PARRESHÍA

Concertador de imposibles

Concertador de imposibles
Nuestro reto no es quién gane las elecciones, sino asegurar su gobernabilidad.

El cortoplacismo nos condena.

Los principales actores de nuestra endeble democracia, partidos y gobierno, carecen de largo aliento. Viven al día, responden a estímulos epiteliales, no tienen sentido de futuro.

Lo vemos todos los días. Hacen campañas políticas desprestigiando a los políticos, de suyo desacreditados; creen que el combate a la corrupción es acusar al contrario en medios, sin castigar nunca a nadie. En esa guerra de acusaciones cruzadas y omisiones propias, el desmerecimiento es generalizado, aunque crean que sus políticos y políticas se salvan.

Quien goza de una cómoda ventaja en intención ciudadana, prefiere revivir el fantasma del fraude y el discurso de sin mi la nada, a construir un consenso de unidad y cooperación.

Los dos en segundo y tercer orden de preferencias han optado por el concurso del más corrupto sin parar mientes en los medios que terminan por deslavar las ya de suyo restañadas instituciones públicas.

Todos piensan en el 1º de julio. Nadie en lo que venga después.

Nuestro reto no es quién gane las elecciones, "haiga sido como haiga sido", sino asegurar su gobernabilidad.

Quien gane ganará perdiendo. No sólo con un tercio del voto activo, descontado el abstencionismo, sino hundido en un marasmo de desencuentros, heridas y cuentas por cobrar que harán imposible la más elemental conversación.

Bueno, aún antes de empezar campañas, uno de los temas es el tigre que amenazan soltar y no controlar si uno de ellos pierde.

Ése es el futuro que construimos en estas elecciones, uno de desencuentros, como si el objetivo fuese forjar un mandato de guerra civil, no de soluciones concertadas.

En esta tara partidocrática, en este despeñadero generalizado, en este desconcierto ciudadano, la figura de los independientes pudiera tomar un cariz interesante.

No me refiero a Jaime Rodríguez, que le ha hecho más daño a la figura jurídica ciudadana que nadie más y que engolosinado con la botarga que creó llama a una independencia de los partidos, sin percatarse que lo que pide es la antítesis de la democracia: independizar al gobierno de los ciudadanos, porque a fin de cuentas los partidos no son más que instrumentos y medios para que los ciudadanos se organicen para participar en política y acceder al poder.

Por supuesto que requerimos cambiar la forma como los partidos se organizan y actúan, pero sin ellos los ciudadanos no son más un amasijo primordial moldeable cual masa en manos de cualquier autócrata.

Pues bien, ante el enfrentamiento a muerte de los partidos y sus amenazas circenses, un independiente pudiera ser el gozne que permita juntar el pedacerio que quede después de las elecciones y tenga la autoridad moral suficiente para procesar y garantizar la gobernabilidad urgida.

Aún no los hemos visto en acción, aún no conocemos sus propuestas, aún no han sido sentados a la mesa; pero pudiera ser, ante las debacles partidas, que un independiente concite ciudadanía y evada el clima de confrontación interpartidos para poder hablar con todos, concertar a todos y finalmente hacer posible el amanecer después del 1º de julio.

Jaime Rodríguez llegó a Nuevo León no por él, sino por Rodrigo Medina, José Natividad González Paras y Fernando Canales Clarión; no por sus méritos, sino por los deméritos de PAN y PRI; no por lo que era, sino por lo que dijo no ser.

El reto de los independientes serios, es mostrar lo que son, no lo que no son (partidos), y en ello acreditar que pueden convertirse en el eje en que converjan los hasta hoy enfrentados a muerte.

Un interlocutor que pueda situarse por encima del griterío y de los desencuentros.

Un concertador de imposibles.

El juego se llama cambiar la conversación.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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