Duele
Cuando el absurdo se instala en una Nación -como es nuestro caso- y se convierte en normalidad, algo anda mal, muy mal.
La primera minoría en el Congreso protesta cumplir la Constitución y acto seguido participa en la instalación del primer periodo ordinario de sesiones de su legislatura. Minutos después, en entera libertad, sin cortapisa alguna, sin despeinarse un cabello, entre risas de happening y celebración de "desmadre", toma la más alta tribuna de la Nación alegando un ¡estado de sitio!
¡Qué fácil y pírrico es ser revolucionario de mentiritas!
¿Estado de sitio? ¿Sabrán lo que es?
Llegaron a San Lázaro, como miles de invitados y periodistas, introdujeron sus cachivaches de protesta, hicieron uso de la tribuna, libremente la tomaron y en ella permanecieron hasta que ya nadie los peló.
Lo más grave es que lo hicieron alegando estado de sitio y suspensión de garantías individuales, cuando la vista del mundo entero, no sólo las ejercieron, sino abusaron de ellas.
Se requiere una imaginación muy tropical y una conciencia de chicle para acusar de estado de sitio y en abuso de libertades imponer uno de facto en cadena nacional.
Sí, quienes ayer conculcaron las garantías fueron ellos. Las de los demás miembros del Congreso, las de su Presidente, las del titular del Ejecutivo Federal.
Quienes impidieron la garantía de expresión y el funcionamiento del Poder Legislativo de la Unión fueron ellos.
Quienes pretendieron impedir el cumplimiento de una obligación constitucional del Ejecutivo Federal fueron ellos.
Quienes tomaron por asalto e impidieron la celebración de un evento al que cita y obliga la Constitución fueron ellos.
Lo hicieron a la luz del día, frente a las cámaras de televisión y fotografía, apoyados por gente en la tribuna que también pudo "romper" el estado de sitio, expresar su parecer –que no pensamiento- y salir campantes a festejar en el Zócalo.
Lo hicieron sin que nadie se los impidiera, más que la Ley, por supuesto.
¡Valientes legisladores escudados en su fuero para violar la ley y provocar a la autoridad!
Se requiere una capacidad de autocrítica totalmente anulada para bloquear las principales avenidas de la Ciudad de México y tomar su Zócalo, todo ello, en abierta complicidad con las fuerzas públicas de la capital, y alegar que se les conculquen a ellos sus garantías ciudadanas que, repito, nadie ha conculcado.
¿Por qué, donde no ha habido conculcación de garantías, reclaman lo que donde sí las hay son ellos quienes las violentan?
¿Son sus derechos diferentes y superiores a los que no piensan igual que ellos?
¿Piensan?
Si las fuerzas de seguridad no hubiesen impedido a la vergüenza política que es la señora Padierna tomar, ella sí, el Palacio legislativo, entonces sí hubiese sido imposible que diputados, senadores, Presidente de la República, prensa e invitados hubiesen entrado ayer a San Lázaro.
No vamos a ir, dijo AMLO para no caer en su provocación. ¿Cuál provocación? ¿La de convocar a marchas al Congreso para impedir el Informe de Gobierno? ¿La de boicotear el grito, la de bloquear el desfile militar? ¿Quién provoca alegando provocación?
A quien dos amos sirve con uno queda mal. El PRD y el PT -según parece Convergencia quién sabe- tienen un pie en la institucionalidad y otro en la rebelión. Lo más seguro es que ni en uno ni en otro ámbito logren algo más que el rechazo popular.
No se requiere ser Einstein para saber que lo hecho ayer no suma voluntades y sí resta simpatías, pero no tuvieron de otra, o era eso o era algo peor. Se decidieron por el menor de los males, afortunadamente, pero no deja de ser un absurdo que dos fuerzas políticas nacionales actúen bajo la lógica del ¡Y ahora cómo salgo de ésta sin perder cara de más!
Y ayer todos perdimos.
Fox creyó que la política era un juego. Con esa ligereza se ha comportado a lo largo de su haber ¿político? y así termina. Lo de ayer es prueba plena de ausencia de quehacer político.
Los perredistas creen que la política es un juego y juegan con discursos incendiarios, la verdad, las instituciones y la ley.
Los responsables del gobierno del Distrito Federal también suponen que el acto de gobierno es un echar desmadre permanente.
Se equivocan. Oaxaca es la prueba. Jugar con política es jugar con fuego.
Ayer las cosas no llegaron a mayores. Pero la Nación no puede vivir al filo de la navaja.
Lo de ayer fue una provocación al Congreso y una ofensa al Ejecutivo, lo de mañana será al poder Judicial de la Nación, lo del 15 a los símbolos patrios, lo del 16 a las fuerzas armadas, lo de la Catedral al poder, en mala hora, fáctico de la iglesia católica en México. A la Guadalupana ya también la afrentó. Ya no le queda símbolo e institución por provocar. Tan sólo el pueblo que cuando se enciende arrasa todo. Hasta cuándo aguantará la mecha antes de que estalle el pandemónium.
Los pueblos merecen el gobierno y representantes que se han dado. Ni modo, pero qué les vieron quienes votaron por uno, Fox, y otros, perredistas. Lo de ayer duele doblemente, por la pantomima a que se ha reducido la política y lo temerario e irresponsable de sus actores.
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