POLÍTICA

Irresponsables responsables

Irresponsables responsables

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Entre el abuso y el no ejercicio del poder, el segundo es más nefasto porque irremisiblemente desemboca en el primero y tarde o temprano deriva en autoritarismo.

López Portillo se decía responsable del timón más no de la tormenta, y si bien tenía razón, la responsabilidad de un capitán de navío es mucho más que el mero timón: es responsable del barco mismo, de las vidas de su tripulación y pasajeros, de su carga, de sus insignias, de su nombre, de su destino, de su ruta de navegación; es responsable de que no haya motines, ni hambre, ni enfermedades, ni incendios, ni sabotajes; de no encallar, de no conducirlo a tormentas y, en tal caso, de surcarlas airosamente. Es responsable de una convivencia civilizada, ordenada y de colaboración en la embarcación; de un reparto justo de las cargas y recompensas, de aplicar la ley a sus infractores; de concitar un destino, esfuerzo y esperanza comunes. Es finalmente responsable de evitar que cunda la desesperanza, la abulia y el odio.

Partamos que de la debacle del México actual todos somos responsables, pero, también, que hay unos con más responsabilidad que otros.

Fox, en su caso, es responsable del clima político confuso, convulso y conflictuado que vivimos. Vendedor, al fin y al cabo, su total ausencia de conocimientos y sensibilidad políticos lo llevaron a creer que gobernar era vender Coca-Cola y que los consensos eran cuestión de publicidad.

Fox es responsable de la crispación electoral que se corta con cuchillo. Se metió en el proceso interno de Acción Nacional, primero, impulsando a ¡su esposa!, algo que ni Santa Anna se atrevió a hacer. Luego trató de ungir al inútil de Creel, para ello tuvo que vetar a Calderón y terminar siendo avasallado por la realidad y su cesado. Impuso al Yunque en la persona de un intelectual de talla mundial y político de basta y prestigiada carrera nacional y partidista, Manuel Espino. Dividió al Partido, lo desdibujó y extravió ideológicamente. Con todo ello perdió autoridad moral hacía dentro de su organización y, sobre todo, de cara a la Nación y sus instituciones en tanto Presidente de la República.

Se obsesionó con la destrucción del PRI. Apostó todo por unos lingotes de oro que cobró como cacahuates. Se entregó a La Maestra Gordillo para socavar desde dentro al otrora invencible, dificultar su operación y denigrar a su dirigencia. A cambio, creó un monstruo de mil cabezas cuyo poder fáctico representa un peligro para la educación, democracia, gobierno y Estado mexicanos. Sea quien sea el próximo Presidente, su principal dolor de cabeza se apellida Gordillo.

No conforme con la división en el PRI que, mitad causó y mitad aprovechó, armó y reventó el montielazo, filtró lo del "Gober. Precioso", incubó a los maestros en Oaxaca, instrumentó la cronométrica desestabilización de liderazgos sindicales y auspició la jurídicamente aberrante persecución del pasado con el aparatoso y ¿providencial? sabadazo (arresto) domiciliario de Echeverría días antes de la elección, en tanto lograba un amparo que hasta un estudiante de primaria -aún del 68- hubiese obsequiado. Preciso es señalar que no prejuzgo sobre la posible inocencia o culpabilidad de cada caso, así como la pertinencia de las originales demandas laborales del magisterio oaxaqueño, pero sí señalo y condeno la perversión que se ha hecho de ellos con fines partidistas ajenos a los de la persecución y procuración de la justicia o, en su caso, mejora salarial y, por supuesto, de una democracia que se precie de serlo.

Se metió con el PRD utilizando nuevamente un asunto jurídico cuya prostitución terminó con el atropellamiento del Estado de Derecho, del fuero constitucional, de la Cámara de Diputados, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como del clima de civilidad y responsabilidad necesario para un proceso electoral. Fox no sólo creó al monstruo que hoy lo acusa de traidor, lo cebó, lo proyectó y luego provocó su ira. No cabe duda que nadie sabe para quién trabaja.

Fox se metió en el proceso electoral federal, no como autoridad, para lo que no estaba facultado, sino como parte interesada y beligerante. Nunca se comportó como Jefe de Estado, sino como porro. Él solito gastó más recursos y utilizó más tiempo aíre que todos los partidos juntos. Forzó a la Corte a obligarlo a suprimir una frase abiertamente parcial, deslavó al IFE, enrareció el horizonte político, enardeció los ánimos, alteró los términos de la competencia y violentó la equidad en la contienda.

Fox desquició los medios desde antes del proceso electoral. Primero les regaló el tiempo fiscal, luego los redujo a la interlocución con su cónyuge; no se detuvo en engrosar con insultantes presupuestos publicitarios sus pingües ganancias, para terminar sustrayéndolos del marco jurídico del Estado mexicano para entregarles en bandeja de plata una autorregulación monopólica y discrecional de su duopolio. Baste este vergonzoso evento para demostrar que cuando se lo propone sí puede sacar adelante en el Congreso las reformas que personal, que no institucionalmente, le interesan. ¿Cómo puede sostener que su fracaso de debe a que el Congreso le vetó sus iniciativas, cuando pudo sacar sin problema la más aberrante y antinacional de todas?

Fox depravó la política, empobreció su discusión, banalizó el acto de gobierno, denigró la institución presidencial, desprestigió a México, envileció los argumentos, embruteció la administración pública, hizo imposibles los acuerdos, convirtió a México en una torre de Babel, en un lavadero, en un pleito de pandillas.

Como Presidente fue un buen Talibán, un mal chiste.

Fox destruyó instituciones sin jamás entenderlas, con énfasis especial en la Presidencia de la República.

Fox cerró todos los espacios de entendimiento y dinamitó todos los puentes de comunicación. Hoy no existen ámbitos para la negociación y distensión políticas. No hay interlocutores válidos, ni personeros con autoridad moral. El Presidente, al entrar en la contienda electoral, dio al través con todo ello.

No sólo no pudo contener sus propios desbocamientos, pasiones, jugos biliares, fantasmas e inmarcesible ignorancia; tampoco pudo sujetar los caprichos y quimeras de su mujer, ni la voracidad de hijastros; fue incapaz de coordinar su gabinete, generar respeto y ganarse la confianza del pueblo. México vive marcado por la confusión, el escándalo, las filtraciones y el encono. Ése es el resultado de su cambio.

Fox no sólo tuvo pecados de acto y palabra, también los tuvo de omisión, fue un Presidente ausente, fugado, autista, baladí. De elevar en letras de oro alguna de sus frases en el frontispicio de algún centro psiquiátrico, ésta sería "¿Y yo por qué?"

Fox culpa al PRI y al PRD de la no concreción de las reformas, cuando, como jefe de las instituciones nacionales, el principal responsable de generar los espacios, la discusión, las voluntades y los consensos necesarios para sacar adelante sus proyectos es él. Las reformas se construyen y trabajan hasta que la masa crítica de sus propósitos logra decantarse en demanda popular y sentida. Como ya señalamos párrafos arriba, Fox jamás trabajó para construir los consensos en torno a sus reformas, tan sólo las vendió cual producto chatarra en una publicidad omnipresente y enfadosa.

Como jefe de Estado, Fox es el principal responsable de la unidad y soberanía nacionales, de la convivencia civilizada, de la paz, el orden las libertades y la ley; del clima que propicie el procesamiento y solución de los conflictos por las vías políticas y pacíficas, de un ambiente de respeto a la ley y a los derechos de terceros, de un marco de identidad y sentido de pertenencia y hermandad, si se quiere de la mexicanidad de los mexicanos.

Fox gobernó con publicidad. Ergo, no gobernó. Los desórdenes que hoy ensombrecen el panorama nacional no surgieron por generación espontánea, fueron larvados y alentados desde el primer día de su administración. Baste mencionar la fuga de uno de los principales capos del narcotráfico que estrenó el foxiato huyendo de una prisión de máxima seguridad por la puerta principal a plena luz del día. Y qué de los machetes de Atenco, del Zapatour, de las mesas de negociación que llegaron a sumar más que los electores inscritos en el padrón electoral; qué de las purgas de las mafias y el parte del número de ejecutados con que los mexicanos nos hemos acostumbrado a desayunar.

Cuando con una ignorancia abismal Fox justificó los yerros de su haber en el Primer Informe de Gobierno alegando que él jamás aceptaría la represión como instrumento de gobierno, no le dijeron que ya no era oposición sino Presidente, que hacer cumplir la ley era su responsabilidad y que la aplicación de ésta no implica forzosamente represión o violencia de derechos. Pero la ley debe cumplirse. Como decían los romanos, aunque se caigan los cielos. Me explico, no se trata de reprimir, por supuesto, sino de hacer cumplir la ley y para ello el Estado cuenta con innúmeros instrumentos, no sólo el de la fuerza bruta. Pero aún ésta, cuando es ya inevitable, como parece serlo ahora, debe utilizarse como instrumento de la ley y con moderación. Y así como el niño cuyos padres no le ponen un alto e inculcan el principio de realidad desarrolla problemas de conducta, así el gobierno que no hace respetar los límites que la propia ley establece siembra las tormentas que habrán de barrerlo de las páginas de la historia.

Fox acusa al PRI de tiranía y represión, pero jamás en la historia del PRI, ni siquiera en 68, se levantaron las murallas ominosas que hoy cercan la Cámara de Diputados… por segundo año consecutivo. Nunca en los 70 años del PRI la ciudad fue partida en dos por la toma de su principal plaza y estratégicas avenidas.

Pero las jugarretas con que la historia cobra a quienes pretender jugar con ella suelen ser atroces: Fox acusó de tiránico, inhumano y represor al régimen priísta, persiguió a políticos y militares, los quemó en la leña verde y denigró instituciones, armas, carreras, nombres y pasados. Hoy la historia lo alcanza. Su personalísima e irrenunciable responsabilidad es hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan. Esperemos que no salga con las manos ensangrentadas, pero con la habilidad política que hasta ahora le conocemos es difícil que lo logre. La otra es que nos entregue el País hecho añicos.

En fin, Fox es responsable de su irresponsabilidad y torpeza, de lo faccioso de su proceder, de sus fugas de la realidad y autismo, de su falta de carácter, inteligencia y cultura.

Hay otro personaje con gran carga de responsabilidad además de Fox, éste es Andrés Manuel López Obrador. Pocos personajes tan irresponsables y temerarios en la historia nacional como él. Con una gran capacidad de mentir, confundir, escabullir el golpe, acusar con una liberalidad delirante y jamás aceptar su responsabilidad: Bejarano, Ponce, información sobre los segundos pisos, instituto de transparencia, Cuauhtémoc, Ahumada, Robles, recursos y gastos de campaña, financiamiento de marchas y plantones, discurso democrático con acciones propias de una autarquía de Zar ruso.

Hace muchos años un viejo político tabasqueño me dijo que el político más perverso que había conocido en su larga vida era López Obrador. Al ver lo temerario de sus acusaciones, las marometas de sus cambiantes posiciones, el cinismo de sus asertos, su desprecio a la ley y a la lógica, lo conspicuo de sus compañías y lo irresponsable de sus acciones no puedo más que confirmar lo por él dicho.

Irresponsabilidad suprema, también, la de los medios. De ello hemos manifestado extensamente en otros escritos, hoy sólo lo apuntamos para que no se olvide.

Y aquí es donde los extremos se tocan: la torpeza y fuga de un Presidente irresponsable, con el surgimiento de un caudillo mesiánico e igualmente irresponsable, en un contexto de descomposición regido por los medios, a su vez, rehenes del rating, de la sinrazón de la utilidad y del escándalo entronizado en creatividad. Por ello empezamos señalando que entre el abuso y el no uso del poder, el segundo siempre es más dañino.

En realidad, hoy estamos ante un abuso de poder por parte del Gobierno del Distrito Federal, controlado aún por la dupla López Obrador/Bejarano, y un no ejercicio del poder por parte del Ejecutivo Federal sin control, presencia ni esperanza.

A manera de conclusión debiéramos asentar, pues, que López Obrador no es el responsable único del aquelarre que vive la República, que de hecho todos lo hemos construido, pero en especial y con esmero Fox, el gran responsable por omisión y estulticia.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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