POLÍTICA

Los deudos del PEMEXGATE y los enemigos encamados de Peña Nieto

Los deudos del PEMEXGATE y los enemigos encamados de Peña Nieto

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En la oscuridad de su subsuelo cientos de millones de pesos se distribuían en cajuelas incógnitas

Cuando maletines llenos de dinero ingresaban a sus estacionamientos para desaparecer por siempre, el PRI pasaba la mayor astringencia económica de su historia. Los acreedores se multiplicaban por horas, su plantilla de personal se reducía al mínimo; teléfonos, equipos de cómputo y oficina, mobiliario y vehículos también. Los pocos trabajadores que conservaron su empleo tenían que sufragar su café, azúcar y hasta papel de baño. Pisos enteros quedaron vacíos, pasillos y baños sin servicios de aseo, el abandono era ostensible, la pobreza más.

Sin embargo, en la oscuridad de su subsuelo cientos de millones de pesos se distribuían en cajuelas incógnitas.

Lo único que se sabe es que personas que trabajaban en el PRI, pero en áreas ajenas a las administrativas, retiraron de una cuenta del Sindicato de PEMEX 500 millones de pesos y que ese dinero jamás ingresó a las finanzas del partido.

Fox, como todo en estos dos gobiernos panistas, armó un espectáculo; en lugar de buscar el destino del dinero fue al origen: Rogelio Montemayor, exdirector de PEMEX, fue perseguido con saña infame por haber firmado contratos aprobados por su consejo de administración y que nunca fueron declarados ilegales. Mientras se le perseguía, su sucesor firmaba contratos idénticos y por cantidades mucho muy superiores. A la fecha se suceden con normalidad la firma de instrumentos jurídicos por los que PEMEX paga al sindicato en efectivo prestaciones laborales no cumplidas en especie.

A Montemayor nadie lo defendió, ni un priista alzó la voz por él; menos aquellos que se beneficiaron del dinero que salió legalmente de PEMEX, aunque haya tenido un final de otro cariz.

Pero no fue él la única y mayor víctima. El PRI y todos los priistas pagaron el escarnio, el escándalo, la ignominia y, además, una multa de mil millones de pesos.

El IFE se prestó a imponerla con pruebas ilegales y de ninguna manera concluyentes. El agradecimiento panista a los autores de esta multa puede rastrearse en las nóminas de Gobernación, Seguro Social, Comunicaciones y Transportes, IFAI, Educación Pública, Cámara de Diputados y, pronto, también de Senadores, por aquello del fuero, ya ve usted que la vida da muchas vueltas y lo que ayer fue Pemexgate mañana puede ser Estelagate.

El Tribunal Electoral perdió su verdadera oportunidad de independencia. Lo pagó cerrando el ciclo de su ignominia declarando ilegal la intervención del Presidente -que calificaba de marranadas sus sentencias- pero válida la elección más cuestionada e intervenida de México.

El daño al PRI fue devastador. La mácula aún permanece. El PRI y toda su militancia pagaron por actos de unos cuantos que actuaron, no solo en la ilegalidad, sino en el anonimato y la traición. Personas que se beneficiaron a costa del partido y sus compañeros, y que le deben a uno y otros la verdad.

Es obvio que los líderes petroleros no fueron beneficiarios de ese dinero. No necesitaban de tan absurda tramoya y de personajes ajenos y menores para moverlo del sindicato a sus bolsillos.

México tiene derecho a saber qué pasó con ese dinero, a comprobar que la corrupción, por más enraizada que esté, no es social ni institucional, sino de unos cuantos bribones.

El PRI tiene derecho a limpiar su nombre y los priistas su honra, incluido Montemayor, chivo expiatorio del show foxista.

Salvo un error hecatómbico o una intervención presidencial en las elecciones de aún mayor envergadura, Enrique Peña Nieto habrá de ganar la Presidencia bajo los colores del PRI.

Esta oportunidad que el pueblo vuelve a darle al tricolor demanda del mismo limpiar su nombre, pero también su casa.

El PRI y los priistas deben ser los primeros en exigir la aclaración del Pemexgate y demandar que nunca más unos cuantos mancillen el trabajo, el nombre y la honra de todos. Peña Nieto, por elemental instinto de sobrevivencia, debe separar el trigo de la cizaña antes de que sea muy tarde.

No es inocularse contra la guerra desesperada del Señor Solá, su disminuida candidata y su desprestigiado escudero Molinar; es vacunarse contra enemigos encamados que, si fueron capaces de medrar en la derrota, cuantimás lo querrán repetir en el triunfo.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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