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Imposturas

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Poco vivieron los que no alcanzaron a ver la hipocresía de estos falsos sacerdotes de la democracia

Eran los años de la ciudadanización y el apartidismo. Aquellos en los que cualquier pose era aplaudida. Nada importaban contenidos, argumentos y normas; bastaba la impostura. Flanqueaban en el zócalo a Andrés Manuel, Creel y Ortiz Pincheti. Eran las primeras cajas de papeles que nada probaban y de denuncia mediática. Como tantas veces después ha quedado demostrado, nada había, sólo un burdo montaje.

Creel y Ortiz Pincheti eran Consejeros Ciudadanos del IFE, se presumían apartidistas, apolíticos, angelicales; representantes de la sociedad civil no sujetos más que al juicio de la divinidad; ajenos a los apetitos del poder, a las miserias partidarias, a las debilidades de la soberbia, a la servidumbre de la fama asistida por los factores reales de poder. No obstante, alineaban abiertamente en una estratagema partidista, un escándalo mediático y una falta a sus responsabilidades públicas. Auspiciaron su tantas veces negada carrera política a costa de la normalidad democrática, buscaron el reflector, no la verdad jurídica; apostaron a la impostura, no a los principios electorales.

Poco vivieron los que no alcanzaron a ver la hipocresía de estos falsos sacerdotes de la democracia: Creel, Molinar, Lujambio y Granados Chapa personeros del PAN, Ortíz Pincheti del PRD, Jaime Cárdenas del PT, Zebadua del PANAL.

Lo increíble es que Creel crea que todavía puede engañar a alguien.

Creel fue en su momento un invento mediático contra el hartazgo de políticos tradicionales. Eso, sin embargo, no lo hace político.

Creel se ostentó como apolítico para trepar al escenario político.

Creel engañó con su impostura apartidista para favorecer al PAN e incrustarse en su estructura sin mérito alguno.

Creel alardeó ser representante de la sociedad civil cuando sólo representaba su desmedido apetito de poder.

Creel, contra la normatividad aprobada por el Consejo del que formaba parte, introdujo a un grupo de periodistas al PREP y manchó la elección imputando fraude donde sólo había inconsistencias en el llenado de actas electorales.

Creel, mismo día que el Consejo General del IFE aprobó el Reglamento de Debates, que fija un tiempo límite por intervención, arguyó que sus compañeros consejeros le habían cedido su derecho a tiempo para poder hablar más de una hora. Tal es su respeto a las normas, así las apruebe con su voto.

Creel olvida que fueron sus excesos los que llevaron al constituyente permanente a cesarlo en su encargo vía reforma constitucional.

Creel, sabedor que el mismo constituyente le prohibió buscar un cargo de elección popular de forma inmediata, habida cuenta de su impúdica preferencia partidista, irrespetuosa de la norma, como siempre ha sido, le dio la vuelta para ser diputado, por cierto, sin pena y sin gloria.

Creel fue Secretario de Gobernación de Fox. Mácula suficiente para esconderse en el más profundo socavón de mina.

Creel impulsó el Reglamento de Juegos y Sorteos (Bartlett, El Universal, 6/09/11) que dio paso a la proliferación y contubernios de los casinos con gobiernos panistas.

Creel otorgó a Televisa, días antes de su salida de Gobernación, decenas de permisos para operar casinos en compra de favores a su fracasada ilusión presidencial hace seis años.

Creel, sin duda, tiene derecho a aspirar a lo que quiera y su partido a soportárselo, pero de allí a que tenga méritos suficientes para impostarse como político no sólo es dudoso, sino insultante.

Semejantes desfiguros explican que un personaje como Corderito pueda creer que alguien llegase algún día a votar por él y ande dando lástima ajena por donde se pare.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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