POLÍTICA

Excesos

Excesos

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La primer lección de la elección bien podría ser que la democracia no puede vivir entre excesos. La impronta del 2006 fue el exceso. Todos se excedieron, el Presidente, a cual más, los partidos, los candidatos, los medios, los publicistas, los tránsfugas y hoy corremos el riesgo que también la ciudadanía.

La democracia requiere un piso de civilidad, seriedad y responsabilidad para subsistir. No tenerlas y luego culpar de ello a nuestra democracia no es sólo falaz, es criminal.

Los partidos, en tanto entidades de interés público con financiamiento público deben promover la participación del pueblo en la vida democrática y aterrar al pueblo con fantasmas, embrutecerlo con , cooptarlo por clientelismo, mentirle como estrategia o azuzarlo a la rebelión no es precisamente vida democrática.

Creo que todos requerimos serenarnos, a riesgo de terminar ensangrentándonos.

Pero hay algunos que requieren, además de serenidad, una fuerte autocrítica. Entiendo que los medios tengan inclinaciones e intereses, a veces lo único que tienen son intereses, pero de allí a que pierdan el sentido de su función primigenia, se conviertan en aguerridos militantes y, sobre todo, tergiversen los hechos o mientan flagrantemente en beneficio de su interés es deleznable y debiera ser sancionado. Vivimos en la dictadura de los medios con un Estado ausente y autista, así que la única sanción posible tendrá que provenir del rechazo ciudadano a este tipo de periodismo, sea televisivo, radiofónico o impreso.

Ejemplos hay muchos y de todos los signos. Tomo hoy el de las ocho columnas de la Jornada: "El IFE pasó de juez a parte en la pugna electoral. Primero fue omiso y ahora lanza embate en medios: la coalición", pero, repito, los hay de todos signos y medios.

La cabeza de la nota engaña con la verdad en su cruzada por dañar a la institución electoral.

Vayamos por partes. Uno de los grandes avances de nuestra democracia fue la judicialización electoral, es decir, la posibilidad de que actos y acuerdos de las autoridades electorales fuesen impugnables ante un tribunal de pleno derecho. Uno de los grandes pecados de nuestro sistema electoral anterior al COFIPE fue la ausencia de medios para combatir los actos de la autoridad electoral. Es de aclarar que el Código Electoral de 1986 creó el Tribunal Contencioso Electoral, pero este era un tribunal administrativo con escaso margen de maniobra. El COFIPE dio vida al TRIFE como tribunal de pleno derecho y las reformas del 2006 al TEPJF con atribuciones de revisión constitucional.

Qué significa esto, que la autoridad electoral puede ser llamada a juicio y en él defender sus actos, que el Tribunal puede confirmar, modificar o revocar los actos de la autoridad, que ciudadanos y partidos tienen a salvo sus derechos para ser solventados ante un Tribunal de pleno derecho.

Pues bien, la cabeza de La Jornada convierte este avance en un golpe al IFE. Critica que se defienda del PRD cuando el IFE es parte por la acción demandante del PRD. En otras palabras, critica que el IFE conteste lo que el PRD, ante tribunales, lo emplazó a contestar.

Me explico: el IFE es la autoridad administrativa en materia electoral, pero como tal, todos sus actos y resoluciones son impugnables, así quien se sienta agraviado en sus derechos por sus actos o determinaciones puede acudir al Tribunal en demanda de justicia. ¿Qué sucede cuando ello pasa? Pues que el IFE es parte en el juicio y como tal tiene el derecho a defender sus actos y resoluciones. Pero, además, el IFE es el organismo público encargado de organizar las elecciones y, por tanto, el responsable primigenio de defenderlas. Es decir, que como parte tiene derecho a defenderse, pero como autoridad responsable sujeta a juicio tiene la obligación de acreditar la fundamentación y motivación de su acto, la veracidad de los hechos y la validez de las pruebas.

Acusar al IFE de ser parte en contra del PRD, en un juicio al que con esa calidad fue llamado a instancias del propio PRD, es mentir con la verdad, tergiversar los hechos, pretender confundir.

Cuando el Gobierno del Distrito Federal fue llevado a juicio de garantías con motivo del paraje que motivó el desacato que dio lugar al desafuero pasó de juez a parte, como sucede en decenas de miles de juicios de amparo todos los días sin que nadie se rasgue las vestiduras. Venir ahora a descubrir el hilo negro y venderlo como algo nefando no puede acusar mayor exceso y mala fe.

Más no sólo se critica al IFE que, en tanto parte en un juicio, se defienda, sino que también lo haga en los medios.

¿Qué se quiere entonces? ¿Que el PRD pueda descalificar a diestra y siniestra el actuar de la autoridad electoral y la elección bajo su responsabilidad y la autoridad tenga que callar? Yo soy jurídica y políticamente responsable de algo, alguien viene y pretende descalificarlo y me acusa de incumplimiento, ¿debo o no defender el bien jurídicamente tutelado puesto bajo mi cuidado y el desempeño del mismo? Si lo hago se me acusa de ser juez y parte, si no lo hago admito y consiento las imputaciones. ¿Perversidad o simple exceso?

Serenidad y seriedad Señores de todos signos y medios. El ejemplo puede trasladarse al otro extremo político y mediático sin escalas ni matices.

El IFE es parte en un juicio al que fue llamado por el PRD y con ello no comete ninguna irregularidad, que el juez de la causa sea parte en la revisión que se haga de la misma causa no es un pecado, es una obligación y una verdad de Perogrullo.

El IFE no sólo tiene el derecho de aclarar cualquier confusión, inducida o no, que haya con respecto a la elección. Está obligado a hacerlo. No juguemos con fuego tergiversando la realidad. Baste de irresponsabilidades, repito, de todos los actores en juego, México no lo merece.

PS.- Y si mañana alguien clausurara la sede del PRD o la Jefatura del Gobierno del DF durante cuatro horas, lo llenara de pegotes y diatribas, mal llamadas obras de arte. ¿Las autoridades citadinas se quedarían impávidas y La Jornada lo festinaría como aplaude a "Elenita"? ¿Usted qué cree?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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