POLÍTICA

Granítico

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Foto Copyright: lfmopinion.com

La noche es clara y el aroma que del mar sube tiene esencias de mujer. Una brisa errática barre de tiempo en vez la conversación. La circunferencia lunar se desdoblaba en haz de lentejuelas sobre un mar de plata. La plática, errática cual la brisa, surca entre soplos de prospectiva y silencios.

Al lado, el candidato a la Presidencia de la República cena con Roberto Madrazo, a la sazón coordinador regional de la campaña en la zona centro del País.

Entre todos los coordinadores regionales, Roberto se destaca por su dedicación, equipo y creatividad. Nuestra relación personal se remonta a las calles de Amores y Miguel Laurent, entre el Instituto México y la cuadra. Nuestros caminos se cruzan como tantas otras veces en la campaña.

De entre todas las coordinaciones regionales, la de Roberto es la más cercana al candidato; su trabajo, equipo, coordinación y trato lo han acercado a todo el equipo. Salinas, siempre tan reservado en expresar afectos, tiene dificultades para ocultar el que le profesa.

Una nube errante oscurece la noche. El silencio entrecortado se instala con pesadumbre. Callamos. Cada quien sus pensamientos. Silencio que sólo rompe la arena arrebatada por el oleaje.

Al lado Salinas le comunica a Roberto que no será el candidato a Tabasco. El Senado se alza con la de Salvador Neme. Roberto tiene que esperar seis años (un gobernador sustituto y el crecimiento del PRD) en el Senado y la Secretaría de Organización del PRI bajo la presidencia de Luis Donaldo, quien, esa noche, comparte pesadumbre, trago y silencio con nosotros.

Circula el segundo güisqui, sus hielos aún enhiestos cuando la escolta informa el final de la rápida cena.

"Consumatum ets", dije perdiendo la oportunidad de quedarme callado.

A los pocos allí reunidos nos duele la noticia. Cada uno tiene razones de afinidad con Roberto. No es cuestión de simpatía como de generación y aliento.

Consecuencia de la decisión, Madrazo no vuela el día siguiente con el candidato de Manzanillo a Villahermosa; lo hace con nosotros, la avanzada. La llegada de Neme con Salinas hará las veces de destape.

En el avión compartimos asientos. Desconoce (hasta hoy) que estoy al tanto de su cena y futuro. Los demás, a su vez, ignoran el peso que carga.

Roberto está impasible, como siempre, cordial, atento a la conversación, jovial. La única señal de una bien disimulada inquietud es su apetito: desayuna dos platos de chilaquiles batidos, amargos y fríos. Ningún comentario de su situación, ningún dejo de tristeza, ninguna señal de abatimiento. Nuestra conversación fluye grata, salpicada de inteligencia, alegría y ocurrencias. Un cronista despistado diría que para él ése era un día común.

Llegamos a Villahermosa, un golpe de calor y humedad nos recibe a la puerta del avión. Roberto se mueve con prudencia y hasta sigilo para evitar de entre los que esperan al candidato alguna manifestación en su favor.

Observo su cara cuando Salinas, en la escalinata del avión, llama a Neme a compartir la bienvenida. Todos a esas alturas estamos hechos una sopa, Roberto permanece impertérrito, seco cual si ya no tuviese una gota de agua restante en el cuerpo, pero con la sonrisa y el ánimo encendido. Me cuido de no repetir el Consumatum. Roberto es el primero en aplaudir a Neme.

La campaña siguió, Roberto no menguó en su esfuerzo y dedicación, antes bien los redobló. La alegría con que vive la política, en las buenas y en las malas, jamás lo abandonó.

Mucha agua ha pasado bajo su puente. Descalabros y traiciones sin fin.

Hoy, sábado primero de julio de 2006, a unas horas de la elección, el Roberto del vuelo a Villahermosa esa ya lejana mañana de 1988 se me presenta impasible, ecuánime, incolumne: Zedillo, El Peje, Creel, Fox, Gordillo, casi todos los medios nacionales, los Tucomes y la mayoría de su equipo de campaña hicieron hasta lo imposible para desbarrancar su carrera. Unos ayer, otros hoy. Pero aquí está. Con un voto duro inamovible, con una franja de indecisos crecida, con adversarios deslavados, con un gobierno desesperado y errático, con medios sin credibilidad, con un electorado que se niega a seguir jugando su futuro en aventuras insulsas. Aquí está de cara al futuro.

Muchos apostaron a que no llegaría o a que lo haría desahuciado. Se equivocaron.

Esta noche me pregunto qué presidente quiero al frente de un México que se anuncia tempestuoso y hasta colérico, y sé que el hombre que México necesita debe tener la serenidad granítica que sólo Roberto ha demostrado tener una y otra vez.

Mi voto ha estado y estará, partidismo aparte, con él.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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