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La tirania de las masas

La tirania de las masas

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Democracia manipulada

#4 Reflexiones de psicología política





Ahora resulta que el poder lo poseen las masas amorfas y sin rostro, de un pueblo que ha recibido el sufragio para decidir el destino de los demás, con muy poca o nula información, tal vez con una inteligencia colectiva muy limitada; pero, sobretodo, encauzado y manipulado por las fuerzas ocultas del poder. Que fácilmente le atribuyen al pueblo las decisiones que ellos quieren tomar, adjudicándoselas a esa masa sin nombre y perfil.


Gustave le Bon, en su libro sobre la psicología de las masas, nos enfatiza la importancia que guarda en la historia el ingreso de las clases populares a la actividad política y progresivamente transformarse en una clase gobernante. Que de alguna manera implica otorgarle poder a la masa para que por medio del sufragio pueda gobernar.


La Revolución Francesa impulsó esta dinámica al cuestionar y erradicar que el origen del poder proviene de Dios y, en consecuencia, eran sólo los ungidos por Él y las castas sacerdotales los únicos que lo avalaban y sólo así era viable que alguien lo pudiera ejercer, sin que el pueblo se opusiera.


La libre asociación de personas permite la conjunción de ideas que llevaron a procurar conceptos para promover y proteger sus intereses de grupo. Y así, dice Le Bone, se instaura una consciencia de fuerza y poder grupal que facilita pueda oponerse a cualquier autoridad e incluso derrocarlo si es requerido.


Nacen asambleas, sindicatos, fraternidades y cuanta asociación sea necesaria para que el individuo, sin rostro, se sume a otros y en la unidad se incremente el poder de lucha y de conquista. Las reuniones y encuentros entre individuos para tratar un tema y llegar a un acuerdo resultan de suma importancia para el empoderamiento de la masa. En la medida en que más personas se suman a un mismo objetivo, creencia o ideología, más se fortalece el movimiento. Particularmente cuando están decididos a acciones orquestadas y conjuntas. Más aún, cuando logran estar dispuestos a la lucha, al sacrificio o a dar la vida por esos acuerdos o ideales.


Las voces del pueblo no eran consideradas importantes y trascendentes, salvo para impulsar el ánimo del colectivo y conseguir detectar inconformidades, sublevaciones o actos de indisciplina o rebeldía. Pero en general, el propósito de los poseedores del poder consistía en mantenerlos en paz, divertidos, produciendo y sometidos a las instrucciones, mandatos y leyes. Preferentemente desarticulando cualquier oposición y discordia organizada en contra del poder organizado del Estado.


Sin embargo nos han hecho pensar que hoy en día la opinión de ese pueblo, de esa masa amorfa es preponderante y fundamental en lo que hoy llamamos democracia participativa, que generalmente se reduce a un voto durante los períodos electorales y nada más.


Por eso Le Bon nos dice que el ingreso de las clases populares en la vida política y en su participación progresiva en la transformación a convertirse en una clase gobernante, es una de las características más sobresalientes de nuestra época.


El sufragio le ha dado, al pueblo, un "poder" que antes no poseía y ahora cree que tiene la capacidad de decidir el modo, rumbo y las personas que han de gobernar. Una creencia que le ha otorgado él mismo poder fáctico, regularmente en manos de la oligarquía, la aristocracia y los grandes capitales. O cualquier otra variante que exista del poder como el militar.


La psicología del sufragio se fundamenta en hacer creer que el voto es efectivo y determinante, que en la medida en que participe con una opción elegida, se avala el número de individuos que optan por lo mismo. Así, se nos hace creer que el consentimiento colectivo cuantitativo (CCC) otorga al estado o al gobernante elegido el poder, para decidir el destino y las estructuras administrativas de todos. Si lo que deciden las masas, vía el sufragio, es sensato, justo, prudente, inteligente, culto y viable (aspecto cualitativo) esos no importan.


A la masa amorfa e ingenua, sólo se le presentan las opciones a elegir, que el mismo poder fáctico ha decidido previamente. Y así se le hace creer que ahora posee el poder que antes tenían Dios y los reyes "la voz de Dios, es la voz del pueblo".


Ahora el pueblo entrega su voluntad y servidumbre por medio del sufragio, un hecho que reduce su participación activa en el ejercicio del poder colectivo y tan sólo puede hacerlo en los períodos electorales y bajo las reglas y leyes que el mismo poder impone. Han sido cooptados por candidatos y sistemas electorales que el pueblo ni propone ni puede modificar. Se ha de someter a ellos.


Por un lado, las masas parecen tomar decisiones e imponer su voluntad navegando entre los impulsos y la ignorancia; por el otro se encuentran atrapadas en la manipulación, la propaganda y la servidumbre.


La democracia se ha convertido en su propia camisa de fuerza y sometida al capricho del poder. Se ha reducido la participación del individuo a un voto cuantitativo, en el cual se nulifica y neutraliza su opinión y participación ciudadana a sólo los períodos electorales. Ha perdido su rostro y su voz dentro de una masa amorfa que pierde poder político en la medida en que crece su poder como consumidor.


El pueblo dice, lo que la propaganda indica, el rebaño va a donde el pastor lo lleva. Las personas son acarreadas al destino al que el poderoso los quiere conducir. Se ha encontrado, en la ficticia voluntad del pueblo, la justificación necesaria para que los poderosos sigan dominando y sometiendo el comportamiento colectivo a su entero capricho. La masa, es el instrumento predilecto del tirano.




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Guillermo Dellamary

Guillermo Dellamary

Dr. Guillermo Dellamary Soy un psicólogo, filósofo, con más de 30 años de experiencia y buscando ayudarte a vivir tu vida de una mejor manera.

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