PARRESHÍA

Sin cuartel

Sin cuartel

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Discriminación.

Grave es la discriminación en México, para que tan solo adquiera relevancia en condiciones tan anecdóticas, deleznables y ridículas como en recientes días.

Si la discriminación es siempre ofensiva y oprobiosa, lo es más cuando se empantana en las nimiedades de agendas personales, cañerías cibernéticas e impotencias agresivas. Que Chumel sea el centro de la discusión sobre la discriminación en México y que derive en la ignominia y posible desaparición de la CONAPRED, discrimina a los verdaderos discriminados y augura la noche oscura que nos asecha.

Hoy en día, sostiene Santiago Alba Rico (2017), nos vemos orillados a construir el "enemigo interno" como propuesta "de selección y jerarquización ciudadana y orden xenofóbico (…), en el sentido muy estricto de que reivindican y legitiman la necesidad de reducir el disfrute de los derechos civiles y económicos a una parte de la población: ", que halla su expresión en el "America great again" allende el Bravo, y en "Primero los pobres" aquende.

El autor no encuentra en el panorama global una verdadera polarización y alternativa que sostenga hoy la dialéctica de izquierda derecha. Traído el tema a México, no existen elementos objetivos reales que alienten calenturas revolucionarias ni fiebres setenteras de guerrilla, así se profeticen a cuadro.

Lo que sí se observa, en palabras de Savater, son "élites anti-élites" y "oligarquías anti-oligárquicas"; avergonzadas de su circunstancia e impotencia, y añorantes de la lucha social frente a su carga de responsabilidades políticas constitucionales. Huidas hacia un Juego de Tronos de tintes fantásticos.

En Europa el otro es el africano y el asiático, en Estados Unidos el afroamericano y el latino, pero en México ¡Vive Dios! por "enemigo interno" se señala hoy al "blanco", al fifí, al conservador. Todos términos discriminatorios. Qué hacer con los ricos, es el desvelo del gobierno. Con independencia de la carga ideologizada del cuestionamiento, la discriminación brilla por sí sola.

Desgraciadamente no son los únicos estigmatizados y discriminados en el elenco nacional. Además de las infamantes discriminaciones históricas por pobreza, origen, ignorancia, género, creencia y orientación sexual, hoy basta estar, por las causas y circunstancias que sean, fuera de las difusas fronteras del nosotros empoderado para ser discriminado. Discriminados hay hoy en seguridad, en saludos de mano, en apoyos económicos, en medicamentos, en guarderías, en violencia de género, en catalogación de víctimas, en desempleos, en salarios, aguinaldos y seguridad en el empleo público; en autonomías, en el pacto federal, en agenda y en audiencias, en atención a medios. Discriminados por pensamiento, por opinión, por asociación, por participación, por libertad.

El problema de fondo es qué hacer ante 300 elecciones distritales, sin el arropamiento del arrastre de una candidatura nacional que plantee la disyuntiva plebiscitaria de blanco y negro. Solo queda crear al "enemigo interno", venderlo como lepra nacional, espantar con el petate del muerto. Revivir un México de hace dos siglos. Cómo: desvirtuando conceptos que engloben a todos, como patria, México, historia, ciudadanía. Creando un nuevo catalizador identitario que de suyo implique exclusión, algo etéreo, inasible, indefinible: transformación. Nada de pacto nacional, acuerdos políticos, memoria histórica, nación. Solo un país desenraizado, desmemoriado, enfrentado. Amasijo primordial donde cualquier cosa pueda ocurrir, ser creíble y, por sobre todo, explosiva. Entre construir y destruir, entre unidad y dispersión, no cabe territorio posible de entendimiento.

La discriminación define hoy a México. Discriminado es y será todo aquel que no se mimetice en color, narrativa, modito y rencor.

No importa que toda discriminación esté prohibida por la Constitución.

Hoy hasta la historia se discrimina.

No éramos un México perfecto, pero por minuto nos vamos alejando más de serlo; discriminados en desencuentros; distantes, alienados, rencorosos. Sin amparo de la sombra patria común y amigable; sin refugio, sin aliento, sin fraternidad. La mexicanidad como responsabilidad política e histórica se difumina entre las aristas de un México jamás votado de discriminación, de odio, de estigmas; de filos ardientes, de negación de ser nacional.

Cuando más que nunca se demandan entendimiento y solidaridad se discrimina sin cuartel, se ahondan barrancos.

PS.- De cara a las miserias del debate político, dos citas en honor y memoria de Mosiváis, hoy, en su aniversario luctuoso, para documentar nuestro optimismo:

"Así es: un error del presidente designar en esos encargos a fresas, fifís, pijos o catrines…" Gibrán Ramírez Reyes en Twitter hablando de CONAPRED @gibranrr (17 vi 2020)

"Se les olvida que el cambio no tiene dueño. Decir el cambio soy yo, es lo más viejo que existe en la política mexicana. Solo podremos lograrlo si impedimos que un solo individuo decida por todos.

"El verdadero cambio radica en acabar con las exclusiones.

"Que nadie vuelva a dejar afuera a las minorías políticas, a las mayorías sociales, a todos los que expresan el México diverso.

"Se ha preparado una trampa profundamente antidemocrática en la que no podemos caer. Ahora se nos pretende hacer creer que en nuestro país no caben más que (…).

"Qué peligroso para un país que en aras del cambio se busque cancelar las posibilidades de las minorías.

"A quienes armaron esta trampa les digo: que millones de mexicanos no seremos jamás ni (…) y que abriremos, por encimas de trampas, un camino de izquierda democrática, el futuro solo podrá construirse con un cambio donde se respete el lugar de todos, porque en México somos muchos más que (…
)." Gilberto Rincón Gallardo, fundador de la CONAPRED.




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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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