El drama de los pesimistas
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Hacen berrinches de infante derrotado porque no se cumplieron sus caprichos y se tiran al suelo envueltos en la rabia de su propia impotencia.
El pesimista vive en la sombra de que lo malo es el futuro irremediable que le puede acontecer, la luz es una esperanza que prefiere no ver; se aferra a estar preparado y en guardia a lo malo que vendrá.
El pesimista ya conoce los mares turbulentos y ha aprendido a navegar en ellos, opta por sentirse más seguro en las tormentas que estar en la tranquilidad del optimismo y temer que algo malo le pueda suceder. Se conforta con estar bien en los territorios pedregosos y repletos de lodo, ya sabe cómo transitar en ellos, y todo lo bueno que puede acontecerle es un regalo, al que no hay que temerle.
El pesimista ya cuenta con las herramientas necesarias para sortear su situación, ha adquirido la maestría suficiente para esperar lo peor y quitarse, de una vez por todas, la ilusión de que algo bueno le pueda acontecer. Y si llega, pues qué bueno, lo disfrutara; pero mientras tanto se siente seguro lidiando con los fantasmas y espectros de la realidad que percibe.
Una situación tan inesperada, como la que estamos viviendo, ya no le hace más que unas cuantas cosquillas, pronto saldrá adelante porque ya sabe qué se tiene que hacer ante este tipo de obstáculos. Simplemente no lo vio venir, pero una vez frente al espejo, ha decidido seguir su camino y ahora pensar lo peor.
Las pataletas que arma y exhibe, con singular regularidad, le sirven de catarsis, así desahoga sus frustraciones y le permiten restablecer su habitual manía de ver lo negro de la vida y arrastrar sus penas con momentos de drama.
Al pesimista se le facilita dictaminar el peor escenario, pues cualquier cosa mejor, no hay que horrorizarse por ello. Prefiere el análisis de lo peor, que degustar fantasías y melosas ilusiones. Pará él, lo pésimo, es más viable que acontezca y por ello, sin temor, le llama la cruda realidad; que es mucho mejor verla que negarla.
Los pesimistas tienen un gran mérito por transitar en la vida en callejones sombríos y aún así toparse con agradables éxitos y momentos de gloria. No es cierto que para ellos todo es pedregoso y amargo. Simplemente llegan a un feliz destino siguiendo otra ruta diversa y para muchos inconcebible. Nietzsche y Schopenhauer nos han dado soberbias lecciones de verle un encanto a lo que parecen las tinieblas de la vida. Al final de una noche fría y tenebrosa hay un amanecer primaveral.
Así que en estos días de incertidumbre hay que caminar erguidos hacia adelante, porque eso sí es de fracasados y mediocres, no hacer nada y quedarse esperando que algo suceda. Pesimista u optimista, a lo suyo. Pero moviéndose.
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