Fuera de madre
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Nuestra política exterior no puede ser más esquizofrénica: por un lado, violamos derechos humanos de migrantes caribeños y centroamericanos en el sur, a todo lo largo del territorio y lindando la frontera norte. Por el otro exigimos a Estados Unidos vacunas, le dictamos su política para con Cuba, lo acusamos de golpista en México y toda América Latina y organizamos una cumbre en México para quitarle su control sobre la lacaya (AMLO dixit) OEA, pero en ella le exigimos 45 mil millones de dólares para manejo libérrimo y programas propios.
¿Qué lleva a López Obrador a tamaños desfiguros?
Su propia contradicción y ausencia de brújula.
No hay buen viento para el que carece de puerto de destino.
Por eso López nos habla siempre de medios, transición, movimiento, cambio; jamás de destino.
La Cuarta Transformación es eso, ¡nada más!, un número arbitrario en una historia hechiza a la medida y un tránsito de cambio de formas por el tránsito mismo.
López lo único que sabe hacer es movilizar, en el momento que para por fatiga o por logro de fin alguno —si lo hubiese— se detenga, como las bicicletas, caerá.
Pues bien, una hipótesis a analizar es que López Obrador, ante lo inocultable de su sometimiento a las políticas migratoria de Estados Unidos, de las que ha convertido a México y a su política exterior, en trapeador, se vio urgido de un cambio de conversación y abrazó la causa latinoamericana sin analizar contextos ni riesgos; defendiendo lo indefendible, a los regímenes dictatoriales de Cuba, y Venezuela; buscando reivindicar el desastre de sus programas de empleo en México llevándolos a Guatemala y Hondura, ¡claro!, con el dinero de Estados Unidos y, finalmente, liderando un nuevo sueño bolivariano que este pasado sábado abortó en México de la peor manera posible.
Lo único rescatable de la mentada Cumbre CELAC fueron los desencuentros entre mandatarios y una agencia espacial entre países que no pueden, siquiera, asegurar salud, seguridad, vestido, techo y sustento a sus poblaciones.
La jugada, forma elegante de llamar a sus constantes fugas, le salió mal. Entre las patas quedó atropellada la corcholata de la cancillería, domesticada más allá de cualquier arte de florero conocida.
Pero nada hay en ello de regocijo. Seguimos sin una política exterior con columna vertebral, los anillos al dedo han gangrenado falanges y extremidades; los simulacros ya no entusiasman a nadie y las crisis, cual río Tula, se salen de madre.
Dice López que hay días malos, ayer fue uno de ellos. Esperemos que las lluvias de hoy no lo compliquen, aún, más.
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