POLÍTICA

Totalitario

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A las decenas de miles de muertos que no merecen la heroicidad ni el martirologio de sus amigos, suma ahora la criminalización de sus adversarios

De un plumazo Calderón convirtió a millones de mexicanos en delincuentes y enemigos públicos. A las decenas de miles de muertos que no merecen la heroicidad ni el martirologio de sus amigos, suma ahora la criminalización de sus adversarios.

Para ser alguien que se precia de paladín de la democracia, el nulo respeto que le dispensa al disenso delata su verdadera naturaleza autoritaria.

Se queja que lo equiparen con Milosevic y Hitler, pero responde al desacuerdo como ellos.

El PRI no es una entelequia, es una asociación de ciudadanos mexicanos legítima y legal. Es un partido político nacional, una entidad de interés público, una asociación ciudadana para la participación política, encabeza poderes estatales y municipales, e integra representación política en los tres niveles del poder del Estado mexicano.

El PRI son millones de ciudadanos libres que se concitan en torno a su ideario. Acusarlos desde la cúspide del poder de narcotraficantes, convertirlos en enemigos públicos de una sangrienta guerra y en un peligro para México es un acto propio de un régimen totalitario.

Si hay, como debe haberlos en todos los partidos, individuos ligados al narcotráfico, procede someterlos a la justicia; no imputar a un colectivo su probable responsabilidad con propósitos electorales.

El consenso de la mayoría implica el disenso de las minorías (Bobbio). Cuando ante una demanda de 23 mil ciudadanos -la mitad de la diferencia con que ganó (¿?) la Presidencia- responde con amenazas de proceder legalmente en contra de ellos desde el máximo poder del Estado, acredita su intransigencia al desacuerdo y el autoritarismo del que éste lo acusa.

Para Lord Acton el índice de libertad de un pueblo se mide por la seguridad que gozan sus minorías, entiéndase los disidentes.

Calderón se empecina en acabar con el PRI, así incendie a México en su obsesión. Se olvida que cancelar la oposición es cancelar la soberanía del pueblo (Ferrero).

Martin y Rokkan señala como partido totalitario a aquel que moviliza al pueblo contra algo o alguien, contra fuerzas conspiradoras, peligros o amenazas tan inasibles e imaginarios como mortales. Calderón llegó al poder con la campaña del "peligro para México" que se le recetó a López Obrador desde la Presidencia de la República y la ultraderecha montaraz. Ya en él, se montó en el peligro del narcotráfico, al que, como alquimista, mutó en un crimen que, además de organizado, diversificó en delitos, regiones, grupúsculos y violencia nunca antes vistos en estas tierras.

Cincuenta mil muertos después, el peligro ya no fue la ineficacia de su no estrategia, sino el no apoyarla acrítica y ciegamente.

Se equivoca: el peligro no es pensar diferente, sino querer que todos piensen igual que él.

El verdadero peligro es imputar complicidad con el crimen organizado por diferir del parecer presidencial.

El peligro es hacer mártires y héroes a los propios y enemigos públicos a los adversarios.

Hoy para Calderón el peligro es el PRI.

Este nuevo peligro, además, subsume todos los anteriores. El enemigo ya no es el crimen organizado y sus aliados, sino su mutación en partido político nacional a quien se endereza ahora la guerra desde el Estado mexicano.

Difícil no sostener que construye un escenario que haga imposible las elecciones y que, de haberlas, triunfe el caos.

¡Pobre Patria mía!

¡Pobre soberanía popular!

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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