POLÍTICA

Irresponsables

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Pensar que se pueden dinamitar los lazos de convivencia entre los mexicanos como estrategia de campaña política y restituirlos pasadas las elecciones habla de una ignorancia suicida

La democracia debe ser civilizada, pero sobre todo civilizatoria.

La democracia debe ser tolerante.

La democracia debe ser respetuosa; del ciudadano y de ella misma.

La democracia debe ser seria.

La democracia debe honrar los disensos, pero buscar los consensos.

La democracia nos debe hacer mejores seres humanos y ciudadanos superiores.

La democracia, lo dice el artículo tercero constitucional, no es solo una estructura jurídica y un régimen político, sino un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.

¿En qué nos ha mejorado nuestra democracia?

¿Somos mejores ciudadanos? ¿Es nuestra convivencia respetuosa de las normas que la hacen posible; lo es del que difiere de nuestro parecer? ¿Es tolerante o es intransigente, fanática y cada vez más violenta? ¿Es informada o manipulada?

¿Estamos verdaderamente interesados e involucrados en la cosa pública, o nos comportamos como una masa rabiosa sedienta de sangre y barbarie?

¿Es nuestra democracia proba, o es desvergonzada y vergonzosa?

¿Nuestra democracia construye, une, civiliza?

Escuché por radio una mesa de debate de los coordinadores de campaña de los tres candidatos presidenciales y me resultó emética a cual más. Todo ella fue lodo, descalificación, denuncias, temeridad, asco; irresponsabilidad.

Estos señores, cuando concluyan las elecciones, se abrazarán felices en el Congreso, viajarán con sus señoras a interparlamentarias por el mundo entero y gozarán de las mieses del poder; pero los ciudadanos que sufrimos las campañas que coordinaron viviremos enfrentados sin solución por el veneno que inocularon, en nombre de la democracia, en nuestra desastrada convivencia.

Con recursos públicos pagan fortunas multimillonarias a despachos extranjeros que lo único que dejan es odio y división entre los mexicanos.

La violencia verbal y física que priva abiertamente en estas elecciones no es de generación espontánea, es producto de la torcida concepción que de la política y de la democracia tienen nuestros partidos y de su irresponsabilidad.

La convivencia humana no es un producto natural, demanda construcción de acuerdos, aceptación de compromisos y aportación de esfuerzos que deben reafirmarse día con día.

Pensar que se pueden dinamitar los lazos de convivencia entre los mexicanos como estrategia de campaña política y restituirlos pasadas las elecciones habla de una ignorancia suicida.

El México bronco no es una frase de ocasión, es un hecho histórico. Por origen somos crisol de contradicciones. Jugar con ellas es una irresponsabilidad infinita.

Demasiados y a cual más complejos son nuestros problemas para minar la convivencia pacífica y civilizada entre los mexicanos como vía para alcanzar el poder. Se corre el riesgo de llegar al poder con un México en llamas.

Hay en el ambiente político nacional demasiada intolerancia sembrada por los propios partidos políticos, directamente por sus estrategias enfermizas y loderas, e indirectamente por lo cínico e irresponsable de su actuar.

Es demasiado esperar de ellos y sus asesores una pizca de altura de miras y prudencia política. Qué podemos esperar si todo es fraude, promesas y cuchi cuchi. ¡Vive Dios!

#LFMOpinión
#Política
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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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