POLÍTICA

Matar al réferi

Matar al réferi

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El IFE está pagando borracheras ajenas

Mal empieza la semana para quien es ahorcado en lunes. Lo mismo podemos decir del proceso electoral en curso. Y no es que la organización de las elecciones adolezca de deficiencias o negligencias. Se puede decir que en sus tareas sustantivas el IFE ostenta una maquinaria aceitada, profesional, eficiente y eficaz.

Sus problemas están en otros rumbos y dinámicas, pero lo maltratan mucho antes de iniciado el proceso electoral en curso.

El IFE está pagando borracheras ajenas.

Todos sus conflictos, salvo el de la designación de tres consejeros, han tenido que ver con la nueva legislación que le asigna la facultad de administrar los tiempos del Estado en radio y televisión en beneficio de los partidos, precandidatos y candidatos, misma que privó a los concesionarios de estos medios de ganancias multimillonarias.

Medios y partidos han declarado temporada abierta contra el IFE, a la que se suma, extraviado en sus contradicciones, el propio Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Nuestros partidos olvidan que fueron ellos quienes contra viento y marea impulsaron las reformas que hoy tienen en crisis a las instituciones y procesos electorales, así como a los propios partidos y sus abanderados en ciernes.

Los medios, además de defenderse de una legislación oscura y porosa, así como de sus consecuentes sanciones, aprovechan para cargarle al IFE la factura de los ingresos de que fueron privados por partidos y legisladores federales.

Algunos representantes de la llamada sociedad civil que comparten intereses oscuros con alguna bandería partidista, también la cargan contra el IFE por haber sido privados de la libertad de la que abusaron hace seis años con el cinismo irredento que los caracteriza.

La reforma electoral, además, en una pretensión absurda de regular hasta el palpitar de partidos, precandidatos y candidatos, tiene a todos inmersos en un batidillo de una ópera bufa.

Y así como son los propios partidos quienes desconfían de los ciudadanos que militan en ellos, exigiendo para ciertos cargos la no militancia partidista, así también son ellos mismos los primeros en recelar de quienes hacen política, poniéndoles trabas y reglamentaciones que la anulan, para luego culpar de ello al IFE.

Parafraseando a un clásico: el IFE es responsable del timón, pero la tormenta es hechura de otros.

Se critica mucho al IFE por la confusión generada en torno a la legalidad de organizar debates en y por medios de comunicación. El debate de los debates. Pero el IFE siempre ha dicho que los debates son legales e, incluso, deben ser impulsados por los medios como parte vital de la democracia (CG291/2011). Ha sido el Tribunal, al resolver un recurso de la elección de Gobernador de Nayarit, quien determinó que la transmisión íntegra de un debate intrapartidario en tiempos no ordenados por el IFE no se encuentra amparada en la libertad de expresión ni en la actividad periodística, por lo que es adquisición indebida de tiempos de televisión. Que debatan, sí, pero en lo oscurito y que nadie se entere, determinó la ponencia de Nava Gomar y aprobó el pleno de la Sala Superior (SUP-RAP 459/2011).

Es esa resolución la que tiene al proceso electoral de cabeza y convulso.

Lo que no entiendo es por qué el IFE no solicitó ipso facto una aclaración de sentencia.

Otro tema, que queda a la honorabilidad de partidos, medios y conductores, son los arreglos económicos bajo la mesa que suelen hacerse para ese tipo de coberturas; pero ése no es un problema de legislación electoral, y menos de la autoridad encargada de organizar elecciones, sino de madurez y responsabilidad de dichos actores sociales.

Las elecciones son responsabilidad de todos: ciudadanos, partidos, actores sociales y autoridades. Es tiempo que todos nos hagamos cargo de una legislación tortuosa que a todos obliga y sumemos nuestro esfuerzo por sacar adelante, y a pesar de ella, el proceso electoral. Matar al réferi no va a servir de nada.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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