Mientras haya…
Quien acciona el aparato judicial se somete a él y, por ende, a su resolución. Hacerlo para negar la ley, el proceso judicial, la resolución y a la autoridad, es digno de locura o perversión.
Quien demanda reconoce en el juzgador la capacidad legal de sujetar a juicio a las partes, decidir el derecho e imponer su sentencia.
El acatamiento de ésta no está al arbitrio de las partes; es por imperio de ley y con toda la fuerza del Estado.
Hay, sin embargo, en México, quien no acciona la justicia para proteger su esfera de derechos o reestablecer el orden perdido, sino para abusar del derecho a la justicia; para construir a su costa engaños, excusas y victimarios, tan falsos como su intención e iniquidad.
La reedición de los desfiguros postelectorales lopezobradoristas no pretenden justicia; abusan de ella y de los cauces que la ley garantiza a los individuos para defender sus derechos.
Nada más alejado a su interés que el imperio de la ley.
Se repite hasta el cansancio que AMLO tiene derecho a reclamar justicia, cuando él solo busca politizar los procesos judiciales, desfigurarlos en su beneficio, utilizar los instrumentos procesales como propaganda política y engaño mediático, trucar su digna derrota electoral en monstruoso fraude que inyecte vida a su eterna campaña con ropajes de lucha social.
El daño que su juego perverso causa a instrumentos, procesos y autoridades electorales es inconmensurable y lo hace, además, desvirtuando la razón del financiamiento público.
Nada puede resultar más absurdo que tres partidos utilicen los recursos públicos que la ley les concede con objeto de fortalecer la democracia en dinamitarla y desprestigiarla.
El colmo de la desvergüenza es que estos partidos no únicamente desconocen la elección presidencial, sino que desconocen y desvirtúan, también, las elecciones ganadas por ellos: en un juego sinvergüenza, diputados del PRD brincan al PT y a Movimiento Ciudadano para integrar fracciones parlamentarias y gozar del presupuesto parlamentario. Para ellos no importa el mandato de las urnas, solo el presupuesto.
Ha sido el financiamiento público a los partidos el causante del envilecimiento de la política, las elecciones y el sistema de partidos.
Hoy los partidos no se deben al ciudadano; tienen vida por las prerrogativas que los mantienen a costa y a pesar de la propia ciudadanía.
Los malos manejos financieros no son privativos de ningún partido, la variación radica en lo cerril o exquisito de sus artimañas. Y es que las moscas van a donde hay comida.
En todos los partidos unos hacen negocios, generalmente los mismos, y la política, las elecciones y la democracia paga los platos.
Los monopolios no se dan únicamente en el sector privado y sindical, al interior de los partidos los negocios responden también a esa realidad y ya no se digan los espacios de representación proporcional.
El mal ha permeado tanto que incluso en ciertos gobiernos estatales las dependencias tienen dueño. ¿A poco cree Usted que solo a la Maestra le escrituraron el ISSTE, la Lotería y otras joyitas burocráticas? ¡No Señor!, hay exgobernadores que monopolizan los nombramientos de cargos claves, por supuesto donde hay cuantiosos ingresos. ¡Quién va a querer comprar problemas, si lo que importa es el dinero!
Difícil, pues, la tiene cualquiera que realmente desee un cambio verdadero en México: gobierno, empresas y partidos están carcomidos hasta la médula. Al menos mientras haya dinero.
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