POLÍTICA

Origen es destino

Origen es destino

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Nuestros partidos políticos ya ni siquiera se molestan por enmascarar su sinrazón. ¡Qué les pueden importar los ciudadanos!

Y seguimos sin Consejeros Electorales. Y… seguiremos.

El pudor es lo de menos. Nuestros partidos políticos ya ni siquiera se molestan por enmascarar su sinrazón. ¡Qué les pueden importar los ciudadanos!

El PRI pide dos de tres, el PAN uno y el PRD alega que uno del PRI se lo den a él. Así de sencillo, descarnado y desvergonzado. Como si fuera botín de mercenarios, no nombramientos de funcionarios de Estado.

El entrampamiento muestra el cinismo partidario, pero también el fracaso del modelo de designación y los consecuentes debilidad y desprestigio de nuestras instituciones electorales.

No puede haber mayor falsedad que reclamar funcionarios apartidistas, y sujetar su designación a los partidos. Quien quiera pasar por ese umbral debe mendigar de rodillas ante diputados no menos ignaros que soberbios y dirigentes con peores cartas de presentación.

Nada importan conocimientos, experiencia, vocación y disponibilidad. Peor aún, pesan. Abyección, sumisión extrema, docilidad es lo único que cuentan.

Bueno, hasta la historia es de risa: la entonces figura de Consejero Magistrado era a propuesta del titular del Ejecutivo Federal, en tanto principal encargado del interés general de la nación, y su aprobación por una mayoría calificada de la Cámara de Diputados. Se dijo entonces que las propuestas del Ejecutivo federal eran partidistas, como si todas las decisiones del Presidente tuvieran ese cariz y desconociendo los efectos democráticos y representativos de las elecciones. Bajo ese manido argumento, el Ejecutivo federal no podría firmar tratados internacionales como jefe de Estado, ni tendría legitimidad para ejercer actos de autoridad. Peor aún, no tendrían razón de ser las elecciones y la democracia sería un despropósito: gane quien gane, sin importar la legitimidad del mandato ciudadano, va a actuar siempre facciosamente.

¿Y qué hicimos para evitar las propuestas partidizadas del Ejecutivo federal? Partidizamos las propuestas entregándoselas a los partidos. Y aquí estamos.

El modelo no busca designar a los mejores cuadros, a los más capacitados, a los más aptos, a los más reconocidos y probados. No, el modelo es de cuotas partidistas; de pertenencia, no de luces.

No se busca un IFE fuerte, reconocido, respetado y eficaz; se quiere un IFE sometido, desprestigiado, impugnable, desechable.

No tengo elementos para juzgar el desempeño de los actuales e incompletos consejeros electorales, pero la apreciación generalizada de este IFE es de insignificancia. Puede que sean los mejores consejeros que pueda haber, pero su designación los castra y condena como a Ugarte; puede que estemos ante verdaderos Ulpianos electorales, pero origen es destino.

Nuestro sistema de partidos es uno ciego, autista y suicida. La democracia requiere normas, instituciones y procedimientos reconocidos, legitimados, respetados y eficaces. Nuestros partidos quieren normas que puedan romper impunemente, instituciones que puedan mandar al diablo y procedimientos a modo.

Baste ver el título de delitos electorales de nuestro Código Penal, con tipos producto del imaginario partidista totalmente ajenos de la sociología de la compra y coacción del voto por parte de los partidos, o las causales de nulidad en el COFIPE, totalmente desfasadas de la realidad electoral del país, y cruzarlo contra la agenda legislativa de los partidos para ver la consistencia de su compromiso democrático.

Baste ver su comportamiento en la designación y trato con Consejeros y Magistrados Electorales para medir su verdadero interés con México, sus ciudadanos y la democracia.

¿Podrán estas normas, instituciones y procedimientos con los partidos en la elección del 2012?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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