POLÍTICA

Autismo electoral

Autismo electoral

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Pero en México las elecciones son un fin en sí mismas y nunca acaban; por tanto su fin primigenio no se cumple: tenemos elecciones pero no gobiernos que gobiernen, ni representantes que representen, porque unos y otros se dedican sólo a lo electoral

Las elecciones tienen por propósito integrar gobiernos y representación política a efecto de que unos y otra cumplan funciones públicas y constitucionales. En otras palabras, son instrumentales, no un fin en sí mismo.

Por ello, además, las elecciones son periódicas: electos funcionarios y representantes tienen que dedicarse a cumplir sus funciones durante un lapso determinado, y sólo cuando éste esté por vencer se convocan a nuevos comicios.

Por ello, también, las elecciones tienen que tener un término: resuelta la elección se acaba la rabia y los contendientes velan sus armas hasta los próximos comicios. Las elecciones tienen que concluir en punto final, no en puntos suspensivos.

Pero en México las elecciones son un fin en sí mismas y nunca acaban; por tanto su fin primigenio no se cumple: tenemos elecciones pero no gobiernos que gobiernen, ni representantes que representen, porque unos y otros se dedican sólo a lo electoral.

Ello se exacerba cuando el titular del poder Ejecutivo Federal actúa como presidente de partido y su atención, esfuerzo y tiempo se dedican en exclusiva a evitar que otra opción política pueda, ya no ganar elecciones, sino competir en condiciones democráticas e imparciales.

Pero el mal es viral. No sólo el Presidente niega su función y cargo por afanes electoreros; todo el sistema político está secuestrado y encapsulado en lo electoral.

Nuestros hombres públicos (decirles políticos sería un insulto al término) son, además, monotemáticos, no tienen más discurso que el electoral: si alguien presenta una reforma fiscal se le acusa de oportunista electorero, pero nadie la analiza y discute para no traer a la mesa un tema ajeno al electoral.

Ningún asunto es abordado en sus méritos; todo se procesa bajo cálculos electoreros. Ello castra cualquier posibilidad y empobrece los alcances de toda acción.

Discurso y opinión pública son por igual victimadas: no se discuten paradigmas, proyectos o planteamientos programáticos, todo es guerra sucia, chisme de lavadero, escándalo y negocio mediático.

Bajo esta deformación nada florece, que no sea el conflicto electoral mismo, que mientras más complejo y exacerbado mejor.

Por eso llevamos décadas sin reformas estructurales; por eso no somos capaces de construir aeropuertos ni refinerías; por eso carecemos de políticas públicas efectivas, por eso discutimos intrascendencias; banalidades estrambóticas ocupan nuestra atención y un ilustre papanatas (Juanito) puede instaurarse en la centralidad de la política nacional por meses.

Por eso la ciudadanía está decepcionada de la política; por ello se desconfía de los políticos, la democracia está en desdoro, nadie cree en las elecciones y los partidos son rechazados abiertamente.

Los ciudadanos de la república demandan de sus gobiernos y representantes electos solución a sus problemas y satisfacción de sus necesidades, no conflictos electorales sin fin, ni beneficio. Pero nuestros hombres públicos sufren de autismo electoral.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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