se trabaja para una transmisión del poder que permita al gobierno entrante tomar las riendas del poder lo antes posible. Sin embargo, al poder legislativo, órgano colegiado y no unipersonal como el ejecutivo, se le exige que aún antes de sentarse en las curules y escaños esté operando al cien por ciento de su capacidad. Por lo menos, para efectos de dos iniciativas.
Bien hará esta legislatura en tomar nota de la dinámica perversa y trampera a la que ha sido llevada por el Presidente Calderón y evitar en un futuro que las bondades de la iniciativa preferente se conviertan en un mecanismo de abuso y sometimiento, de suerte que se excepcione de la iniciativa preferente al primer periodo ordinario de sesiones de una legislatura (distinguiendo entre las especificidades del Senado y la Cámara de Diputados), o bien que su presentación, en tal supuesto, se haga semanas después de su instalación.
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