POLÍTICA

Lesa discriminación

Lesa discriminación

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Toda experiencia muestra que la política de cuotas solo beneficia a las oligarquías

Los derechos de la mujer son. No están a discusión. El problema es cómo los hacemos efectivos.

Porque uno es el fin perseguido y otros los medios para alcanzarlo. Más aún cuando en México la mezquindad de nuestra partidocracia pervierte la teleología de la norma, secuestra el supuesto normativo y convierte medio y fin en instrumento y confirmación de la Ley de Hierro de su oligarquía (Michels).

En México la única política de género que existe es la "cuota de género". Toda la grandilocuencia, el fervor y la enjundia por la equidad de género, no han podido pasar de una política pírrica y falsa como lo es la de cuotas.

Toda experiencia muestra que la política de cuotas solo beneficia a las oligarquías.

En el PRI han existido siempre las cuotas y de ellas nunca se han beneficiado sus supuestos destinatarios. La cuota obrera solo ha servido para que Guzmán Neyra, como antes Hilda Anderson y tantos otros liderzuelos, se eternicen en cargos legislativos de representación proporcional.

La cuota popular, por su parte, como la juvenil o la campesina, únicamente sirven para que los líderes en turno ocupen un lugar en las listas de candidatos, pero jamás en beneficios tangibles, en políticas públicas, ni en programas de gobierno que favorezcan a sus agremiados.

En el caso de la cuota de género el problema es mucho más grave, porque pretende imponer un porcentaje determinado de posiciones políticas con independencia del mandato democrático.

Hoy el Tribunal Electoral, en una interpretación absurda, exige cuota de género hasta de las candidaturas resultado de una elección interna. ¿Cómo se puede imponer cuota de género a la libertad del voto, si el elector es libre de votar por quien y como quiera? Pero ello será objeto de ulterior entrega.

En ésta quiero abordar el tema de que la cuota de género es en sí misma discriminatoria y no es una verdadera política de equidad de género.

Equiparar el derecho a la igualdad de la mujer con la cuota de género no es solo un gran absurdo, sino algo perjudicial para la mujer, para el hombre y para la política. La cuota de género no es más que una discriminación embozada de las dirigencias femeninas hacia la mujer en general; discriminación que alcanza al varón al que se le cierran espacios y oportunidades; y empobrece la política al privilegiar la cuota sobre el mérito y la capacidad.

La cuota discrimina. Las cúpulas en la cúpula copulan. Son endogámicas y terminan siendo gerontocráticas. Nunca democráticas.

Las cuotas no son instrumentos de capilaridad social y política, lo son de control excluyente y discriminante.

¿Ayudó en algo la cuota de género a la mujer yucateca cuando la Gobernadora (nótese el género) la utilizó para colar subrepticiamente a su hermana a la lista de diputados en el cuarto lugar, sin mayor mérito que su parentesco; y para sustituir a un candidato electo en proceso interno por su prima que es, además, esposa de su chofer? ¿No es eso discriminatorio e infamante para todas las priistas del Estado, no es ofensivo para cualquiera que respete la política como noble actividad, no es incluso segregacionista e injurioso para los priistas hombres que también se vieron desplazados?

¿Para eso es la cuota de género? ¿En qué protegieron y maximizaron dichos "dedazos cuóticos" a los derechos de las yucatecas, de las priistas… del género?

La cuota de género, además de solo beneficiar a las dirigencias, nos ha llevado al cinismo y a la simulación.

Pero peor aún, nos ha llevado al detrimento de los órganos públicos. No hay que estar solo al resultado cuantitativo en la integración de la mujer a cargos públicos, cuanto a atender el cambio cualitativo que su inserción inyecte verdaderamente a los mismos. No se trata de que lleguen mujeres, con independencia de sus capacidades, se trata de que lleguen las mejores mujeres. Pero si lo único que logramos es que las mismas mujeres brinquen de un órgano a otro, sin renovación de cuadros, o, peor aún, que sean hermanas, novias, hijas, esposas o amantes de dirigentes que se aprovechan de las cuotas para cobrar su cuota personal, en nada se enriquece la vida pública de la Nación.

Las cuotas, pues, no son la vía idónea para impulsar la igualdad y llegan a ser, paradójicamente, instrumentos de lesa discriminación.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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