Contemos los votos pues
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El fraude electoral alcanzó naturaleza de dogma de fe al final de los regímenes priistas. No requería prueba, bastaba invocarlo para que se materializara de formas mil. Panistas, perredistas y sus medios militantes abusaron de la coartada inventando versiones tan disparatadas como ingeniosamente denominadas. Abonaban en su favor 70 años de hegemonía y conductas personales de abuso, corrupción e ineficacia.
Que yo sepa, en ningún país existe un programa como el multimillonariamente costoso PREP. Los ciudadanos se van acostar con encuestas de salida y conteos rápidos, instrumentos muéstrales, y con ello quedan satisfechos hasta que, días o semanas después, se conoce el cómputo final.
En México no. Era el 88 y un sistema de captura de reportes telefónicos en la oficina del Secretario de Gobernación, a la sazón Presidente de La Comisión Federal Electoral, antecesor directo del IFE, tuvo dificultades que la picaresca partidista entronizó como la mítica "Caída del sistema".
Conviene una aclaración. En el 88, como hoy, se votó en las casillas y en ellas se hicieron los escrutinios y cómputos, se levantaron actas y publicaron resultados. Los paquetes de casilla se concentraron, como siempre, en las entonces comisiones distritales para el cómputo de actas tres días después. La elección allí estaba, en las sábanas publicadas, en las actas firmadas y en los paquetes electorales a lo largo y ancho del País.
No obstante ello, el famoso desperfecto de un sistema de reportes sirvió para que se pusiera en duda la elección toda del 88.
De ello devino el PREP, un programa, costosísimo, de resultados preliminares que sólo tiene por objeto dar información de los resultados electorales la noche de la jornada electoral. Por su naturaleza el PREP no tiene ningún acto vinculatorio, no crea, modifica o extingue derecho alguno. Es sólo un mecanismo de información hijo incestuoso de la paranoia y cálculo mediático partidista. Lo único que cuenta son los escrutinios y cómputos de casillas y los cómputos distritales.
La estrategia propagandística del 88, por cierto exitosa, consistió en hacer creer que en veinte minutos que duró sin operar el sistema de reportes en Gobernación "El Sistema Político" alteró los resultados electorales. Es decir, en veinte minutos una computadora apagada cambió actas, cuyas copias ya estaban en poder de los representantes de partidos, sábanas informativas a las afueras de casilla y paquetes electorales en poder de las comisiones distritales.
Fraude, se gritó, que se abran los paquetes, fue la exigencia consecuente.
La especie prosperó. El terreno para los actos de fe era propicio. De nada sirvieron las explicaciones al canto. ¿Quién creía en el PRI o en el gobierno?
Bien. Hasta ahí la historia.
Hoy ya no hay PRI en el gobierno, por ahí dicen que gobierna el cambio, yo digo que el delirio. Ya no hay Comisión Federal Electoral ni Secretario de Gobernación en la organización de los comicios; tenemos un sistema electoral totalmente renovado y probado exitosamente desde 1991, órganos ciudadanizados, instrumentos electorales y mecanismos de control y seguridad dignos de la paranoia más salvaje. Las ayer oposiciones, hoy son las fuerzas dominantes y el PRI ha pasado a alinear con "La Morralla", hay observadores nacionales e internacionales y una ciudadanía activa, combativa, informada y participante.
Además, bajo este sistema de escrutinio y cómputo y actas en casilla, publicación de resultados a sus puertas y cómputos distritales llegaron al gobierno Cárdenas, Monreal, Cota y el mismísimo PEJE, entre otros, y a los Congresos -de la Unión y locales- cualquier cantidad de perredistas y neoperredistas.
Pues bien, cuando los reportes preliminares no favorecieron al candidato amarillo a la presidencia de la República, más no así a senadores, diputados y Jefe de Gobierno del Distrito Federal, sus estrategas sacaron del cajón el dogma del fraude, la caída del sistema y la apertura de paquetes.
Si bien se observa, los argumentos son los mismos, iguales los reclamos e idéntico el acto de fe, si bien aderezados con videos matutinos de picaresca falsía.
Ayer el fraude su montó en la ausencia de información, hoy en su exceso.
Invocado ha sido el fraude como si el río del tiempo no hubiese transitado en nuestra ciudadanía que fiel al absurdo en amplias franjas lo ha comprado.
Tal invocación es el verdadero fraude a esta elección y a nuestra ínclita ciudadanía tan presta siempre a rendirse ante el caudillo y pocas veces a la razón.
Hoy, sin embargo, hay un elemento que antes no hubo: la grosera y desbocada intromisión del Jefe de Estado y todo el gobierno federal en favor del candidato panista. Dato innegable del que alertamos a tiempo.
No obstante, la imaginación perredista no dio más que para revivir el muertito del fraude. El problema es que comunicacionalmente están ganando la batalla.
En ese tenor debemos plantearnos si por el bien de la República vale la pena tomarles la palabra.
Me explico: En estricto derecho toda casilla que no haya sido impugnada queda válida y definitiva, el Tribunal Electoral no tendría por qué revisarla. Es decir, el Tribunal sólo puede conocer de la votación en casilla de la elección que se impugne, sea de presidente, senadores o diputados, aquellas votaciones en casilla no impugnadas quedan firmes e inatacables.
Sin embargo este camino nos condena a un nuevo 88, ahora con un mesiánico tropical a la cabeza.
El Tribunal debe actuar con apego a derecho pero atendiendo a los principios constitucionales electorales.
En otras palabras, si el Tribunal inventó la nulidad abstracta, que no está en la ley, e impuso al Consejo Electoral en Yucatán, con un rosario más de inventos, inconsistencias y aberraciones, bien haría en atender este asunto con amplio criterio y, habida cuenta que el PRD está poniendo en duda toda la elección, todas las instituciones y todos los instrumentos de nuestra democracia, acceder a abrir todos los paquetes.
Se me dirá es una locura, y lo es, pero es la única manera de taparle la boca a los dogmáticos del fraude, de rescatar la injustamente vilipendiada dignidad de los órganos electorales y de fijar, al mismo tiempo, los criterios para evitar que esta coartada pueda volver a ser utilizada en contra de la democracia mexicana.
¿Podría revertirse el triunfo a favor de AMLO? Sí, dado el estrecho margen de diferencia, aunque creo que no será así.
¿Qué pasaría? Si se confirma el triunfo de Calderón, AMLO y perredistas quedarán sin bandera y señalada su irresponsabilidad, si no y gana El Peje, también quedaría afectado por haber descalificado el proceso del que resultó electo.
Si la certeza es un principio electoral constitucional y ésta ha sido puesta en duda por lo que toca a los escrutinios y cómputos en casilla y a los cómputos distritales, así sea con aberraciones sin sustento jurídico pero de gran impacto mediático, el Tribunal debiera valorar la pertinencia de la apertura de todos los paquetes, no sin hacer un enérgico pronunciamiento en contra de la irresponsabilidad de los actores políticos. De unos por su parcialidad y excesos desde el gobierno, de otros por lo bajuno de sus campañas y comportamientos, de todos por sus dispendios, de los medios por su tortuosa conducta, de la autoridad administrativa electoral por no estar a la altura de sus circunstancias. Del candidato del PRD su perversa campaña y enfermiza obsesión contra la ley y todo lo que los mexicanos hemos construido a lo largo de tantos años en materia electoral.
¿Cómo combatir la locura? Con cordura y hechos que demuestren sus desvaríos y falsedades. Contemos los votos pues... desenmascaremos el verdadero fraude y "compló".
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