POLÍTICA

Genocidio

Genocidio

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Más gente se muere en el mundo por el hambre y enfermedades aliadas a la pobreza, que por guerra

Primero fueron los pueblos, luego los gobernantes, después los políticos; hoy sabemos que los culpables siempre fueron los señores del dinero y su voracidad depredadora.

Así la gran mayoría de la humanidad llegó a aceptar que era refractaria al desarrollo, incapaz de estados de bienestar y de niveles de eficiencia y eficacia. Pueblos condenados al atraso por taras congénitas, expulsados desde el génesis del progreso reservado a los elegidos.

Y como cada pueblo tiene los gobiernos que se merece, estos puebluchos marginales tenían que tener gobiernos bananeros, ineficaces y corruptos. Maldición sobre maldición. Allí estuvo por mucho tiempo la explicación de todos los males.

Finalmente fue el político. La actividad y el sujeto fueron objeto de las andanadas indoctrinadoras de los verdaderos centros del poder. Político igual a nefasto, Estado igual a corrupción, política igual a enemiga pública número uno de la libertad sin cortapisas. Empresario y empresa igual a salvadores.

¡Fuera Estado y política!, gritaron, ¡dejad a la sabiduría del mercado florecer en justicia!

Y floreció la miseria globalizada, la concentración de la riqueza mundial en unas cuantas manos y el rompimiento de los lazos comunitarios de cohesión y solidaridad social.

Hoy los Estados son solo soberanos de nombre, los gobernantes empleados o personeros de las grandes corporaciones y el individuo está solo y reducido a espectador-consumidor manipulado por sus apetitos y sus miedos.

Por supuesto que todo pueblo tiene debilidades que debe resolver, así como también hay responsabilidad de muchos gobiernos ineficaces y corruptos, y políticos despreciables y culpables de barbaridad y media.

Sin embargo, la humanidad hoy empieza a ver que, con independencia de la especificidad de cada caso, la constante de todos los fracasos que ha sufrido en los últimos cuarenta años responde a la manipulación comunicacional y apetito económico de los grandes centros de poder monetario, concentrado hoy en unas cuantas empresas y empresarios.

El movimiento de los indignados, de alcance global, ha señalado el verdadero problema. Por supuesto que tenemos que mejorarnos como pueblos y naciones, indefectiblemente tenemos que tener gobiernos eficientes y eficaces, y definitivamente tenemos que contar con políticos profesionales comprometidos con las causas sociales, honestas, capaces y eficaces. Pero podremos tener todo eso y no salir adelante porque el modelo económico y el paradigma de vida que nos ha sido impuesto por los centros efectivos de poder es uno de capitalismo depredador y voraz, donde el individualismo ha suplantado a la comunidad y la manipulación mediática a la cohesión social.

El modelo de desarrollo que nos han vendido es uno en donde solo unos cuantos ganan y todos los demás perdemos.

Una compañía privada puede quebrar a naciones enteras y no pasa nada. Pueblos completos pueden perder sus riquezas naturales, sociales y económicas, y la maquinaria explotadora continuar impunemente destruyendo a otros pueblos, sin que nadie haga nada más allá de algún programa de ayuda humanitaria, pero sin que jamás veamos llevados ante la justicia a los responsables de semejante devastación. Los empresarios responsables de la miseria de naciones enteras y muerte de sus pueblos ejercen un tipo de genocidio que debe ser sancionado.

Más gente se muere en el mundo por el hambre y enfermedades aliadas a la pobreza, que por guerra. La miseria y hambre, enfermedad y mortandad resultantes, responden a los modelos económicos impuestos, a la explotación irresponsable de riquezas naturales, a contaminación culposa del ecosistema, al capitalismo voraz y depredador, al afán enfermizo de concentrar la riqueza sin responsabilidad social.

Veamos quiénes se han beneficiado de la pobreza mundial y encontraremos a los responsables de nuestras miserias.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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