Diario de un intolerante
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¡Vaya mundo de locos el que nos ha tocado vivir! La nuestra es una sociedad donde la pérdida de valores ha favorecido un estilo de vida exacerbado; donde la caída de la moral más prominente y las buenas costumbres ocasiona que la intelectualidad busque sustituir el destino espiritual del hombre por una mentira llamada "razón crítica"; el control y el orden son vistos como enemigos y la funcionalidad de los individuos, pilar esencial en el desarrollo de todo buen proyecto o empresa, está desvirtuada.
El penoso y sobrevalorado argumento de la "lucha de clases" es una falacia de proporciones titánicas. La utilidad de estas ideas de pacotilla es nula, su influjo sólo demuestra que el ser humano es una criatura desorientada, manipulable y que, cuando se enfrenta sin fe al más elaborado de los discursos, se precipita hacia una inaceptable condición subversiva y de concupiscencia. Estos deseos diabólicos son las raíces de todos los males del vasto mundo. Merecen ser erradicados y, a los monstruosos profetas de la modernidad, hay que silenciarlos.
La importancia de la vida ya es otra. Ahora resulta que goza de mérito un hombre que, haciendo gala de su pseudo conocimiento, reniega del trabajo y llama explotador al patrón que lo ha empleado, que lo ha beneficiado. En lugar de sentirse dichoso por tener un medio para sustentar su existencia y la de sus huestes, opta por el camino de la ingratitud y la envidia social y económica. Su empeño y ambición lo ciegan a tal grado que no puede aceptar su rol de humilde servidor. Guiado por sentimientos rastreros, no concibe que por algo Dios hizo a unos pobres y a otros ricos. Eso es fatal.
Y nunca prosperan porque no trabajan. Son resentidos sociales y pránganas. Lamentables especímenes de pereza. Se los hemos dicho una y otra vez: los pobres son pobres porque quieren. ¿Imaginación social? ¿Eso qué es?
También están los detestables ateos y agnósticos. Estos infieles contrastan con las almas puras, aquellas que por su obediencia tienen acceso a la verdad absoluta. Creen ingenuamente en cosas como el detestable relativismo y la filosofía más aberrante. ¡Vaya ideas tan ridículas! Creer que en un mundo con 7 mil millones de habitantes existan infinidad de realidades no sólo es absurdo sino insostenible. Otra prueba de la falta de inteligencia de esta gente quienes, a pesar de su ignorancia, también pecan de arrogantes al creer que pueden analizar algo que está más allá de ellos. Por algo Dios expulsó a Adán y a Eva del paraíso y estos payasos egocéntricos son los descendientes directos de Caín. ¿Dónde está la Santa Inquisición cuando se le necesita?
Y lo peor es que no sólo fallan en su infumable retórica, también palidecen argumentando sobre hechos cotidianos y fenómenos sociales. Imaginen a esta horda iracunda apoyar causas aborrecibles como el aborto o antinatura como la diversidad sexual. ¿Cómo es posible que crean que la mujer tiene el derecho a decidir sobre su cuerpo o sobre la vida de un inocente sólo porque éste crece dentro de sus impuras y lujuriosas entrañas? ¿Cómo creen que Dios va a aceptar que dos engendros de la misma naturaleza pueden unirse en nombre del amor? ¿Qué acaso no saben que sólo los iluminados por nuestro señor tenemos el monopolio del amor?
En el caso del aborto, incluso cuando exista violación, es necesario decirles que la responsabilidad esta intrínsecamente ligada al objeto de deseo. ¿Por qué se visten provocadoras? ¿Por qué salen de noche de sus casas? Grosso modo, si se sometiesen al designio divino que les fue encomendado de origen como madres, esposas e hijas serviles y abnegadas, obedientes de sus maridos, guardianas del hogar y de las buenas costumbres, no tendrían que sufrir hechos tan vergonzosos.
Y las ves protestando y pintando paredes y rompiendo vidrios. Gritando una elegía ininteligible de supuestos derechos y voluntades. ¡Vaya calamidad de mujeres! Todas irán en fila a los círculos purificadores del averno. ¿Qué es lo que se han creído? ¿Personas? ¡Luego porqué las matan!
En el caso de los desviados, no hace falta ahondar en su condición patológica. Lo que sí hay que denunciar como una irresponsabilidad social es permitir que se normalice su inclusión en la comunidad y, peor aún, que se les permita adoptar. Los matrimonios homoparentales son lo peor que le ha pasado a esa institución sagrada y medular que es la familia. Los homosexuales denotan anormalidad, lo que no puede ser benéfico para los infantes bajo ninguna circunstancia. Mil veces verlos morirse de hambre o mendigando en las calles un bocado antes que soportar esas familias de miembros atroces e inmorales.
Y luego están los pobres y las minorías. Nadie los quiere o necesita. Acepten el designio que nuestro salvador les concedió y salven sus almas pecadoras en el fuego purificador del hambre, la miseria y el rechazo. Ya tendrán su recompensa en el Reino de Dios. Sólo espero que en el más allá, sean tan gentiles los Ángeles de separarnos por clases sociales, que por eso pago yo mi diezmo.
Y ya les va llegando el turno a los inmigrantes. Sí, esos seres que huyendo de lo que sea que huyan, no me interesa, son capaces de arrebatarnos nuestros empleos y hogares. Y cada vez nos invaden más. Ojalá Dios le dé la fuerza a Donald Trump para sacarlos de su país y llevarlos a donde pertenecen. Y que se cumpla su destino manifiesto hacia el sur profundo y hacia todos lados. ¡Y viva América! No la América de Simón Bolívar. No. La América que quiere y va a ser grande otra vez. Que aprendan esos rojillos descerebrados, comunistas blasfemos. Demócratas inútiles. ¡GRANDE TRUMP! ¡Oh yeah!
También quiero hablar de esa dolorosa realidad que es el abandono religioso. Muchos culpan a la Iglesia misma por esta grave situación. Hay que aclarar que no se debe generalizar por culpa de unos pocos y pobres hermanos descarrilados, tentados por la carne tierna y fresca de los infantes. ¡Ay! Qué Dios los cuide y los guíe... A los sacerdotes por supuesto, no vaya a creerse que a los niños. ¡Faltaba más! Si son ellos los mismísimos enviados de Lucifer para desubicar a nuestros hermanos.
En fin, como les decía, no se puede acusar a toda una institución cuyo único objetivo es llevar el mensaje de amor, paz y fraternidad que el hijo de Dios dejó a la humanidad. De hecho, los culpables son esos blasfemos que despotrican contra nosotros guiados por la maledicencia y la envidia de nuestra gracia divina. Amor para todos menos ellos.
¡Son las huestes de Satanas! Los nuevos paganos que, cobijados por el mal, atacan nuestra institución en nombre de falsas verdades. Es necesario que callen, pues una sociedad donde la libertad de expresión representa un problema para el orden... y la jerarquización... y el capital... y las altas clases... y la patria... es una sociedad fallida... Corrompida... Inservible... ¡Malditos chairos!... ¡Malditas feminazis!... ¡Muertos de hambre!... ¡Regresen a su país!... Arrepiéntanse!... ¡Arrepiéntanse!... ¡ARREPIÉNTANSE!...
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Y cuando despertó, su intolerancia y odio seguía ahí.
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