PARRESHÍA

Jugamos a Dioses

Jugamos a Dioses

Foto Copyright: Francisco Goya

Ciega fe.

A Luis Rodrigo



Qué escribir cuando el mundo expira.
Qué, si toda certeza evapora.
Qué, si el morir se respira.

El ocaso es del pensamiento.
No construimos inmunidad,
cebamos rebaño.
Recua aislada, indefensa, crédula, confinada.

Nunca la filosofía fue más ausente.
Ningún por qué.
¡Para qué!

La fe ciega, aunque científica,
es ciega.
En homérica carcajada
impera la estadística del sinsentido.
A la deidad de la gráfica nos postramos.
¡Bendita seas por siempre!

Pero jugamos a Dioses
en el laberinto de la posverdad,
hasta extraviar el hilo de lo humano.

Hoy, la muerte calienta con nosotros el café cada mañana;
a nuestra mesa se sienta,
desposee conversaciones,
mece nuestros sueños,
hurta futuros.

La soberbia globaloide devino en "quédate en casa",
muere de pandemia,
perece de hambre,
sucumbe por violencia,
revienta en tristeza,
vacíate en sinrazón.

Los viejos -padres del desastre-
reclaman respiradores por ancianidad;
condenan a su descendencia a un horizonte sin mañana,
o asfixia hoy.
¡Miserables boomers!

"¡Ay de aquel que dentro de sí cobija desiertos!"
Abbyssus invocat abyssum.

¿A dónde se huye confinado?

Algunos juegan a engañar y desilusionar
con matutinos molinos de viento,
pero la muerte ríe de fantasmas gastados
e, impúdica, propaga su gélida sombra.

En curvas y aplanadoras extraviamos la otrora Nación.
Los sermones se suceden en nadería,
mientras la muerte cala los huesos
de una democracia que nunca fue,
y mítines, plantones y marchas mudan en panteón.
¡Que morir, también es Transformación!





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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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