POLÍTICA

Parásita ambición

Parásita ambición

Foto Copyright: lfmopinion.com

Día de saludar; de ver y ser visto: ritual propio de todos nuestros partidos

¡Hermano!

¡Líder!

Y luego el abrazo palmeado.

No podría ser de otra manera. Es día de saludar; de ver y ser visto: ritual propio de todos nuestros partidos, en el que, sin importar aherrojadas ideologías, se confunden en una misma fauna y en un solo abrazo.

Alejandro había llegado temprano. Previo paso en el desayunadero de rigor, donde buena parte de los asistentes madrugaron en la grilla. Enchiladas verdes con longaniza y cecina; varias mesas visitadas, rigorosa taza de café en cada una de ellas, saludos y abrazos a diestra y siniestra, y la actualización en los últimos borregazos vigorizaron su andar al partidazo.

En la explanada decenas de militantes se le han adelantado. A la entrada los fotógrafos: "Jefe, apóyeme para rollos"; "Pero si las cámaras hace años son digitales, cabrón"; "Un cien por lo menos mi Lic., ya ve que siempre le tomo sus buenas fotos"; "Doscientos a la salida si me tomas con a Peña y con Manlio"; "Ya la hizo Jefe".

Poco a poco la explanada se viste de gente, grupos se forman y deshacen, en tanto saludos y anécdotas se multiplicaban: allá Don Gustavo cuenta su amistad con Colosio, acullá Joaquín cita a Reyes Heroles, no lejos Adolfo narra su vigésima primera diputación.

Pero Alejandro no está para perder el tiempo con carcamanes y añoranzas; la diputación vuelve a su horizonte, como cada tres años desde hace cinco lustros y hay que saludar a cuanto priista y periodista se cruce en el camino.

La explanada es todo un éxito, pero también la competencia: todos en ella comparten propósitos y estrategias. Tiempo es de moverse al auditorio. Éste hierve de gentes e hipocresías. Ya están allí expresidentes, gobernadores, senadores y diputados. Los abrazos se suceden, las chanzas rebozan ingenio y una amnesia general reduce todo a un amasijo primordial donde los viejos agravios, los desprestigios y las traiciones se funden en un hacerse presente, saludar y aspirar a ser.

¡Prócer!

¡Amigo!

"Necesitamos a Alejandro en la Cámara" "Por supuesto. Búscame Alejandro", "También cuenta conmigo", "Lo que se te ofrezca hermano". Alejandro, entusiasmado, olvida que los mismos repiten lo mismo cada tres años.

Llega el nuevo delegado en Edomex; dos expresidentes del CEN, varios senadores y tres jardineras son arrollados por la jauría que lo saluda.

Los apartadores de lugar sufren el asedio de quienes no logran filtrarse a la sillería del foro ni encuentran lugares en las primeras filas, mientras sus jefes recorren hasta el último rincón saludando hasta a las butacas y repartiendo sonrisas congeladas.

No todo es plácemes, algún exgobernador que urge del cobijo del CEN sufre del exilio en casa.

Pepe, que tiene treinta años saltando de CEN en CEN, ha ocupado su lugar en el foro desde temprano temiendo quedarse, ahora sí, fuera; Javier, que mata para seguir siendo consejero, enamora a los sectores por las elecciones que se aproximan; Olegario, que sueña con una senaduría, no se despega a Fernando, quien mal tolera su compañía; Juan cuenta los chistes de toda la vida; Raúl quiere cobrar facturas pendientes por trabajos que nadie ha visto; Rosaura anda a la caza del Senador que le mercó un puesto por húmedos favores y Gumercindo gestiona unos boletos de avión.

Los miembros del Presidium entran por atrás del foro. Habrá que abordarlos a la salida. Peña nunca llega y la Gobernadora ofrece una comida a la que todos quieren colarse.

La sesión termina. Alejandro se siente frustrado sin saludo y sin foto. Más el fotógrafo sin los doscientos.

Los consejeros se retiran -diría Aute- "en su parásita ambición; más que náusea dan tristeza".

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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