Vocaciones Suicidas
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Un signo de la decadencia política es la miopía y vocación suicida de nuestros partidos.
En alguna ocasión, pregunté a José Luis Lamadrid acerca de algunas inconsistencias en el COFIPE, me contestó que el Código estaba lleno de siderales hoyos negros; mas no por errores de técnica legislativa, atajó, sino por ser producto de una violación tumultuaria: "Cada partido, dijo, sumó candados con miras a amarrar a su adversario e introdujo pasadizos y puertas falsas en un supuesto beneficio propio". El resultado es la legislación electoral más compleja y paranoica posible.
El error primigenio del COFIPE es partir de la presunción de mala fe de todos los actores posibles: autoridades, partidos, candidatos, observadores, funcionarios de casilla, electores, medios, sacerdotes, notarios, funcionarios públicos y una lista interminable de terceros. Es una ley que, por un lado, supone que todos somos unos facinerosos electorales y vivimos solo para violentar la ley, y, por otro, deja abiertas rendijas para que los iniciados puedan violarla impunemente. No es una ley para organizar elecciones, sino para que nadie más que yo (yo es cada uno de los partidos) pueda hacer trampa mientras busco que los demás queden amarrados, señalados y perseguidos.
Los partidos se sorprenden y desgarran sus vestiduras por una legislación prohibitiva e inaplicable… que ellos mismos construyeron. La última y maltrecha Reforma responde al reclamo de López Obrador por la indebida injerencia publicitaria de la derecha montaraz en las elecciones del 2006, y quien la impulsó, movido por su rencor a la traición de Televisa, fue Santiago Creel. Ambos sufren en carne propia la hechura de una ley coyuntural, contrahecha e ineficaz.
Cuando el PAN demanda a PRI y PRD por actos anticipados de campaña, López Obrador se llama a sorpresa y consulta al Tribunal qué sí y qué no puede hacer, pero se olvida, o quiere olvidarse, que el criterio establecido por el Tribunal para candidatos únicos en precampaña fue fijado por una demanda que el PRD presentó contra Eruviel Ávila en el Estado de México.
Los panistas desgarran sus vestiduras porque el PRI y el PRD tengan vida partidista. Tenían el sueño guajiro de que solo ellos y su pantomima de proceso interno iban a tener exposición mediática, mientras que priistas y perredistas se verían obligados a invernar bajo siete cerrojos.
Lo que está prohibido es hacer precampaña llamando al voto, pero los derechos ciudadanos de pensar, expresarse, asociarse y participar libremente en la vida política de la Nación no están conculcados, ni pueden estarlo en beneficio de enanos cálculos electoreros.
Los partidos son asociaciones ciudadanas para la participación política. Se requiere estar tapado del cerebro pensando que, precisamente para asegurarla, debe de prohibirse.
Lo que debe de regularse son los recursos que se inyectan en las precampañas, no prohibir la expresión, asociación y participación política ciudadanas.
La legislación actual pretendió, de allí su absurdo, ponerle cercos al océano. La reforma nació muerta, careció de visión y convirtió en crisis los problemas que tenía que resolver. Hirió de muerte al IFE, enardeció a las franjas de la ultraderecha al cerrarles la intervención de sus recursos en campañas paralelas, exhibe las contradicciones jurídicas de un Tribunal errático, desnudó las miserias del sistema de integración de órganos por cuotas partidistas, cierra las posibilidades de la deliberación política y abre las puertas al hartazgo ciudadano, de suyo rebasado, con millones de spots insulsos y bobos.
Las causales de nulidad nacieron rebasadas y permanecen intocadas desde 91, los tipos delictivos electorales son una burla mal contada, la regulación de partidos es una pantomima y la democracia está cada vez más alejada del ciudadano, o el ciudadano de quienes viven y abusan de ella.
Con su pan se lo coman. Mientras los partidos se sacan los ojos, cavan la tumba donde la ciudadanía los enterrará en el mayor de los desprecios.
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