Epifanías

Ella

Ella

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Recondita penumbra.

Al lado de la cama me miraba. ¿O la veía yo?

Sublime, anunció féminos atributos jamás mostrados.

Blanca, rala y enmarañada su cabellera caía más allá de la cintura. Tras el pelambre su faz de silente presencia. Desde un negro profundo dos oquedades miraban sin dejarse ver.

Inútilmente mi pierna izquierda pateó su ser incorpóreo.

Traté de gritar, pero sonido alguno rasgó mi garganta.

Mi esposa sostiene que dormido hablo húngaro. Desconozco si lo ha escuchado de alguien que no sea yo, pero ella está convencida que en húngaro maldije.

Desesperado la enfrenté sentándome en la cama. La imagen se desvaneció por el umbral de la puerta del baño hundiendo su vacío en recóndita penumbra.

Desconozco si venía por mí o sólo a recordarme su cerco infranqueable.

Me volví a dormir. Otro día será.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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