POLÍTICA

El Señor Sicilia

El Señor Sicilia

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El Señor Sicilia puede no estarse dando cuenta, pero los medios de comunicación no lo siguen por sus causas, ni cubren su actuar desinteresadamente; lo usan, lo explotan, lo manipulan. Hacen de su persona y nobles causas un reality show y negocio

Al señor Sicilia le asiste el derecho a urgir al Congreso de la Unión la aprobación de las reformas pendientes, como también los derechos de expresión, asociación, petición y participación política de los que hace ejercicio.

Por igual, es de compartir su reclamo por la pasividad parlamentaria (más de Diputados que de Senadores, para hablar con la verdad) y el sometimiento de la agenda legislativa a los cálculos electoreros de partidos y gobiernos, federal incluido.

Pero de allí a que lo tengan que recibir cuando quiera, como quiera y con quien quiera es un poco demasiado. Demandar que la Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión se pliegue a sus caprichos, horarios y condiciones expresa una psicopatía similar a la que imputa a nuestros políticos y gobernantes.

El Señor Sicilia fue tajante: si no lo dejan pasar con todo y circo, el Congreso es enemigo del pueblo. ¡Qué megalomanía! El Señor Sicilia es pueblo, sí, pero no "El Pueblo"; es ciudadano, pero no "La Ciudadanía". El Señor Sicilia se representa a él y a quienes han abrazado su noble causa, pero no a todos y cada uno de los mexicanos; le agradecemos su entrega y denuedo, y reconocemos lo justo y noble de su lucha, pero ello no le otorga calidad ni derecho especial alguno.

"Ésta es la casa del pueblo y los senadores y diputados son nuestros empleados". El Palacio Nacional también es casa del pueblo y el Presidente también nuestro empleado, pero ello no autoriza a nadie a entrar por la Puerta Mariana cada vez que le plazca, tañer la campana de dolores a discreción y bailar un jarabe tapatío sobre el escritorio presidencial. Si a esas vamos, Domitila, mi sirvienta, vive en mi casa y es mi empleada, pero nada me autoriza a forzar la puerta de su cuarto cuando ando de Pedro Infante. El problema no es de subdesarrollo político: quien con similares argumentos pretenda entrar por la fuerza al Capitolio, al Parlamento Inglés, al Palacio Presidencial Cubano o al cuarto de Domitila, se encontrará con igual respuesta y posiblemente menos cortesía. Peor aún, ahora que el Señor Sicilia se asume como "El Pueblo" corre el riesgo que cualquiera quiera entrar en su casa a ducharse en su regadera sin previo aviso ni conmiseración del reloj.

Es cierto que nuestros legisladores son omisos y remisos, pero más lo serán si tienen que suspender su trabajo para atender al Señor Sicilia cada vez que éste quiera visitarlos.

Siempre he desconfiado de los personajes providenciales, me parecen, por decir lo menos, antidemocráticos y falsos, lo cual no necesariamente niega la validez de sus causas; el problema es de forma, no de fondo, y a la larga la forma termina por anular el fondo y tragarse al personaje. El Señor Sicilia está de moda y una cauda de camarógrafos y fotógrafos sigue sus pasos. Andar por la vida bajo el reflector (y yugo) del rating vuelve loco a cualquiera. El Señor Sicilia puede no estarse dando cuenta, pero los medios de comunicación no lo siguen por sus causas, ni cubren su actuar desinteresadamente; lo usan, lo explotan, lo manipulan. Hacen de su persona y nobles causas un reality show y negocio. A nuestros medios no los mueve la verdad y menos la justicia; cuando la moda Sicilia cierre su ciclo por sobreexposición mediática arrojarán al personaje al cesto de la basura, no sin antes hacer escarnio de él; igual le harán muchos de sus compañeros de viaje a quienes sólo distingue su ubicuidad y oportunismo.

Y qué decir de los políticos que a su sombra se acogen. Estar con Sicilia, recibirlo, rendirle cuenta, explicarle, escucharlo, fotografiarse con él es lo políticamente correcto hoy en día, lo cual no quiere decir que no lo usen ni abusen de él.

Finalmente, el numerito montado por el Señor Sicilia la semana pasada en el Senado de la República huele más a jugarreta calderonista de culpar de todo al Congreso, que a reclamo de la agenda de Don Javier.

Bien haría el Señor Sicilia en revisar con objetividad los videos de su actuación en el Senado, no vaya a descubrir en su espejo a un monstruo de los que combate.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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