Improvización

Improvisar es hacer algo sin haberlo preparado con anterioridad o suficientemente para cumplir ciertos objetivos y metas predeterminados con los menores gastos posibles y, a la vez, reducir riegos para lograr el mejor éxito en cualquier empresa.

Sin embargo, puede ocurrir que sea necesaria una preparación previa para poder improvisar, en el jazz particularmente, la improvisación musical es muy apreciada. Miles Davis, por ejemplo, demostró ser un maestro destacado en ello.

La intuición del actor le permite actuar en situaciones inesperadas y solucionar los imprevistos en la escena. En general una buena técnica de improvisación incluye: saber escuchar, capacidad de imaginación y aceptación, espontaneidad y atención. Recuerdo aún la admirable representación del Cyrano con López Tarso por ejemplo y la ayuda que le dio a su Roxana en un parlamento clave entre ambos.

La improvisación en la danza surge como un elemento adicional para expresarse más libremente con movimientos corporales, que tienden a reducir la rigidez y otros patrones comunes. Steve Paxton en Magnesium es ya clásico en esta materia.

La improvisación en la poesía está presente desde siempre en las expresiones populares y cantos con mucho éxito en encuentros amorosos y críticas sociales. Como entre los trovadores y los huapangueros.

Asimismo, son famosas las improvisaciones musicales que tienden a descubrir nuevas combinaciones incluso eliminando notas en las escalas. La música de Arnold Schoenberg por ejemplo.

En los deportes, ha habido improvisaciones magníficas con resultados sobresalientes como los goles de Leo Messi y Hugo Sánchez, los reveses a dos manos de Jimmy Connors y Rafa Nadal, los encestes de Kobe Bryant y Michael Jordán.

Lo que no se aplaude casi nunca son las improvisaciones en política, en la gobernanza y en la guerra, porque lo que primero se considera y evalúa son los resultados. Y por ellos somos juzgados, como debe de ser, sin benevolencia alguna.

De tal manera que si por improvisar se dejan de generar oportunidades y de solucionar los problemas sociales, económicos de los ciudadanos, las relaciones entre gobernantes y gobernados se harán tirantes, polarizadas y cada vez más distantes.

En la democracia, se eligen representantes y se califica la eficacia, calidad y orientación de las políticas del propio estado para enfrentar y solucionar conflictos.

De acuerdo con los resultados obtenidos será mayor o menor la legitimidad y aceptación social de cualquier gobierno.

De ahí la polarización de la administración Trump, cuyas políticas discriminatorias, fiscales, antimigrantes, concitan el repudio de cuando menos la mitad de los votantes.

Así, todos con pocos aplausos y muchos chiflidos; por ejemplo en Brasil; Cuba, Rusia, Italia, Francia, Gran Bretaña, Argentina... y López Obrador, en México, que aunque tiene según las encuestas un alto bono de aceptación, casi el 69% de aprobación, a menos de un año de haber llegado a la presidencia, se enfrenta a muy poderosos adversarios/enemigos, tanto en el sector privado nacional, que aún tiene reservas para ejecutar proyectos de inversión y reiterar su incorporación plena a las necesidades de infraestructura, explotación marítima, petrolera, agrícola, manufacturera y algunos servicios; como en los medios tradicionales de comunicación, donde periodistas, locutores y dueños extrañan la relación de apoyo tradicional entre unos y otros con el gobierno y que siempre les redituó dividendos y apoyos monetarios; más una poderosa alianza de políticos en retiro y en la banca, de regreso, que han conformado alianzas contra la presente administración, como gobernadores en activo de la oposición, ex presidentes, ex legisladores y en general ex funcionarios públicos y contratistas desplazados de gobiernos anteriores; asimismo, otros grupos de organismos no gubernamentales y de la sociedad civil que por equis o jota han visto sus intereses pecuniarios afectados en el nuevo régimen.

Además, políticos en activo y en aparente pasivo de los partidos tradicionales de oposición, de sindicatos poderosos y, lamentablemente, servidores públicos actuales del poder judicial, del legislativo e incluso miembros del gabinete de la llamada 4T que parecen, a veces, opositores disfrazados.

En este entorno conflictivo y enconado, se ha combatido con denuedo la corrupción, se ha exhibido a los corruptos, que por lo demás todos sabemos quienes son, pero no se ha logrado reducir o siquiera incidir en el combate a la inseguridad y creciente violencia en el país.

Parece que la improvisación en esta materia domina la escena, sin resultados positivos, a pesar de desmañanarse todos los días el pomposamente llamado gabinete de seguridad, que ha demostrado no servir mucho para reducir la violencia, para desesperación de millones de mexicanos.

La eficacia y buen nombre de la Guardia Nacional está en realidad en veremos y le han hecho pasar el ridículo en su breve tiempo de vida.

La verdad es que la falta de estrategia para combatir a la delincuencia y el miedo a pasar a la historia como represores ha costado vidas y recursos. Correcto: no repitamos las masacres del ejército contra la población civil de los anteriores sexenios, pero acabemos con la improvisación en el combate a la delincuencia, y si los que están no lo logran, busquemos otros que garanticen mejores resultados.

En este entorno, es inaceptable lo ocurrido recientemente en Culiacán. Y lo peor que nos puede pasar como sociedad es acostumbrarnos a esa normalidad de incapacidad y balazos.

Las Fuerzas Armadas no lo merecen, ni el buen nombre de México lo puede avalar.

Cuando se trate de detener a un delincuente por más poderoso que sea, actúese sin improvisaciones. Con plan, estrategia, determinación y fuerza… y obténganse buenos resultados, cúmplase con la ley.

Esa es la obligación imprescindible de este gobierno. En efecto, garantizar la paz y la seguridad publica debe de ser con urgencia la prioridad nacional.




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