Estorbo
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Quien no debiera estorbar es Fox.
Un amigo que trabajó con él (y sobrevivió sin perder la razón), dice que los dislates de Fox son estrategias comunicacionales para alterar la agenda política, distraerla o treparse en ella.
No lo dudo, pero una cosa es capacidad de ruido político y otra hacer política.
Sea lo que sea que hoy se haga no es política.
Fox pide al IFE no estorbar el proceso democrático, para estorbarlo él. Aduce una supuesta censura del IFE que no ha existido y culpa a la autoridad electoral de disposiciones legales impulsadas desde el Senado por su compinche Creel y su partido.
Puede que Fox sea hábil para generar estática política, pero su inconsciente siempre termina por traicionarlo: "… pido -dijo- a todos los candidatos que hablen hasta hartarse pero con la cabeza, que propongan, ya no repetir lo mismo que venimos haciendo".
Eso que hablen hasta hartarse suena a pleonasmo. En México lo que sobra es ruido y hartazgo de merolicos impostados en políticos. Los aspirantes a candidatos, principalmente del PAN, hablan todos los días y hasta el hartazgo, fieles al paradigma Fox. El problema es que, al igual que su paradigma, nada dicen.
Lo que falta en México es deliberación y espacios de análisis ponderado y objetivo, es decir, silencio para pensar.
Lo dice Fox, por supuesto sin darse cuenta: "no repetir lo mismo que venimos haciendo"; es decir, no hablar sin la cabeza… cual Chachalaca.
El ingrediente sine qua non de la democracia es la deliberación política, el Ágora. En México hemos convertido el Ágora en Babel, la deliberación en ruido, la política en circo, el político en imagen.
La capacidad deliberativa del mexicano, al igual que muchas de nuestras instituciones, ha venido siendo desmantelada e inutilizada paciente pero implacablemente.
El discurso y la dinámica comunicacional que prevalecen impiden entrar al análisis objetivo de cualquier asunto. Nuestras discusiones son epiteliales, jamás entramos al corazón de los temas.
El medio ha pervertido al intelecto. Acostumbrados al formato televisivo de bits, frases huecas e imágenes escandalosas, que imposibilitan ver la densidad de los problemas, simplificamos éstos hasta su caricaturización y en vez de estudiar, analizar, sopesar y discernir, condenamos o idolatramos ciegamente, movidos por la manipulación gástrica de nuestras emociones, no por la razón.
Un ejecutivo de la televisión me decía hace días, con una convicción que espanta, que ésta puede destruir mañana la fama pública de todos los aspirantes a Presidente y crear de la nada a un jugador nuevo que haga ganar. Quizás su pretensión sea un poco guajira, pero responde a la dinámica de aceptar encapsulada y acríticamente todo lo que se nos dé.
El fenómeno es gravísimo y de alta peligrosidad. Ninguna discusión puede llegar a buen puerto si no nos hacemos cargo de la densidad de los problemas.
Estamos por entrar a un proceso electoral y todo hace pensar que en él va a prevalecer la descalificación del adversario, como prevalece de tiempo atrás en toda discusión y tema.
El dilema es terrible, cualquier candidato que quiera plantear con seriedad un asunto, sabe que está condenado a perder la audiencia.
Recordemos que la propuesta de Fox en el 2000 fue "Ya". Jamás dijo nada más y con eso ganó. Así nos fue.
Fox descarriló el proceso democratizador mexicano iniciado en 1977. A cambio nos dio ruido. Los resultados están a la vista.
Tiempo es de pedirle a los estorbos de nuestra democracia se hagan a un lado, de tirar los bultos y lastres, de acallar la estática y analizar con objetividad y paciencia nuestra realidad.
Tiempo es de rescatar el Ágora de la Babel que la tiene secuestrada.
Tiempo es de callar a las chachalacas.
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