POLÍTICA

Intercampañas

Intercampañas

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La figura de precampañas no responde a un diseño integral del proceso electoral, sino a los juegos de espejos de nuestros partidos políticos

Las elecciones son víctimas del cinismo que priva en nuestra vida electoral.

Que no se quejen los partidos: el berenjenal en el que estamos inmersos responde a su afán de engañarnos y engañarse.

Sabedores del hartazgo y enojo ciudadanos por sus onerosas, interminables e insufribles campañas electorales, cambiaron todo para no cambiar nada: las campañas son ahora de 60 días nada más, pero antes hay precampañas y al final todo sigue igual.

Las precampañas son una excusa para posicionar a aspirantes con poca recordación ante la opinión pública. Los candidatos del PRI y PRD no necesitaban tal pantomima y por tanto nos las ahorraron, pero Calderón estaba urgido de engordar su caballada y nos recetó la tediosa precampaña panista.

Y si bien el PRI y el PRD no requirieron del garlito de la precampaña, ante la existencia de una en la acera de enfrente, hicieron una campaña abierta… ¡pero solo con militantes y simpatizantes! "No andamos de precampaña, solo nos reunimos los cuates en acarreos masivos, todos los días y por toda la República."

Precampañas, por otro lado, que en lugar de por elecciones se deciden por encuestas. ¡Vive Dios! ¡Qué tomadura de pelo!

Y en el periodo de intercampañas veremos actos multitudinarios todos los días de todos los partidos, pero en ninguno se llamará a votar a nadie para que no se les acuse de hacer campaña. Es decir, una campaña no campaña, o una campaña disfrazada de intercampaña. Hipocresía y cinismo puro.

Y luego se sorprenden porque surgen dudas para las que no hay respuesta. Y no la hay porque la figura de precampañas no responde a un diseño integral del proceso electoral, sino a los juegos de espejos de nuestros partidos políticos.

Para todo efecto práctico las campañas siguen siendo igual de largas, costosas y anodinas, así se les divida en precampañas, intercampañas y campañas.

Los partidos ya no gastan en compra de tiempo en radio y televisión, pero su financiamiento público, no obstante tener menos días de campaña, no bajó en comparación con elecciones anteriores.

Y como la excusa fue hacer campañas embozadas en precampañas, ahora resulta que en términos de ley debe de haber un tiempo para substanciar posibles impugnaciones a los resultados de las precampañas, y, como en materia electoral hay recursos intrapartidarios y de justicia federal, se requieren 45 días durante los cuales, en estricto derecho, aunque haya candidatos únicos, no hay candidatos aún registrados, porque el registro se abre hasta finales de marzo que concluyan los posibles juicios y, por ende, no pueden hacer campaña.

En lo que no pensaron nuestros partidos cuando parieron la reforma del 2007 es qué hacer con los candidatos todo ese tiempo.

Que no se desgarren ahora las vestiduras, ni se llamen a sorpresa, ni le reclamen oscuridad al IFE.

Bien sabían que los candidatos, aún no registrados, no podían hacer campaña pero tampoco se podían encerrar bajo siete llaves durante los 45 días entre precampañas y campañas.

Y saben muy bien qué es lo que pueden hacer y qué no. Ellos hicieron esta ley. Que no se hagan las víctimas.

En lo que no pensaron fue en las inconsistencias y contradicciones de un Tribunal Electoral integrado por cuotas partidistas y en la animadversión de medios sancionados o cuando menos molestados en sus derechos por ejercer su tarea de informar.

Pero claro, como estamos en proceso electoral, a ningún partido le conviene que se recuerde la paternidad de la malhadada reforma y entonces la enderezan contra el IFE, como si ellos solo fueran invitados de piedra.

Los candidatos pueden hacer en intercampañas todo lo que no sea campaña política. Así de fácil y así de difícil. Más cuando es uso y costumbre entre nuestros partidos demandar al adversario porque voló la mosca.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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