POLÍTICA

México en riesgo

México en riesgo

Foto Copyright: lfmopinion.com

Lo que está en riesgo no es una Presidencia, es México

El clima de crispación que prevalece en México no es el más indicado para transitar un proceso electoral. Nuestra endeble democracia está en grave riesgo. Los agresores pueden ser de cualquier signo y latitud, ajenos al circuito electoral e, incluso, al propiamente nacional.

Lo más grave y lamentable es que la situación de víctima propiciatoria en que se encuentra nuestra democracia ha sido abonada con tenacidad y esmero por nuestros actores políticos.

Se han prohijado condiciones que hacen posible la no realización de las elecciones, su descarrilamiento por hechos violentos, o bien su impotencia por conflictos post-electorales.

El México Bronco que Reyes Heroles recomendó no despertar, está más avispado que nunca y tira golpes a diestra y siniestra desde ¡Los Pinos!

Ejército y Marina están en las calles, no en sus cuarteles, y sin embargo el crimen tiñe de sangre nuestro acontecer urbano, en tanto que en el campo la producción de estupefacientes crece exponencialmente. La violencia se señorea en todo el territorio nacional con una barbarie inédita y su macabra realidad, en lugar de orillarnos a encontrar unidos la solución, es aprovechada como ariete político y electoral para desprestigiar al adversario, desdorar el poco lustre que le queda a la política, socavar instituciones, poner en riesgo elecciones, socializar culpas y, suicidamente, tratar de llevar agua al molino de un partido-gobierno en avanzada agonía.

Esta situación y el monotematismo presidencial han hecho imposible cualquier análisis ponderado de la realidad, ninguna hipótesis despolitizada es creíble y aceptable, ningún planteamiento y acuerdo transitables.

La polarización se ha adueñado del País. Pareciera que estamos frente a la lucha final y bíblica entre el bien contra el mal, y no en un proceso electoral.

La participación ciudadana madura, objetiva e informada se hace imposible, cuando solo privan las pasiones y los planteamientos demagógicos y cortoplacistas.

La realidad nos está mostrando que la democracia exige un clima elemental de respeto, armonía, tolerancia y concordia.
Sin civilidad no hay elecciones posibles.

El encono entre los adversarios debe tener por límite la conservación del proceso electoral y del cuerpo social que lo ejercita. Cuando las elecciones se salen de cauce, cuando el adversario se convierte en un enemigo y la contienda en guerra, deja de haber democracia y regresamos a la Ley de la Selva. Cuando alguna de las partes está dispuesta a incendiar al País antes de reconocer la posibilidad del triunfo del contrario, no hay democracia, ni libertad, ni futuros posibles.

Los ánimos en México están demasiado caldeados, la rabia es apenas contenida, el encono se percibe en el ambiente. Cualquier conversación que roce el tema electoral está cargada de rayos y centellas, y los agravios, rencores y cólera están a flor de piel; la descalificación personal es el único argumento admisible y el parecer contrario no amerita el menor de los respetos y sí la más irreductible de las furias.

Esa no es la democracia que quisimos construir. Durante años buscamos un sistema democrático entre hermanos mexicanos, no una guerra a muerte entre enemigos irreconciliables.

Tenemos que serenar los ánimos. Todos, sin distinción. Tenemos que moderar el lenguaje, tenemos que recuperar la política de la beligerancia que la tiene secuestrada. Debemos forjar un verdadero pacto de responsabilidad democrática, de civilidad política y de tolerancia ciudadana. Debemos someternos todos, sin dobleces ni mascaradas, al imperio de la Ley. Lo que está en riesgo no es una Presidencia, es México.

No abramos puertas por las que los enemigos de México puedan colar sus intereses y mezquindades. Cerrémosle el paso a la división. Aprendamos a disentir sin odios, sin rencores, sin dogmas.

En la democracia no hay buenos ni malos, tampoco juicios finales. Hay ciudadanos decidiendo su vida en común, empezando por su pervivencia.

#LFMOpinión
#Política
#México
#Presidencia

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: