Protestas: aire fresco y juvenil
Como brisa de aire fresco brincan al tedio electoral protestas juveniles. No pudo faltar el medro oportunista y electorero de quienes de todo pretenden sacar raja, pero las protestas allí están y resaltan por una espontaneidad y vitalidad ajenas a nuestro sistema de partidos.
En un primer acercamiento al fenómeno, alcanzo a vislumbrar tres razones de la inserción juvenil a las campañas electorales:
Electorado espectador.- Todas las campañas pecan de un mismo mal: su diseño considera al electorado como un espectador estúpido y pasivo, obligado a tragarse toda la propaganda chatarra que le manden.
En ellas nadie tiene participación real, ni se ve reflejado.
La mercadotecnia ha vaciado de ciudadanos, contenidos y propósitos la política. Los grandes problemas de nuestra sociedad han sido dejados a un lado por imágenes, música y frases huecas que remueven nuestras emociones, pero no movilizan pensamiento, voluntad y acción ciudadana alguno.
El electorado debe conformarse con observar, de lejos y en silencio. Cuando mucho puede discutir el tema insulso que nos imponen como distracción diaria, como los bolsos de la hija de Romero Deschamps, que movilizan nuestro más justificado enfado por una realidad injusta y absurda, pero no conducen a nada en la solución de los asuntos públicos.
Las campañas, además, consideran al elector como retrasado mental. Preguntan qué color le gusta y qué problema le preocupa y con eso lo engañan haciéndolo creer que conocen la realidad y que tienen las soluciones a sus problemas, cuando lo único que hacen es decirle lo que quiere oír.
Los jóvenes se sienten ajenos a las campañas y a lo que ahora nos dicen que es política; se niegan a ser tratados como idiotas; a ser engañados con frases huecas, miedos míticos, escándalos mediáticos, guerritas fecales y cuentas de vidrio; a ser espectadores pasivos del desastre nacional. Se rebelan ante una realidad absurda, suicida y sin salida, de la que las campañas no se hacen cargo. Se indignan por un futuro ominoso al que ningún candidato hace frente.
Democracia televisiva.- La democracia moderna adolece de una deformación estructural: su naturaleza televisiva. Debido al crecimiento demográfico no puede haber democracia sin televisión, pero la televisión no es un actor neutral, incoloro e inodoro; es un agente con grandes intereses, poderes y apetitos.
La televisión en el mundo entero, pero en México cuantimás, se ha convertido en el principal jugador –y hasta hace poco en nuestro país, ganador neto- de la democracia. Nada más que era un jugador que se mantenía en las sombras y cuya mano nadie veía mecer la cuna. La televisión se posiciona como un actor al margen del juego democrático, como juez imparcial y desinteresado, como Teresa de Calcuta de la democracia, cuando es todo lo contrario, es un jugador omnipotente, omnipresente, desalmado, sin ataduras ni responsabilidades sociales, impune. Un jugador que a nadie rinde cuentas. Un jugador, finalmente, que tiene la capacidad de distorsionar todo el ejercicio democrático a discreción y arrodillar a los demás jugadores, empezando por el Estado, impotente para acotar su hegemonía.
Resalta que el primer reclamo juvenil no haya sido ante partidos o autoridad, sino ante Televisa.
¡La democracia ha alcanzado a la televisión! Los jóvenes reclaman que todos los actores carguen con los costes sociales de su hacer. No más jugadores ocultos en nuestra democracia.
Opciones dignas a elegir.- Elegir, por sí mismo, carece de valor si las opciones disponibles no son dignas de ser elegidas.
Democracia es mucho más que el derecho a votar, la parafernalia propagandística y la infraestructura electoral. Democracia es, ante todo, opciones reales, confiables y dignas de ser electas.
El reclamo juvenil reprueba el circo electoral y su vacío optativo.
El páramo de las elecciones del 2012 muestra el fracaso de nuestro sistema de partidos y del modelo de democracia que hemos construido. Estas elecciones, sus candidatos, partidos y cobertura no entusiasman a nadie. Y eso es lo que reclaman los jóvenes. Una verdadera democracia, no una democracia de cínicos y mercaderes. Una democracia de ciudadanos.
¡Bienvenido el reclamo juvenil!
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