POLÍTICA

La

La

Foto Copyright: lfmopinion.com

Nunca como ahora Doña Elba Esther tuvo tanta razón: el daño causado por el magisterio nacional en el niño mexicano es inconmensurable... eterno

Dijo la "maestra" (cito de memoria): "Trabajamos para la eternidad porque, quién puede decir dónde termina la influencia del maestro en el educando.

¡Y no se le cayó la cara de vergüenza!

Ningún rayo la fulminó en el templete, ni la tierra se abrió para tragársela con todo y dirigencia sindical, pizarrón y asociado acompañante.

A los incrédulos no nos queda más que creer en el averno y esperar a que en su fuego eterno purgue el mal que ha infringido en el corazón de México.

Porque ¡caracho! nunca como ahora Doña Elba Esther tuvo tanta razón: el daño causado por el magisterio nacional en el niño mexicano es inconmensurable... eterno.

La semana pasada la prensa nacional y las redes sociales se poblaron de las vergonzosas estadísticas sobre la educación nacional. Menos deplorables, lastimosas y afrentosas que el discurso y poses de Magdalena de la "maestra". Pero estadísticas que muestran los costos de privilegiar el sindicalismo rapaz y el control político por sobre la educación y la niñez mexicanas.

No hay figura más desprestigiada, indigna y aborrecida en México que la del maestro (excepción hecha de la "maestra"). El maestro carece de reconocimiento y estima social, está más ligado al conflicto, a la sinrazón, a la voracidad y a la barbarie que a las luces, al compromiso y al mérito.

Las estadísticas educativas pintan el desaseado, ineficaz, indolente e irresponsable quehacer del magisterio nacional; lo que no muestran es lo que la "maestra" señala, sin alcanzar a entender los alcances de lo que le escribieron sus speechwriters: ¿dónde terminan las consecuencia de su mal hacer?

Por sus frutos los conoceréis, y los frutos del sindicalismo magisterial son frutos podridos que carcomen desde dentro la esperanza de nuestros niños y supuran en un fétido futuro para México. Frutos, Elba dixit, eternos, que encadenan, no liberan; que condenan, no salvan. Lastre, no alas.

Y tiene razón la "maestra": nadie sabe dónde acabará, de acabar, el daño en el educando mexicano.

Si Calderón no fuera tan obcecado y no le debiera tanto a la "maestra", reconocería que el principal problema en México es la educación, no la inseguridad; que Mexico requiere de un ejército de maestros, verdaderos maestros, comprometidos con su apostolado y con México, y no de soldados en la calle; que la verdadera guerra es contra la ignorancia y contra quienes hacen de ella botín político y económico.

Pero qué podemos hacer si a los ojos de todos el magisterio nacional es una mafia para quien la educación es sólo una excusa para medrar del poder y del erario, y si gobierno y partidos aceptan su rol de mercenario electoral con franquicia de partido y financiamiento público.

Resulta paradójico y parajódico que los partidos acepten, consientan y utilicen las artes comiciales del ejército gordillista, que en unos estados opera contra quien en otros es su aliado. Y que unos y otros la empoderen en su perjuicio. Más sorprendente es que en las agendas legislativas no se consideren taxativas para obstaculizar su quehacer mercenario que perdería toda su fuerza con sólo regular de mejor manera la integración de casillas y la sustitución de sus funcionarios, así como la designación y responsabilidad de los representantes de partido y el proceder de los observadores electorales.

Por décadas las grandes decisiones en materia educativa se han tomado con criterios de control político y con miedo, si no que pavor, al sindicato de maestros, no teniendo en consideración al educando y al país. Resulta por tanto ofensivo el diez con que Calderón calificó a la "maestra" y a su magisterio, cuando todas las evaluaciones reprueban el desempeño magisterial. Pero qué podemos esperar si éste le debe la presidencia al ejército electoral privado de la "maestra", y si partidos y candidatos de todo color y bandera hacen cola en su puerta para gestionar su apoyo económico y favor político.

#LFMOpinión
#Política
#ElbaEstherGordillo

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: