El Chupacabras
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El "Chupacabras" fue una invención de Televisa con miras a demostrarle al gobierno -a la sazón lopezportillista- que el pueblo creía ciegamente lo que "24 Horas" dijera. La demostración no era graciosa ni estaba comprometida con la verdad, respondía a una manifestación de fuerza. Durante tres semanas México vivió al vilo del terror. Un buen día desapareció la noticia y con ella nuestra bestia.
Más no crean Ustedes que el "Chupacabras" no existe, que así como la noticia vive el tiempo en pantalla, no aparecer en ella no significa no existir… ¿O sí?
En aquellos días la noticia principal era "El Chupacabras": "Que en Zacatecas destazó a un toro de lidia de un zarpazo", "Que en Tamaulipas por las noches aúllan las vacas y los perros croan", "Que ensangrentados jirones de un oso aparecieron en Coahuila". Los faisanes desaparecieron en el sureste, el venado cola blanca del noroeste, el camarón de los esteros del Golfo, las gallinas dejaron de poner en el altiplano, los niños en la Tarahumara se rehusaron a salir de la cama; en Baja California las ballenas se estrellaban contra las rocas hasta semejar a Rocky VIII al final de la película. Las noticias se escalaban en número y temeridad, más nadie había logrado ver a la bestia. Televisa contrató videntes, nada; sus camarógrafos vagaron por desiertos, selvas y montañas, nada; hubo hasta una expedición submarina en mares, lagos, ríos y demás cuerpos de agua, nada; se radiografiaron cavernas y los infrarrojos satelitales peinaron la tierra mexicana toda, nada; nada del "Chupacabras", ni una maldita imagen que venderle al pueblo y prolongar así el rating.
La gente imaginaba un ser solitario de descomunal cabeza, cola de espinas, ubres de larga cabellera, dentadura de tiburón, hocico de lagarto y colmillos de Mamut sobre dos patas de pezuñas peludas, o cuatro cuando utiliza sus extremidades superiores armadas de garras que refulgen cual cimitarras; o bien un enjambre de pequeñas ratas fusiformes sin pelo y de piel blancuzca, con ojos rasgados y saltones, y pequeña y delgada cola terminada en aguijón que por miles se meten por el ano, orejas y narices de los animales y los comen de adentro para fuera.
Un campesino, ciego y anciano, entrevistado a cuadro con sus blancos ojos viendo a la nada, sostuvo que de noche lo despertó un aliento fétido y frío sobre su cara, oyó al animal olerlo mientras de su hocico escurría un líquido baboso y pestilente que ardía como piquete de avispa: "Su piel, dijo, era como de caracol, pero no creo que llevara coraza alguna, porque sus movimientos eran ágiles, como de víbora atacando o gallina que picotea la tierra por lombrices". La Asociación Nacional de Videntes lo pintó como extraterrestre con patas cortas de amplia base, ojos saltones en lugar de orejas y sin nariz ni boca. Para Zabloudosky, padre de la bestia, mejor dicho de la noticia, era un lobo del tamaño de un caballo, pero sin cola y con piel de puerco espín; Pedro Ferris Senior abandonó por tres semanas su cruzada por los ovnis y sostuvo, contra Don Jacobo, que el "Chupacabras" era como un lobo de tamaño normal, sin pelo y sin cola, con grandes escamas que se erizan semejando navajas y en cuyo lomo se expande y pliega, cual pez vela, una serie de espinas que unidas por cartílago forman una especie de filosa aleta puntiaguda capaz de cortar como mantequilla la más gruesa piel de elefante, cosa que no hace por no ser de su agrado su carne y grasa.
La Santa Madre Iglesia reconoció en el "Chupacabras" al mismísimo Chamuco que, envuelto en las sectas, se filtra por las grietas de la debilitada y corrupta fe mexicana, y contra él se arman con misales, agua bendita y estampitas del santoral completo legiones de curas y Damas de la Vela Perpetua para enfrentar a esa criatura mexicana, encarnado averno, donde quiera que ose con su cola bifurcada, alas de tinieblas y aroma azufroso.
Nadie, sin embargo, vio jamás al "Chupacabras", sólo unos cuantos, cuantísimos, atestiguaron las ganancias que generó.
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