POLÍTICA

Traición y desvergüenza

Traición y desvergüenza

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La moneda de cambio no fueron sacos de cemento, ni láminas de asbesto, ni despensas familiares, fue la Lotería Nacional, el ISSSTE, el Sistema Nacional de Seguridad y la Subsecretaria de Educación Pública

¡Ah qué Doña Elba Esther! Jamás deja de sorprendernos. Aún la recuerdo muy quitada de la pena dándonos lecciones de democracia a buche lleno desde el Grupo San Ángel, sin recato de su rol caciquil en el sindicato menos democrático urbi et orbi.

Hoy nos obsequia otra de sus lecciones a la picaresca mexicana: "Llegamos al acuerdo de ir con el presidente Calderón por la Presidencia de la República, previos arreglos de orden político que no deben avergonzar a nadie. A mí no me avergüenzan, yo hago política".

Con independencia de que lo que ella llama política lo sea, no necesita recordarnos que no conoce la vergüenza… su fama la precede.

Entendería que hubiese un pacto político donde mediara un cuerpo programático de cara al electorado con fines claros y medibles, pero mercar en lo oscurito puestos públicos para acrecentar su poder personal dista mucho de ser política. Una cosa es obtener réditos político y otra, muy diferente, hacer política.

Por otro lado, la política no es, ni puede llegar a ser, vacuna contra lo vergonzoso. Es como si dijera que ella hace cortinas o tortas y, por ende, no puede ser objeto de vergüenza, cuando no es lo que haga, sino cómo lo hace, lo que acredita o no vergüenza.

En una maroma de tres vueltas la "maestra" nos confiesa que previo a las elecciones presidenciales del 2006, logró un acuerdo con Calderón para brindar el total apoyo de su gremio y asegurar el triunfo sobre López Obrador, todo ello a cambio de puestos en el gobierno federal, pero ¡que conste! no para satisfacer ambiciones personales, sino para apoyo a los miembros de su Partido Nueva Alianza. Finalmente nos reclama reconocer la transparencia e hidalguía de sus actos. ¡Qué desfachatez!

La maestra no sólo carece de vergüenza sino de memoria, hasta donde recuerdo "su" partido en el 2006 tenía candidato: Roberto Campa, quien nunca renunció a su candidatura ni firmó coalición con el PAN. Ahora la "maestra" nos dice que selló un "acuerdo de ir con el Calderón por la Presidencia de la República" en abierta traición a su candidato, a su partido, a sus militantes y al electorado que creía que ella y sus huestes postulaban otra plataforma y otra candidatura.

Nos dice que ofreció el apoyo total de su gremio a Calderón, lo cual podría constituir delito, ya que el voto es libre e individual y nadie puede comprometer un voto corporativo. De darse la tipificación, recaería tanto en quien comprometió dicho sufragio como en quien lo aceptó.

Pero no para allí el posible ilícito: el voto corporativo se mercó por puestos en la administración pública federal. La moneda de cambio no fueron sacos de cemento, ni láminas de asbesto, ni despensas familiares, fue la Lotería Nacional, el ISSSTE, el Sistema Nacional de Seguridad y la Subsecretaria de Educación Pública. De ser cierto lo dicho por la "maestra", como lo es: ¿hubo o no compra de votos por parte de Calderón? A confesión de parte…

Sorprende que nuestros próceres de la democracia -algunos conspicuos aliados y beneficiarios de la "maestra"- nada digan de esta democracia con premios.

Dice que la negociación fue en beneficio de los miembros de Nueva Alianza, quienes por supuesto nada supieron de la misma y menos sacaron provecho alguno de ella. La beneficiaria exclusiva y personalísima fue la "maestra". Quien, finalmente, no puede argumentar transparencia cuando confiesa a cinco años del evento y por razones ocultas que mucho huelen a chantaje.

Pero "maestra" al fin, Doña Elba Esther nos deja una gran lección, que bien debieran aprender quienes pretendan llevarla de aliada en el 2012: con independencia de con quien esté oficialmente, ella se venderá y venderá a su gremio y partido en beneficio de su persona y poder, porque para ella eso es política y no le causa vergüenza, por más que el sentido común, la historia y el pudor nos enseñen que eso se llama traición y desvergüenza.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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